martes, 1 de abril de 2014

UN SUEÑO HECHO REALIDAD

Hola a todos.
Después de mucho pensarlo, Ana se decide a coger el toro por los cuernos.
¿Qué la lleva a tomar esta decisión?
¡Vamos a verlo!

                          Los Hidalgo solían pasar las vacaciones de verano en una casa que tenían alquilada en La Manga. Aquel año no fue distinto.
                     Lo malo era que solían veranear en una casa que se encontraba al lado de la casa donde pasaban el verano los padres de Nando.
                    Ana sentía deseos de ponerse a gritar.
                   El trayecto en coche hasta La Manga fue infernal.
                   Bárbara pasó todo el rato jugando con una maquinita que su padrino le había regalado por su cumpleaños, en el mes de junio. Una Gameboy...
                     Pasó todo el trayecto jugando con aquel juego de Super Mario Bros. Un tipo con bigote y mono rojo de fontanero daba saltitos por una pantalla.
-¡Vamos!-le gritó Bárbara a la pantalla-¡Vamos!
                     Ana todavía no había empezado a escribir la historia de Olivia y Jai. Por supuesto, la había metido en la maleta.
                    Pero le daba auténtico terror empezar a contar aquella historia con sus propias palabras. Ana sabía que tenía talento para la escritura. Sus profesores tanto del instituto como del colegio se lo habían dicho. Pero ella se había decantado por estudiar Económicas. Era una buena estudiante. Pero no le gustaba nada aquella carrera.
                   La había escogido para complacer a sus padres. Ana miró la carretera. Todo lo que había hecho a lo largo de su vida había sido para complacer a sus padres. Nunca había pensado en ella. Nunca había tomado una decisión a lo largo de su vida.
                  Excepto cuando decidió escribir aquella historia basada en Olivia y Jai.
-¡Bien!-gritó Bárbara.
-¿Por qué gritas?-la regañó Rita.
-Porque he logrado pasar al tercer nivel. ¡Guay! Es la primera vez que llego a ese nivel.
-Te felicito, hermanita-ironizó Ana.
                  Bárbara ignoró el tono sarcástico de su hermana. Siguió jugando.
 

                         Salieron de Murcia por la mañana.
                       Llegaron a La Manga por la noche.
                       Se acostaron de madrugada deshaciendo las maletas.
                      Ana tenía en la casa, un chalet, su propia habitación. En Murcia, vivía en un duplex.
                    No recordaba haber compartido nunca habitación con Bárbara.
                     A decir verdad, siempre habían dormido en habitaciones distintas.
                    Su hermana tenía trece años. Tenía su propio grupo de amigas. Quería empezar a salir más con ellas. Sin la compañía de sus padres o de su hermana mayor...
                    A la mañana siguiente, fueron a bañarse a la playa. Ana decidió quedarse tumbada en la toalla que había extendido sobre la arena.
-¿No te bañas?-le preguntó su padre.
-Ahora iré-respondió Ana-Dentro de un rato...
                Bárbara y su padre sí se metieron en el agua. Su madre, mientras, se sentó en la toalla. Sacó una revista del bolso que había traído consigo. Un ¡Hola!
-Esas revistas se parecen a mis novelas románticas-apostilló Ana.
-Siempre es agradable leer lo que les pasa a los demás-afirmó Rita.
-A mí no me interesa saber quién se ha divorciado. O quién se ha casado.
                 Ana cerró los ojos. Por lo menos, su hermano no se reuniría con ellos durante las vacaciones. No tenía muchas ganas de ver a su cuñada. Aquella tía le resultaba en extremo insoportable. Se preguntó qué había visto su hermano en ella.
                Sergio se había casado con la tal Sofía y había cambiado. Sofía estaba todo el rato haciéndole unas carantoñas más falsas que una moneda de tres duros. Lo besuqueaba a cada rato. Lo manoseaba. Sergio se sentía incómodo. De alguna manera, intuía que aquellas muestras de cariño no eran reales. Ni sinceras...No nacían del corazón de Sofía. Sino de su modo de intentar hacer ver a la gente lo enamorados que estaban.
-Espero que el año que viene ya haya nacido mi primer nieto-suspiró Rita.
-A lo mejor, Sergio ha entrado en razón y se ha divorciado de esa petarda-afirmó Ana.
-¡No deberías de hablar así de tu hermano!
               
                        Lo peor vino por la tarde. Nando y sus padres llegaron al chalet donde veraneaban. Ana los vio llegar desde la ventana de su habitación. ¡Oh, Dios mío!, pensó. Cerró los ojos. Era una cobarde. ¿Por qué no ponía punto y final a aquella relación?
                     Sabía lo que iba a pasar a continuación.
                      Nando se separaba de sus padres. Se dirigía al chalet donde veraneaba ella. Y tocaba al timbre. Lo hacía todos los años.
                     Aquel año no fue una excepción.
-¡Ana!-la llamó Adolfo.
-¿Qué quieres, papá?-inquirió la chica.
-Baja. Está aquí Nando.
-Ahora mismo bajo.
                    Los mismos gestos...Las mismas palabras...
                   No se miró en el espejo para comprobar su aspecto. Se dijo así misma que estaba bien.
                  Nando la cogió por la cintura nada más llegar a su altura. La saludó con la misma voz melosa de siempre. Ella tuvo que fingir alegría y colocó sus manos alrededor de su cuello. Él la besó con ternura.
-¡Qué contento estoy de verte, Ani!-exclamó.
-Yo también me alegro de verte-mintió ella.
-Mañana, iremos por ahí a dar una vuelta. Te lo prometo.
-¿Y por qué no salimos ahora?
-He pasado sólo a saludarte. Estamos muy liados mis padres y yo deshaciendo las maletas.
-Lo entiendo.
                Era lo mismo de todos los años.
                Nando besó a Ana en la frente. Le dio un abrazo breve y se fue.
              
                Después de eso, el verano transcurrió igual que todos los demás veranos. Por las mañanas, Ana, Bárbara y sus padres bajaban a la playa a bañarse. Regresaban a casa a la hora de comer. Ana y Bárbara se veían obligadas por su madre a echarse crema de protección solar. Todos los veranos, Bárbara se ponía roja como una gamba porque no quería echarse la crema.
                  Por las tardes, dormían un rato la siesta.
                En realidad, sólo dormían la siesta Adolfo y Rita. Bárbara se encerraba en su habitación a hacer los ejercicios de Vacaciones Santillana.
                 Cuando acabó el cuadernillo, pasaba el rato hablando por teléfono con sus amigas en Murcia. O se ponía los walk-man para oír música. Ana, mientras, vegetaba en su habitación. De vez en cuando, llamaba a sus amigas en Murcia. Con quien más hablaba era con Tania. Sin embargo, no tardó mucho en cansarse de hablar con ella. De vez en cuando, por su cabeza pasaban imágenes de un chico con los ojos parecidos a las grosellas hervidas. ¿De verdad existían unos ojos parecidos a las grosellas hervidas? Ana lo dudaba. En Murcia, las cosas seguían igual. Sin embargo, algo había cambiado. Tania empezó a preguntarle acerca de cuándo se iba a casar con Nando.
-¿Te has vuelto loca?-le espetó Ana.
               Al otro lado del hilo telefónico, Tania se echó a reír.
-Ya tienes veinte años-dijo-Estás a punto de cumplir veintiuno.
-Soy demasiado joven para casarme. Además, tengo que acabar la carrera.
-Tendrás que dejar los estudios en cuanto Nando y tú fijéis una fecha para la boda.
-¡Ni de coña me voy a casar con Nando!
-Bueno, estás saliendo con él. Vais muy en serio.
-No sé ni porqué he vuelto con él.
-Porque sabes que es el mejor chico que puedas encontrar. ¡Mírame a mí! Tía, encontrar a un tío como Nando es un milagro. Los demás son todos unos hijos de puta.
                Ana lo agradecía cuando Tania colgaba. No era capaz de pensar en Nando.
                No veía su cara cuando cerraba los ojos. A quien veía era al chico de los ojos color grosellas hervidas. A Daniel...Su infravalorado y doliente Freddie Birkhust...Es más. Veía en la cara de Daniel un gesto parecido a Freddie. Dolor...Freddie sufría porque amaba a Olivia y no era correspondido. Y Daniel... ¿Por qué sufría Daniel? Es por amor, pensaba Ana. Se sufre así cuando se está enamorado.
                 Y se preguntaba así misma qué sentiría al ser besada por Daniel. No sentía nada cuando su novio la besaba. Era como arrimarse a una montaña de hielo. No había nada. ¿Acaso valía la pena seguir adelante con aquella absurda relación?
                Ana y Nando solían dar largos paseos por la urbanización en la que veraneaban cogidos de la mano. Ana se sentía incómoda cuando los dedos de Nando entrelazaban sus dedos. A veces, se detenían para besarse. Ana y Nando habían mantenido relaciones sexuales por primera vez dos años antes. Entre sus brazos, Ana no había sentido gran cosa.
-Me da pena que el verano termine-le decía Nando.
-¡Aún falta mucho!-afirmaba Ana.
-Aún así...No quiero que se acabe.
-Hay que volver a los estudios. Quiero acabar la carrera.
-Trabajarás en algún banco. Los hay muy buenos por esta zona.
                Las mismas palabras...Siempre lo mismo...Ana se sentía cansada. Estaba harta.

                Nando la acompañaba a casa. Se despedía con ella con un beso. Después, se iba.
               A veces, él y sus padres iban a comer con ellos. Comían siempre en el jardín. Su padre encendía la barbacoa.  Se sentaban todos a la mesa. Bárbara fruncía el ceño cada vez que veía aparecer por el chalet a Nando y a sus padres. Ana sabía que su relación no acababa de ser del agrado de su hermana pequeña.
-Vas a terminar como Sergio-solía decirle en voz baja.
                Su padre y el padre de Nando se reían mientras preparaban la barbacoa.
-No soy como Sofía-le recordaba Ana a su hermana menor.
-Deberías de romper con él-le aconsejaba Bárbara.
-Me vais a volver loca. Tania me dice que Nando es lo mejor que me ha podido pasar. Tú me dices lo contrario. ¿A quién voy a creer? Tania es mi mejor amiga. Se preocupa por mí. Quiere que sea feliz. Pero... Tú eres mi hermana.
-No soy la persona más romántica del mundo.
-¿Ah, no?
-¡No seas irónica, Ani! Quiero que seas feliz. Y no eres feliz con Nando.
                 Se sentaban a la mesa a comer.
                 A veces, Ana se sorprendía así misma pensando en Daniel.
                Se preguntaba dónde estaría el chico con los ojos como las grosellas hervidas. ¿Seguiría estando por Murcia?
                 Creía que no le volvería a ver nunca más. Pero su mente la traicionaba. Le hacía regresar a la noche en la que lo conoció. Le hacía ver sus ojos. Y le parecían los ojos más bonitos que jamás había visto en un chico. Estelle estaba equivocada, pensaba Ana.
                 No sentía nada cuando Nando la besaba. No sentía nada cuando Nando la abrazaba. No sentía nada cuando Nando le cogía la mano.
                 A mediados de septiembre, los Hidalgo finalizaron sus vacaciones de verano.
                 Regresaron a Murcia. Ana se alegró de abandonar La Manga. Pero volvería a ver a Nando en Murcia.
                Aún no empezaba las clases en la Facultad.
               Había terminado el curso con varios sobresalientes.
               Esa tarde, Ana se encerró en su habitación. No llamó a  Tania para contarle que había regresado.
               Sacó de la maleta Olivia y Jai.
               Permaneció un buen rato mirando la portada del libro. Se veía el dibujo de una pareja. Representaban a los protagonistas de la novela. A decir verdad, estaban muy cerca de la imagen que Ana había forjado en su cabeza de Olivia O' Rourke y de Jai Raventhorne. La apretó con fuerza contra su pecho.
               La había releído a lo largo de aquel largo y tedioso verano.
              Había sido su único aliciente.
               Había querido ser Olivia, enamorada de aquel misterioso hombre.
              Pero seguía encontrando los mismos fallos.
               La cobardía de Jai podía con ella.
             Debiste de haberte quedado, le dijo a la portada, mirando la imagen que representaba a Jai.
             Amabas a Olivia. ¿Por qué fuiste tan cobarde? ¿Por qué no luchaste por ella? ¿Era más importante tu venganza que tu amor por ella? Me cuesta trabajo entenderte, Jai Raventhorne.
              Seguía pareciéndole un sacrilegio escribir una historia a partir de aquella novela.
              Pero Ana no había olvidado la sugerencia que le había dado Bárbara. Escribir a su manera la historia de Olivia y Jai.
                ¿Qué cosas pondría? ¿Qué cambiaría?
               Ana descolgó el teléfono. Se dirigió a su mesa de escritorio. Buscó una libreta que tenía a rayas. Sacó de su lapicero un bolígrafo verde de la marca Bic. ¿Qué iba a poner? ¿Cómo podía expresar todo lo que le estaba pasando por la cabeza? Abrió la libreta. Destapó el boli.
                Jai debió de haber sido más valiente. Sir Joshua pudo haberse casado con Chandramani en primer lugar. Estelle merece otra clase de hombre. Y Freddie...Debió de haber tenido su propio final feliz. ¡Cómo me repatea ese capitán Sturges!
                Muy animada, Ana empezó a escribir.
                Se sintió muy aliviada cuando escribió el título del relato. Un sueño hecho realidad...¿Acaso no iba a hacer realidad su sueño? ¿No iba a reescribir su novela favorita? ¿No iba a poner en orden muchas cosas? Sonrió para sus adentros.

2 comentarios:

  1. Uy yo cuando leo soy igual, te mando un beso y te me cuidas

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    1. De algún modo, cuando leemos una novela que nos marca, la vivimos muy de cerca. Como algo que nos está pasando a nosotros.
      Un fuerte abrazo, Citu.
      Cuídate mucho.

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