lunes, 29 de julio de 2013

UN SUEÑO HECHO REALIDAD

Hola a todos.
Y seguimos sin movernos de Calcuta.
Estelle también tiene las mismas visiones que sufre Daniel.
¿Será el anticipo de algo distinto?

                  Lady Bridget observó con el ceño fruncido el rostro pálido de su hija. Por lo general, Estelle gozaba de un saludable apetito. Aún comiendo mucho, siempre estaba delgada. Era puro nervio.
-Tienes mala cara-observó lady Bridget-Será mejor que envíe a alguien en busca del doctor Humphries.
                Estaban sentados a la mesa del desayuno. Estelle negó con la cabeza.
-Estoy bien-dijo-Sólo he pasado mala noche.
                Bebió un sorbo de su vaso de zumo de naranja.
                No sabía cómo explicar el sueño tan extraño que había tenido la noche antes. Había soñado de nuevo con aquel chico. Parecía el hermano gemelo de Freddy Birkhust. ¡Hasta tenía sus mismos ojos! A Estelle, los ojos de Freddy le recordaban a las grosellas hervidas.
               Eran unos ojos grandes. Y poseían una extraña tonalidad rojiza. No tenía nada que ver aquella tonalidad con la ingesta de alcohol, al que era muy aficionado Freddy. Sus ojos tenían el iris de color rojizo. Eran los ojos más extraños que Estelle jamás había visto. En aquel sueño, aparecía el hermano gemelo de Freddy. Vestía de un modo muy raro. Y ella también aparecía vestida de un modo muy raro.
               Entablaba conversación con ella.
-¿Creéis que los sueños pueden significar algo?-quiso saber Estelle-Quiero decir que si los sueños pueden avisarnos de que algo está a punto de pasar.
-Creo que ninguno de nosotros podría darte una respuesta correcta, hija-contestó sir Joshua.
-Prima...-se asombró Olivia-Empiezas a hablar como los faquires ésos que tragan fuego.
-Los faquires ponen a prueba su resistencia-la corrigió lady Bridget-Con quien Estelle debería de hablar es con un yogui.
           La muchacha no conocía a ningún yogui. Quería pensar que aquel sueño era el fruto de una mala digestión. Lo había leído en un libro.
           Lo raro era que aquel sueño era cada vez más frecuente. ¿Por qué soñaba con aquel joven? ¿Acaso significaba que se estaba enamorando de Freddy Birkhust? La idea estuvo a punto de hacerla reír.
             ¿Enamorada ella de Freddy Birkhust? ¡Jamás!
           Pasó el resto del desayuno sin articular apenas palabra.
           En realidad, ya se sabía para quién sería destinado Freddy Birkhust.
           Lady Bridget parecía empeñada en emparejarlo con Olivia. La idea le sentaba a su prima igual que una patada en el estómago. No le había conocido todavía en persona. Pero había oído hablar de él. Casi prefería regresar a Sacramento nadando. Estelle no podía culparla.
-¿Por qué no invitamos al bueno de Freddy una tarde?-sugirió lady Bridget.
-Avísame cuando sea esa tarde porque Arthur y yo estaremos muy ocupados-intervino sir Joshua.
           Estelle y Olivia disimularon una sonrisa.
           Sir Joshua no albergaba la menor simpatía por el joven.
           En su opinión, se trataba de un petimetre inglés. Un inútil al que su padre había castigado por haber sido expulsado humillantemente de la mejor Universidad inglesa. Creía que el viaje a La India le convertiría en un hombre adulto. Pero, por lo visto, no estaba ocurriendo nada de eso. Freddy no salía de un lío cuando ya estaba metido en el siguiente. Era la clase de hombre del que cualquier joven sensata se mantendría alejada.
             Y su sobrina Olivia era muy sensata.
-Tengo que irme-anunció sir Joshua.
-¿Ya te marchas?-se asombró lady Bridget.
-He quedado con Jai. Quiere enseñarme el nuevo clipper que ha adquirido. Si sigue así, mi hijo acabará dominando el mundo. Bueno...-Le guiñó un ojo a Estelle-Él y su preciosa hermana...Le ha puesto tu nombre.
-¿Mi nombre?-se maravilló Estelle.
-Sí...-contestó sir Joshua-En hindú...Ha bautizado a su clipper como Tara. Ya sabes que significa estrella en hindú. De haber querido tu madre, te habrías llamado así.
-Tu madre quería tener una nieta que llevara su nombre-le recordó lady Bridget-Los nombres de los hijos pueden marcarles. Jai significa victorioso. Olivia significa paz. Y Estelle significa estrella. Mi institutriz decía que los nombres de nuestros hijos son los que marcan su suerte. Creo que tiene razón. Libby, tu madre hacía honor a su nombre. Parecía una auténtica Princesa.
-A pesar de las diferencias que hubo entre ella y tú, sé que la querías mucho, tía Bridget-afirmó Olivia.
              Era verdad. El segundo nombre de Estelle era Sarah. Por lo menos, conservaba algo de la tía que nunca llegó a conocer.

                Aquella noche, Estelle no podía conciliar el sueño.
                Sin hacer el menor ruido, bajó al jardín. Se echó un chal sobre los hombros.
                Olivia tampoco podía dormir.
               Se asomó a la ventana. Se asombró al ver a su prima sentada sobre el césped. Al verla, había pensado que se trataba de una aparición. Luego, se tranquilizó cuando vio que se trataba de una persona de carne y hueso.
                Se puso la bata. También bajó al jardín.
-No deberías de estar aquí-la regañó suavemente.
               Estelle se sobresaltó al darse cuenta de que no estaba sola.
-No podía dormir-le confesó-Si me quedaba más tiempo acostada, me volvería loca. Veo que tú tampoco puedes dormir.



                El caso de Olivia era distinto. No hacía ni un mes que había llegado a Calcuta.
-Me resulta extraño estar tan lejos de mi casa-le contó a su prima.
               Se sentó a su lado en la hierba.
               Estelle podía ponerse en la piel de Olivia. Había hecho un viaje demasiado largo. Sólo estaría fuera de su hogar durante un año.
-Tengo miedo de que algo pase-admitió Olivia-Tengo un presagio. No volveré nunca a Sacramento. Me da miedo.
-Volverás a casa-le aseguró Estelle-Cuando llegues, tu perro Spike saldrá corriendo a saludarte, ladrando y moviendo la cola. Deberías de haberlo traído. Podría hacer buena pareja con mi perrita Clementine. 
-Lo dudo mucho. Spike es el doble de grande que Clementine. 
           Olivia sonrió con tristeza al pensar en lo que había dejado en Sacramento. Estelle rodeó con su brazo los hombros de su prima. Detestaba verla tan triste.
-El año que viene, podría ir a visitaros al tío Sean y a ti-propuso.
-No creo que tus padres se opongan-dedujo Olivia.
              Ella se sentía fuera de lugar en Calcuta. Y creía que Estelle se sentiría fuera de lugar en Sacramento. Aunque sospechaba que su prima también se sentía fuera de lugar en Calcuta. No era hindú. No era inglesa. Estelle no sabía qué era realmente. Una mujer sin tierra, pensó.

sábado, 27 de julio de 2013

UN SUEÑO HECHO REALIDAD

Hola a todos.
El trocito de hoy de Un sueño hecho realidad es bastante importante.
Después de ver lo que está viviendo Daniel, hoy nos vamos a centrar en el eje de la historia. Olivia y Jai. Por supuesto, no es la Olivia y Jai que todos conocemos.
He hecho algunos cambios que favorecerán el fanfic que escribirá Ana más adelante.
¿Qué estará pasando en Calcuta?

CALCUTA, 1848

               Olivia Siobhan O' Rourke poseía unos preciosos ojos de color azul cielo y ligeramente rasgados.
               Hacía escasos días que había llegado a la casa de sus tíos en Calcuta. Todavía se sentía cansada por el largo viaje hecho en barco. 
             Poseía una figura esbelta y muy bonita. Su cabello estaba suelto. Lo tenía largo hasta la cintura. Su piel poseía una tonalidad crema. Coronaban sus ojos unas espesas y largas pestañas oscuras. Se estaba cepillando en su habitación su largo cabello de color caoba. Era joven y hermosa. Y lo sabía. Debajo de la falda de su vestido se escondían sus piernas, largas y bien torneadas. 
              En aquel momento, su prima Estelle entró sin avisar en su habitación. 
-Venía a desearte buenas noches-le dijo. 
           Llevaba su rubio cabello recogido en una trenza que caía sobre su hombro. 
-¿Te ha gustado la cena?-inquirió la chica. 
-El curry está demasiado picante para mí-contestó Olivia. 
          De pronto, se había visto obligada a viajar a Calcuta, una ciudad de la que no sabía nada. Tenía que convivir con cuatro desconocidos. Sus tíos y sus dos primos...A pesar de llevar la misma sangre, Olivia veía a Estelle como una perfecta desconocida. 
-Terminarás acostumbrándote-auguró la chica. 
-Tú te has comido dos platos-le recordó Olivia. 
            Estelle gozaba de un considerable apetito. Aún así, su figura era delgada y menudita. 
            Su prima se sentó en su cama. 
-Mi madre quiere presentarte a todos los solteros menores de cuarenta años que viven aquí-le comentó a Olivia. Ésta dejó de cepillarse el pelo-Yo, por mi parte, pienso que te los puedes quedar tú todos. No me interesa ninguno. Aunque...Sospecho que mi madre ya te ha buscado un marido. 
-¿De quién se trata?-inquirió Olivia. 
-Del honorable Frederick Alistair Birkhust...-Había un tono burlón en la voz de Estelle al hablar así-Ha llegado hace poco a Calcuta. ¿Sabías que lo han echado de Oxford?
-No lo sabía. 
            Olivia se había dado cuenta de que a Estelle le gustaba mucho hablar. Su hermano mayor afirmaba que estaba al tanto de todos los chismes que corrían en la ciudad. 
-Su estancia aquí es una especie de castigo por haber sido expulsado-le contó Estelle a su prima. 
-Entonces, regresará a Londres con la lección bien aprendida-auguró Olivia. Se giró para mirar a Estelle. 
-No lo creo. He oído que le gusta mucho beber hasta perder el conocimiento. Compadezco a la pobre infeliz que tenga que aguantarle. 


            Olivia sonrió. Para ser sinceros, empezaba a caerle bien su prima. No se parecía en nada a sus amigas. Estelle tenía su propia opinión acerca de todo. 
            Aquella tarde, habían acudido a la casa de los Templewood varias amigas de Estelle. Dieron cuenta de una merienda consistente en té con hierbabuena y bollos de pasas en el jardín. Olivia se vio obligada a participar en la merienda. 
-¿Quiénes son éstas?-le preguntó a Estelle-No las conozco. 
-Son amigas mías-respondió la muchacha-Te las voy a presentar. 
-¿Presentar? 
           Olivia era consciente de que iba a conocer a mucha gente. Sus tíos eran un matrimonio muy respetado en la ciudad. 
-Ésta es mi prima Olivia-dijo Estelle-Es de Sacramento. 
           Las amigas de su prima se mostraron interesadas en ella al saber que era americana. Le hicieron toda clase de preguntas acerca de su país. Aquellas preguntas hicieron sentirse incómoda a Olivia. 
-¿Es verdad que los americanos montan en búfalo?-quiso saber una pelirroja de voz aguda-Yo he oído que viven en tiendas de campaña. ¿Es verdad eso? 
           Se llamaba Lily. No podía recordar bien cómo se apellidaba. 
           La merienda fue un auténtico suplicio para Olivia. 
-Eso no es cierto-contestó-Los búfalos son animales que pastan tranquilamente en la pradera. 
           Se dio cuenta de que no era la única que se sentía incómoda escuchando preguntas estúpidas. Estelle también se sentía mal por ella. La vio ponerse rígida en numerosas ocasiones. Torcer el gesto a modo de desaprobación. 
-Creo que esa afirmación es del todo errada-intervino en una ocasión. 
           Fue cuando su mejor amiga, Charlotte Smithers, quiso saber si Olivia iba pegando tiros por la calle. 
-¡Por supuesto que no!-afirmó la joven-Los americanos somos personas civilizadas. No sé qué habrán escuchado de nosotros. Pero, desde luego, las habrán informado mal. 
            Se sintió tentada a meterse dentro de casa. Pero permaneció en el jardín por respeto a Estelle. Aquella noche, su prima fue a verla a su habitación. Quería pedirle perdón por lo ocurrido en el jardín. Olivia le aseguró que no había sido nada. 
-Mis amigas son unas bobas-afirmó Estelle. 
-Los ingleses tienen una mala opinión acerca de nosotros, los americanos-se lamentó Olivia. 
-Te aseguro que nosotros pensamos lo mejor de ti. Mis padres...Mi hermano...Yo...
-Lo sé. Y os lo agradezco de veras. 
              Estelle tenía el rostro redondo. Era rubia, igual que su madre. También era bajita y delgada. Su piel era blanca como la leche. 
             Olivia se puso de pie. 
            Se sentó al lado de su prima en la cama. 
           En el fondo, Estelle era una niña. Las curvas de su cuerpo ya se notaban. En cuestión de meses, cumpliría dieciocho años. Había nacido, al igual que su hermano mayor Jai, en una noche de tormenta monzónica. 
-No ha pasado nada-le aseguró Olivia. 
              Estelle sabía cómo comportarse en sociedad. Sabía cómo caminar. Sabía bordar. Sabía tocar el piano. Sabía pintar bodegones. De hecho, era frecuente verla con el cuaderno de dibujo en la mano. Tenía varios retratos de su hermano Jai. 
-Espero que me dejes guapo-le decía. 
             Jai...
             Para Olivia, aquel hombre suponía todo un misterio.
             Vivía en su propia casa. Pero iba mucho a visitar a sus padres. Tenía su propio negocio. Pero también participaba en la compañía de su padre. 
              Era trece años mayor que Estelle. Sentía verdadera adoración por ella. 
              Cuando lo conoció, le pareció un hombre muy serio. Incluso, Olivia llegó a pensar que era antipático. 
               No era hijo de su tía Bridget. Era fruto del primer matrimonio de su tío, sir Joshua. 
              Su tío había escandalizado a la sociedad inglesa al casarse con una joven hindú y tener un hijo con ella. Chandramani, que así se llamaba su primera esposa, era la hija del jefe de una tribu de las montañas. Se conocieron cuando sir Joshua fue a inspeccionar los Árboles del Té. Fue todo un flechazo. Se enamoraron nada más verse. Sir Joshua se negó a hacer lo que hacían otros compatriotas suyos. Es decir, tomar a Chandramani como amante y buscarse una esposa inglesa. 
             Después de vivir un bonito encuentro en las montañas, sir Joshua decidió que debía cumplir como un caballero. Hizo lo imposible hasta que obtuvo, finalmente, la licencia para desposar a Chandramani. Su madre, lady Stella, montó en cólera cuando se enteró de que su hijo se había casado con una hindú. 
            Jai nació apenas dos años después de casarse. Sin embargo, la felicidad duró poco. Chandramani murió a consecuencia de una fulminante enfermedad cuando su hijo tenía ocho años. Dos años después, sir Joshua conoció a Bridget Halliwell durante un viaje que hizo a Inglaterra en compañía de Jai. 
            Bridget estaba a punto de convertirse en una solterona. Su hermana menor, Sarah, había protagonizado un sonado escándalo tras fugarse con un humilde joven irlandés, Sean O' Rourke. Bridget protagonizó otro escándalo al casarse con sir Joshua. Y querer a su hijo mestizo Jai como si fuera suyo. Al llevar Jai los apellidos de su padre, no era ningún bastardo. De hecho, había heredado los ojos de color gris de su abuela lady Stella. Unos ojos que había heredado también sir Joshua. Pero la gente seguía mirándole con malos ojos. 
              Olivia tenía la sensación de que estaba en guardia. Por ese motivo, se mostraba serio hasta parecer antipático. Sólo se relajaba cuando estaba con su hermana Estelle. Recordaba con total nitidez el momento en el que su madrastra le mandó llamar. 
-Cariño, mira que hermanita más bonita tienes-le dijo Bridget con una sonrisa cansada. 
              Con el paso de los años, Jai había cuidado de Estelle. Era su hermano mayor. Pero también era su protector. Su hermana era la única que le hacía reír. El día antes, Olivia había visto a Jai corretear por el jardín persiguiendo a Estelle. Los dos se reían a carcajadas. 
-¡Como te coja!-le decía Jai a su hermana. 
-¡No me cogerás!-le retaba Estelle. 
           Jai había visto a su hermana crecer. Estelle sabía cómo debía de portarse. Sin embargo, atacaba con auténtica ansia la comida. Le gustaba correr y saltar. Era alegre. Le gustaba mucho hablar con los demás. Dejaba mostrar la verdadera naturaleza de su ser. Olivia descubrió un corazón bondadoso y dulce en su prima. Sintió envidia de la relación que existía entre ésta y Jai. Le habría gustado tener un hermano. Olivia era hija única. 
            De algún modo, Estelle era la Reina de la casa. Sus padres eran personas justas. La regañaban cuando tenían que hacerlo. Pero también se plegaban a sus deseos en ocasiones. Sin embargo, Estelle carecía de los defectos de una jovencita mimada. No era nada exigente. Era amable y cariñosa con todo el mundo. Era imposible no quererla. De algún modo, su presencia paliaba el dolor de Olivia. Estelle se ponía en su lugar. Y sentía que se moriría de pena al estar tan lejos de casa. 
-Pero piensa que un año pasa deprisa-le aseguró a su prima. 
-En un año pueden pasar muchas cosas-se lamentó Olivia-¿Y si mi padre no regresa? ¿Y si le pasa algo? ¿Y si se olvida de mí?
-No digas eso, Libby. ¿Cómo se va a olvidar el tío Sean de ti? ¡Eres su hija! Estoy segura de que te echa de menos en estos momentos. 
-No lo sé. 
-Tienes que tener fe. Me lo dice mi madre muchas veces. 
-Eres muy generosa, Estelle. 
             Olivia besó a su prima en la frente. 
             Estelle estaba floreciendo. 
             Se estaba convirtiendo poco a poco en una belleza. Olivia se preguntó qué clase de hombre le interesaba. Sus tíos estaban demasiado ocupados buscándole pareja. Muy especialmente...Su tía...
-No hagas caso a mi madre-la exhortó Estelle-Está hecha toda una casamentera. 
-¿Y tiene éxito?-inquirió Olivia. 
-De momento...Ha intentado buscarle pareja a mi hermano. Pero Jai es demasiado feliz siendo soltero. Mi padre quiere ser abuelo. Tendrá que esperar. 
              Olivia sonrió. 
              Jai...
              Aquel hombre se estaba colando poco a poco en su mente. 
             Un hombre serio...Pero que adoraba a su hermana menor. 

viernes, 26 de julio de 2013

¡HE VUELTO! Y TRAIGO CONMIGO UN NUEVO TROCITO DE "UN SUEÑO HECHO REALIDAD"

Hola a todos.
Como ya os habréis fijado, mis vacaciones hace unos cuantos días que han terminado.
De momento, estoy muy ocupada corrigiendo Cruel destino porque es una historia que me gustaría terminar. También tengo pendiente el final de No te vayas, junto con un epílogo largo que contará la historia de Eunice, la hermana de la protagonista, Amanda.
Pero no me olvido de mi querido fanfic de Olivia y Jai, Un sueño hecho realidad. 
Sin embargo, al estar ocupada con otras cosas, voy a tomarme el fanfic con calma. Tengo otros proyectos en mente, así que este fanfic irá poco a poco. Sin prisas, pero sin pausas.
Hoy, entraremos de lleno en materia. Daniel vivirá el peor momento de su vida al perder a María. Pero no olvida los extraños sueños que tiene con cierta chica rubia.
¿Quién será? ¿Podrá superar el dolor por la pérdida de su mujer?
Lo iremos averiguando con el paso de los días.

     Era un día de otoño de 1990.
                       A Daniel Rodríguez Méndez le habían dado el alta en el hospital. Había pasado ingresado tres meses.
                      Había tenido muchos sueños extraños a lo largo de su estancia en el hospital. Delirios provocados, sin la menor duda, por la gravedad de sus heridas. La enfermera que lo atendía en el turno de noche le informó de que había estado en coma durante algunos días. Lo cual explicaba el porqué de aquellos delirios.
                    Le tocaba enfrentarse a la realidad.
                     Ya no le interesaba la chica que había visto en sus sueños.
                      Había pensado que era un ángel. Él se estaba muriendo. Y aquella hermosa joven lo iba a llevar al Paraíso, donde le esperaban Alejandra y el niño que aún no había nacido. La joven era rubia y su pelo era liso. Lo llevaba suelto. Le llegaba hasta la cintura. Iba vestida como en la serie de Norte y Sur. O algo así...
                   Sus ojos eran de color azul cielo. Tenía un rostro redondo. Igual que la Luna llena...Nunca antes había visto a una chica así, excepto en sus sueños. Pero aquellos delirios eran demasiado reales como para ser calificados como sueños. La joven le hablaba en un inglés perfecto. Y se sorprendía así mismo respondiéndole en el mismo idioma. ¿Dónde cojones estaban? Desde luego, no estaban en Madrid. Había una magnífica mansión. Y ellos estaban en un jardín. Pero no era ningún lugar que Daniel conociera. A lo mejor, lo había visto. Pero por la tele...¡Y no precisamente en Norte y Sur! Trató de hacer memoria. ¿Pabellones lejanos quizás?
                      Cuando, por fin, pudo hablar, preguntó por Alejandra. ¿Cómo estaba ella? ¿Cómo estaba su hijo? ¿Estarían bien los dos? Como pudo, le dio al médico una descripción de su mujer. Pelo oscuro... Esbelta...Las noticias que recibió fueron malas.
-Lo siento, señor-dijo el médico-Me temo que su esposa ha muerto.
                      Se lo comunicó con mucha profesionalidad, sí. Pero también con mucha frialdad...Daniel sintió que las peores de sus pesadillas se habían hecho realidad. María había muerto. ¡Su María! Lanzó un grito desgarrador. Sentía que alguien le estaba clavando un puñal en el corazón. Todavía podía recordar el último beso que le dio María. La última vez que estuvieron juntos. María...¡Su esposa!
                      Una enferma fue a cambiarle el gotero aquella tarde. Le contó que su esposa era muy guapa. Que parecía una novia cuando la vistieron antes de trasladarla al tanatorio. Había acudido mucha gente a despedirse de ella. Debía de ser muy querida.
-¡Váyase a la mierda!-le increpó Daniel.
                      Y rompió a llorar. Le dio un ataque de nervios. Se le descompesó la tensión. Incluso, llegó a subirle el azúcar. La enfermera, alarmada, tuvo que llamar al médico. Éste tuvo que sedar a Daniel para tranquilizarle. El muchacho estaba destrozado. Y lo entendía. Daniel se quedó profundamente dormido. Pero, cuando despertó al día siguiente, todo seguía igual. No se trataba de una pesadilla. María había muerto. Y él estaba en un hospital. Vivo...
                  Nunca más volvería a tener a Alejandra entre sus brazos. Nunca más volvería a ver su cara. Era cierto que su matrimonio había tenido altibajos. Los altibajos, en realidad, siempre habían estado presentes en su relación. Pero eso a él no le había importado. Sólo quería a Alejandra.
                 No quería recuperarse. Lo que quería era morirse. Si se moría, estaría al lado de Alejandra. Nunca más volverían a estar separados. Pero Daniel seguía vivo. Seguía aferrándose a la vida con desesperación. Aún teniendo el corazón destrozado. ¡Estaba vivo! No quería comer. Aún así, terminaba comiendo. Y se maldecía así mismo por ser tan egoísta. Por querer vivir cuando Alejandra ya no estaba a su lado. 
                      Tres meses, pensó Daniel, sentado en aquella cama. Tres meses desde que sufrió aquel accidente. Tres meses desde que su vida se fue a la mierda. ¡Tres jodidos meses! Aún sentía el impacto del coche que venía en dirección contraria contra su Ford Fiesta.
                      Le quedarían numerosas secuelas físicas del accidente. Muchas cicatrices porque había quedado muy mal. Pero las peores secuelas eran las que le quedarían en la mente.
                     Estaba solo.
                     Sus padres habían muerto algún tiempo atrás.
                     Y también estaba muerta Alejandra.
                     El médico entró en la habitación y le dijo que ya había firmado el parte de alta.
-Ya puede irse cuando quiera-le dijo-Y espero no tener que verle por aquí.
                     Le sonreía. Una sonrisa que Daniel interpretó como falsa.
-Gracias por todo-se limitó a decir.
                     No quería regresar a su casa. Alejandra no estaría allí esperándole. Ella le había hablado de empezar a preparar la habitación del crío. Su hijo...
                    Daniel cogió la bolsa en la que había guardado sus cosas.
                    No sólo había muerto Alejandra en aquel jodido accidente.
                    También había muerto el hijo que esperaba.
                    Salió de la habitación con paso cansado.
                   No iba a echar de menos a los médicos ni a las enfermeras del hospital. Se alegraba de poder abandonar aquel lugar que olía a limpieza. No quería regresar a su casa, en el barrio de Malasaña. Porque estaría solo.
                   Las comidas en el hospital eran asquerosas. Los compañeros de habitación o eran unos bordes o querían saber más de la cuenta. Las enfermeras le habían parecido muy pesadas. Una inyección por aquí. Come, que te vas a quedar en los huesos. Y él no quería comer.
                   Bajó en ascensor, junto con otras personas, en medio de un incómodo silencio. Abandonó el ascensor y se dirigió a la puerta de salida. No había nadie fuera esperándole en la calle. Estaba solo. No había llorado desde que el médico le comunicó con voz muy fría que María había muerto.
                  Alejandra...Su Alejandra...El amor de su vida...Su alma gemela...
                   Nunca más volverá a ver sus hermosos ojos de mirada felina. Jamás volverá a besarla. No volverá a ver su cabello de color negro como el carbón. Nunca más volvería a acariciar a aquel pelo. Ni querría jugar con él. Siempre lo llevaba suelto. No volverá a ver su carita ovalada. Ni a tocar su piel blanca. Daniel trató de ser fuerte. Pero Alejandra no estaba allí para abrazarle. No volverá a verla, tan esbelta y tan perfecta. No había mujer más guapa en el mundo que su Alejandra. Se lo decía. Y ella se reiría.
              Ella nunca le mirará con dulzura, como solía mirarle. Ni le sonreirá del modo tan encantador que le sonreía. Todo se había acabado. Su adorada Alejandra se había ido para siempre. A veces, durante el tiempo que permaneció inconsciente tras el accidente, pensó que Alejandra estaba allí. Que le besaba en la mejilla mientras él quería morir. Que ella no se había ido.
              Daniel quería recordar los buenos momentos vividos al lado de su mujer. Quería olvidar las peleas. La incomprensión de Alejandra...La impotencia de pensar que era incapaz de hacerla feliz.
-Tienes que vivir-le había dicho su espíritu.
-No puedo vivir sin ti-había pensado Daniel.
-Lograrás salir adelante aunque yo ya no esté contigo, Dani.
                Todo había sido un sueño. Había despertado y se había dado cuenta de que Alejandra ya no estaba a su lado.
                   No volvería a despertarle soplándole en la nuca, como solía hacer. Su historia de amor había terminado. Un puto coche había aparecido y había matado a Alejandra y a su hijo. Daniel estaba solo. Siempre estaría solo.  
                   ¿Cómo podía seguir viviendo si le faltaba María? Todos los planes que habían hecho de futuro.
                   Llevaban juntos ya siete años, desde el instituto.
                   Hacía cuatro años que se habían ido a vivir juntos.
                   Daniel y Alejandra nunca habían pensado en tener hijos.
                   La noticia del embarazo de Alejandra le había pillado por sorpresa a Daniel. Pero, enseguida, se puso muy contento. Si era niño, sería hincha del Madrid, como lo era él. Y si era niña, pues también, que las niñas podían jugar al fútbol. Le habría enseñado a pintar. Le habría enseñado a cantar. A tocar algún instrumento.
                   Alejandra sólo estaba embarazada de dos meses cuando ocurrió el accidente.
                   Daniel hizo el trayecto del hospital a su casa a pie.
                  No quería coger un taxi.
                    Tuvo que admitir que le daba miedo la idea de meterse dentro de un coche. Pero pensó que no le importaba morir. Alejandra había muerto. ¿Qué sentido tenía la vida si le faltaba su principal razón de ser?
                    Llegó a su casa, un piso bastante bonito. Tenía pocos muebles y muchos cuadros. La cama era una especie de colchón hinchable tirado en mitad del suelo. El grupo de Daniel había firmado un jugoso contrato con una importante productora musical. Pero el contrato se había rescindido tras el accidente.
                    Se dejó caer en una silla que encontró en la salita de estar.
                    Todo lo que estaba allí le recordaba a Alejandra.
                    Nunca le habló de aquellos extraños sueños que tenía. Tenía la sensación de que Alejandra pensaría que le estaba siendo infiel. En los sueños, Daniel se veía así mismo hablando con aquella chica. Era preciosa, lo admitía. Con su pelo rubio...Menudita...No se parecía en nada a Alejandra. Era todo muy raro.
                   Daniel conocía a muchas rubias. Algunas amigas de Alejandra eran rubias. Dos primas suyas eran rubias. Pero la chica que aparecía en sus sueños no tenía nada que ver con ellas. No la había visto en su vida.
                   Y el sueño...Era como estar metido en una serie de la tele. ¡Sólo faltaba la música de violines al fondo! Un escenario exótico...Una magnífica mansión...Trajes sacados de una fiesta de disfraces...Sólo faltaba ver gente llorando y parejas de enamorados jurándose amor eterno entre sollozos. Era un sueño. ¡Pero parecía tan real! Daniel no entendía el significado de aquel sueño.
                   Casi podía verla sentada en el viejo sofá mientras miraba Cristal. Él se reía y le decía que se estaba haciendo vieja. Viendo sólo un estúpido culebrón que le había sorbido el seso a todas las mujeres del país. Ella le decía que debía de ser más como el galán del culebrón, un tal Luis Alfredo.
-Preño a una y me caso con la otra-se burlaba Daniel.
-Se casa con Marión porque ella le dice que el hijo que espera es suyo-le recordaba Alejandra-Pero, en realidad, es del otro.
-¿De qué otro?
-De Gonzalo...
-¿Y a mí qué me importa?
-Debería de importarte.
                 Daniel sintió cómo las lágrimas se agolpaban en los ojos. Un sollozo se escapó de su garganta.
                 No reprimió el llanto.
                 Alejandra...El bebé...Los dos se habían ido. Y él deseaba estar muerto sólo para poder estar con ellos.
                Los días que siguieron fueron un auténtico Infierno.
                   No comió nada.
                   ¡Y eso que la cotorra que vivía enfrente de él iba a preguntarle si quería comer algo! ¿Quién se había creído que era?
                   Daniel no quería mostrarse desagradable con nadie. Sólo quería estar solo. Pero ni eso le respetaban.



                  Una tarde, estaba viendo un video casero en el que aparecía Alejandra cuando sonó el fonopuerta. No quería cogerlo, pero el fonopuerta no paraba de sonar de manera insistente.
                  Era El Largo.
-¡Dani, tío, abre de una puta vez!-le instó desde la calle-¡Que soy yo!
-¡Te he oído!-casi gritó Daniel.
                  El Largo y él eran colegas desde que iban al instituto.
                 Eran casi como hermanos.
                  El Largo había pasado muchas noches en vela en el hospital. Cuando los médicos aseguraban que Daniel no viviría mucho. Por supuesto, negaba el haber llorado por su colega. Siempre había tenido reputación de tío duro. Eso no iba a cambiar. Pero había sufrido al ver a su amigo tan destrozado. No por las heridas sufridas por el accidente...Era por todo. Por la muerte de Alejandra...Por la pérdida del bebé...
                  Se saludaron chocando las manos. Como hacían siempre que se veían.
-¡Joder, tío!-se quejó El Largo-¿Por qué no me has contado que te habían echado del hospital?
-Porque no quería molestarte, tronco-contestó Daniel.
                 Lo hizo pasar dentro.
                 La tele estaba enchufada.
            Se hizo un silencio sepulcral. Se veía a Alejandra en la tele. Estaba cantando la canción de Cristal, que era su favorita.
-Mi vida eres tú-le cantaba a la cámara.
                Era Daniel el que la sujetaba.
-No hace falta que te pregunte cómo estás, colega-admitió El Largo.
-Estoy muy mal, tío-se sinceró Daniel.
               Su amigo apagó la tele, aún con el vídeo encendido.
               Los dos se dejaron caer al suelo.
-¿Estás drogado?-le preguntó El Largo.
-No, pero no por falta de pelas-respondió Daniel-No quiero ni salir a la calle.
               Latas de cerveza vacías y, posiblemente, caducadas, inundaban la salita. Daniel encendió su enésimo cigarrillo. Así había pasado los últimos cuatro días. Fumando, bebiendo cerveza y viendo vídeos caseros.
-¡No puedes seguir así!-afirmó El Largo-¡Esto no es vida!
                Daniel le tuvo que dar la razón. La vida no era vida si Alejandra no estaba a su lado. No podía besarla. No podía abrazarla. No podía acariciarla. ¿Qué le esperaba en los próximos años? La soledad...
A lo mejor, un día, se pegaba un tiro, como había hecho un colega suyo del instituto.
-¡No sé qué hacer!-se sinceró Daniel-Yo antes lo tenía todo. Tenía a Alex. Íbamos a tener un crío. Y...
Pasó aquel puto accidente. Y...
-Ella no querría verte así-le aseguró su amigo-Alex quiere verte fuerte. Entero...
-¡No puedo!-Daniel lloraba amargamente-No puedo estar fuerte. Si no Alex no está conmigo.
                Había decidido que no podía seguir viviendo en aquel piso. Todo estaba lleno de recuerdos de Alejandra.
-Me voy, Largo-decidió.
                Su amigo lo miró pensando que se había vuelto loco.
-¿Cómo que te vas?-se escandalizó-¿Adónde?
-No lo sé-contestó Daniel-Pero yo me las piro. No puedo seguir viviendo aquí.
                Miraba por todas partes y lo único que veía era a Alejandra.
-¡No puedes irte así como así!-insistió El Largo-¿En qué vas a trabajar? ¿De qué vas a vivir?
-Estás empezando a hablar como mi viejo-observó Daniel-Yo sé pintar.
-En tus ratos libres...Pero tú eres cantante.
                 Daniel negó con la cabeza.
                 No podía cantar.
                No podía subirse a un escenario y cantar como cantaba antes. No podía tampoco inspirarse para pintar. Alejandra siempre había sido su Musa. Tanto cuando cantaba como cuando pintaba. Le faltaba el aire. Le faltaba ella. Su mujer...
                ¿Qué iba a hacer sin ella?
-¡Te necesitamos!-insistió El Largo-La banda te necesita, maldita sea. ¡No puedes irte!
-Tú eres un buen cantante-le aseguró Daniel-Y un magnífico compositor...
-Pero no soy como tú.
                   Pero Daniel ya había tomado una decisión.
                   Se iba.
                    Necesitaba poner tierra de por medio.
                  Alejarse de todo lo que le recordaba a Alejandra.
-Has estado viendo demasiada tele-afirmó El Largo-Siempre se ha dicho que ver mucha tele estropea el coco. Y, ahora, es peor todavía. ¡Cadenas privadas! ¿A quién se le ocurre? No les basta con tener La 1 y La 2. Ponen Antena 3, Canal Plus y TeleCinco. Y no sé cuál de las tres es peor. Canal Plus dan casi toda su programación codificada. ¿Quién quiere ver rayas?
-No es por la tele-trató de decirle Daniel, pero su amigo seguía enfrascado en su discurso contra la tele.
-En Telecinco o dan series malas o dan galas malas en las que alguna tía enseña las tetas. Lo cual estaría bien, pero mi novia me capa si se entera. Y en Antena 3 dan sólo programas para moñas
-Y Noche de Lobos...
-¡No puedes irte, Dani, mierda!
-Lo siento, tronco. Pero lo tengo decidido.
                  Daniel se puso de pie y miró con tristeza el piso en el que él y Alejandra habían estado viviendo durante más de dos años. Escuchaba la voz de Alejandra cuando le hablaba. Podía oírla cantar. Incluso podía aspirar su perfume.
                  Su amigo tenía razón. Tenía que ser fuerte.
                  Pero no podía seguir fuerte si seguía viviendo en aquel piso. Tenía que alejarse de allí y de sus recuerdos. Olvidar. Pero nunca olvidaría a Alejandra. Nadie ocupará su lugar, se juró Daniel así mismo. Ella ha sido la única mujer en mi vida. Y lo seguirá siendo. Ninguna otra chica me hará olvidar a Alejandra.

domingo, 7 de julio de 2013

CERRADO POR VACACIONES

Hola a todos.
Creo que el título de la entrada lo dice todo. Voy a tomarme unas merecidas vacaciones.
Cuando regrese, será en septiembre.
Tengo que descansar un poco. Los últimos meses han sido muy agitados para mí.
Cuando regrese, lo haré con la mente despejada. Y con las pilas bien cargadas...
Hasta entonces...
¡Felices vacaciones! Nos vemos en septiembre. Aunque...¡También podríamos vernos antes! ¡Eso no se sabe tratándose de una servidora, je, je!