domingo, 6 de abril de 2014

UN SUEÑO HECHO REALIDAD

Hola a todos.
Hoy, después de romper con Nando, Ana acudirá a su cita con Daniel.
Todo puede pasar en esta cita.

                              Daniel llegó primero a La Puerta Falsa. Se quedó esperando la llegada de Ana en el umbral de entrada al local.
                              Es una locura, pensó.
                              Su vida había cambiado para bien en los últimos meses. Había encontrado un trabajo como cajero en el Continente. 
                              Incluso, estaba pensando en alquilar un piso. Estaba cansado de vivir en el albergue. Le habían dado ropa nueva y limpia. Se duchaba todos los días. Se cambiaba de ropa. Presentaba mucho mejor aspecto que cuando llegó por casualidad a Murcia.
-¡Hola!-le saludó Ana acercándose a él.
                          Se dieron dos besos en las mejillas a modo de saludo y entraron dentro del local.
                          Tomaron asiento en una de las mesas del fondo.
                         Alguien estaba tocando el piano. El escenario se encontraba vacío.
-Todas las noches, hay actuaciones aquí-le comentó Ana-Viene algún artista famoso a cantar. O se celebran recitales de poesía. Hemos llegado un poco temprano.
                         Una camarera se acercó a ellos y les entregó sendas cartas. Daniel pidió croquetas de queso de tetilla como primer plato. Ana, por su parte, se decantó por las croquetas de arroz negro.
-Cuéntame-le pidió la joven a Daniel-¿Qué es de tu vida?
-Sigo viviendo en el albergue-contestó el muchacho-Pero creo que pronto lo voy a abandonar. He encontrado trabajo y estoy ahorrando para irme de allí y alquilar un piso.
                        La camarera no tardó en regresar con lo que la pareja le había pedido. Les sirvió agua en copas de cristal. Daniel atacó su plato de croquetas de queso de tetilla. Tenía hambre. Se sentía un poco intimidado por estar en aquel lugar. Pero más le intimidaba la cercanía de Ana.



-Hace mucho tiempo que no salgo con una chica-le confesó.
-Debo de sentirme halagada-bromeó Ana.
-Lo digo en serio.
                         La mirada de Ana se posó en un anillo que lucía Daniel en el dedo anular de la mano izquierda. Un escalofrío recorrió su columna vertebral. Reconocía lo que significaba aquel anillo. El joven adivinó los pensamientos de Ana.
-Mi mujer falleció hace más de un año-le contó-Íbamos en coche y tuvimos un accidente.
-Lo siento mucho-se lamentó Ana-Pero...Eres muy joven para ser viudo. No debes de ser mayor que yo.
-Alejandra y yo nos queríamos mucho. Fuimos novios en el instituto. Después, no podíamos vivir el uno sin el otro. Éramos muy diferentes. Pero queríamos estar siempre juntos.
                       Sintió cómo un nudo se le formaba en su garganta. Ana le cogió la mano por encima de la mesa.
                       De pronto, Daniel se sintió confortado. Era una sensación extraña. Pero, al mismo tiempo, era una sensación agradable.
-Alejandra era de Somosaguas, igual que yo-prosiguió-Cuando ella murió. Cuando me recuperé. Me marché. No podía seguir viviendo allí.
-Yo acabo de romper con mi novio de toda la vida-se sinceró Ana-No es lo mismo. No estaba enamorada de él.
                      Daniel pensó que Ana y él eran muy parecidos en algunos aspectos. Él había perdido a Alejandra, su novia de siempre, su esposa. Y Ana había roto con su novio de siempre. Por algún motivo, se habían encontrado. Y se encontraban en aquel lugar cenando.
                      Había mucha gente en el local. Se les oía hablar mientras cenaban. Incluso, se les oía reír. Había algunas parejas de enamorados diciéndose ternezas.
                     Daniel deseaba poder empezar de nuevo y la vida le estaba dando otra oportunidad. Ana quería vivir una historia de amor parecida a las historias de amor que tanto había leído.
                     Abandonaron el local al cabo de hora y media.
-Te acompaño a casa-se ofreció Daniel.
                       Hicieron el trayecto hasta el dúplex de los Hidalgo andando.
-Me ha gustado mucho cenar contigo-se sinceró Daniel-Y me gustaría volver a repetirlo.
-O cenar-matizó Ana-O ir al cine. ¡Cuando quieras!
-Entonces...¿No te importa que te vuelva a invitar a salir?
-Somos dos personas libres. No estamos haciendo nada malo. Nos estamos conociendo.
-Tienes razón.
                      Se detuvieron ante la verja abierta del dúplex de los Hidalgo.
-¿Quedamos en vernos mañana?-inquirió Daniel-Podríamos dar un paseo.
-En el Paseo del Malecón...-contestó Ana.
-¿Te parece bien a las seis de la tarde?
-Perfecto...
                      Se despidieron dándose dos besos en las mejillas.

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