Hola a todos.
En el fragmento de hoy, veremos cómo Ana empieza a escribir el fanfic de Olivia y Jai.
Quería introducir los nervios que siente Ana a la hora de escribir. Sus dudas y todo lo que pasa por su cabeza. A mí me pasa cuando escribo.
Los nervios de Ana se ven multiplicados al escribir el fanfic de su novela favorita.
Espero que os guste.
La novela no daba muchas pistas acerca de la descripción física de Estelle. Ana golpeó el boli contra la libreta.
Su idea inicial era escribir varios relatos partiendo de la historia de Olivia y Jai. Quería contar aquella historia de amor a su modo. Como a ella le hubiera gustado escribir. Con un Jai menos vengativo y más dispuesto a luchar por Olivia.
Quería proseguir con un relato dedicado a Estelle.
Por supuesto, la prima de Olivia no iba a terminar con aquel petardo del capitán Sturges. ¡Ni de coña! Ana se había resignado a terminar casada con Nando, pero con Estelle sería distinto. Ella acabaría con su Príncipe Azul. ¡Ya se encargaría Ana de buscarle un hombre a su medida!
Evidentemente, Estelle quedaba eclipsada al lado de su prima Olivia. Sin embargo, Ana se encargaría de hacerla brillar. Miró la hoja en blanco. Tragó saliva.
Veía a Estelle saliendo de su casa cuando Jasmine tiró a Olivia a la acequia. Llevaba a su perrita Clementine en brazos. Cabello al viento...¿Llevaba el pelo suelto? Sólo se describía a Olivia, que se había caído dentro de la acequia. Los demás personajes parecían sombras que se movían a su alrededor.
Imaginó la escena del cumpleaños de Estelle. Cuando la joven fue corriendo a buscar a Olivia y le contó que el capitán Sturges la había besado. Y que le había metido la lengua en el interior de la boca. ¡Ni siquiera sabía besar el muy inútil!, bufó Ana.
Olivia sólo había sido cariñosa una vez con Estelle. Cuando lloró en sus brazos porque Jai le había secuestrado a su hijo Amos. Los demás gestos de cariño que Olivia había tenido hacia su prima, sus besos y sus abrazos, habían sido una farsa. La odiaba porque la creía la amante de Jai, aún después de saber que, en realidad, eran hermanos. ¿En serio Estelle había yacido entre los brazos de Jai?, había pensado Olivia.
El objeto de su odio no era Jai. Era, en realidad, Estelle. ¿Llegó a quererla antes de huir con Jai? Ana lo dudaba.
Se dio cuenta de una cosa. De un tiempo a aquella parte, todas los personajes femeninos secundarios de las novelas románticas que solía leer eran rubias. Rubias y primas de la heroína...En primer grado...En segundo grado...Eso no importaba. ¡Esto es ridículo!, pensó Ana. Se sintió tentada a cerrar la libreta y a guardar el boli. ¡No sabía qué escribir! La decisión que había sentido antes la había abandonado. Era inútil reescribir el romance de Olivia y Jai.
Estelle merece tener su propia historia, volvió a pensar. Estelle tiene mucho genio y sabe lo que quiere. Ana comparó mentalmente a la hija de sir Joshua con su prima Olivia. En comparación, la joven O' Rourke salía perdiendo. A veces, Ana creía odiar a Olivia. La admiraba con toda su alma. Pero llegaba a aborrecerla. No atendía a explicaciones. Se portaba igual que una mocosa malcriada.
Pensó que el capitán Sturges no encajaba con Olivia.
Le parecía un sacrilegio sustituir a Jai por un pelele como aquel capitán. ¿Cómo reescribo yo esta historia?, se preguntó Ana. No podía escribir una chorrada. Tenía la sensación de que todas las ideas que pasaban por su mente le parecían una chorrada.
¡Olivia no se lo merece!, quería gritar.
Se trataba de empezar de nuevo. De darle un nuevo comienzo a aquella hermosa historia de amor. De convertir a Olivia en la heroína que prometía. De hacer de Jai un hombre más valiente y menos vengativo. A veces, pensó Ana, la cobardía se escondía tras una fachada vengativa. El deseo de venganza de Jai no conocía límites. Pero él sabía que existían unos límites. Lo que pasó fue sencillo. Era un cobarde y tuvo miedo.
Encima de la mesilla de noche, había una foto de Ana de cuando tenía trece años. En aquella época, Ana se había sentido fascinada (y aún lo estaba) por la música punk. Para disgusto de sus padres, se cortó el pelo. No se hizo una cresta de milagro. Pero llevó el pelo corto durante cosa de año y medio más o menos. A su madre le dio un soponcio cuando la vio salir de su habitación de aquella guisa. Pensó que su hija se había vuelto loca. Su padre, en cambio, se echó a reír. Lo cual irritó aún más a su madre.
Durante aquella época, Ana solía llevar los labios pintados de negro. Sus ojos estaban siempre marcados con delineador negro. Sus uñas también estaban pintadas de negro. Los vaqueros los llevaba rotos. Y solía vestir camisetas con dibujos de esqueletos y zombies.
Rita y Adolfo acabaron hartos y tiraron las ropas de su hija a la basura. Obligada por sus padres, Ana empezó a ir más pija al instituto.
Seguía vistiendo como una pija.
De alguna manera, entendía el deseo de Estelle de rebelarse contra sus padres.
Evidentemente, la acción transcurriría en la India colonial. Ana no estaba dispuesta a hacer viajar a los Templewood hasta Sacramento. Pero lady Bridget sí debía de estar en paz con Sarah. Dos hermanas no pueden pasarse la vida disgustadas. Su tía Sara y su madre nunca se habían llevado especialmente bien. Cuando Sara murió, Rita cayó en una profunda depresión. Al igual que lady Bridget, Rita sentía que no terminaba de entender a su hermana.
Estuvo a punto de tirar la toalla. No sabía cómo se lo montaba el amigo de Bárbara. ¡Escribir no tenía que ser tan difícil! Sobre todo, cuando se trata de reescribir algo que ya está escrito.
Lo dejo, decidió Ana.
Entonces, por su cabeza pasó una imagen delirante.
Vio la escena en su cabeza de Estelle con el capitán Sturges. Una escena no descrita, pero sí mencionada.
Pero no estaría con el pelele Sturges. Así era como Ana solía llamarle mentalmente.
Otro hombre ocuparía su lugar y sería mucho mejor que aquel tipo con la mentalidad de una lechuga. Estelle se enamoraría perdidamente de él y sería correspondida de igual manera. Ana no veía al pelele enamorado de Estelle y el enamoramiento de la chica le parecía más un capricho que otra cosa.
Movió con la cabeza. En su mente, empezó a aparecer una figura. Un par de ojos...Como las grosellas hervidas...
¿Estelle y Freddie?
Ana frunció el ceño. ¿Acaso Freddie, con su carácter débil, merecía ser redimido? No le veía tan pelele como al capitán Sturges. Era un alcohólico. Y estaba obsesionado con Olivia. Merecía ser redimido.
En su cabeza, imaginó a Freddie y a Estelle comiéndose a besos. Freddie sí sabría besar a Estelle. Sabría cómo meterle la lengua en la boca. Lo imaginó subiendo con sus manos la falda de la chica de manera disimulada. Revelando las medias blancas que debía de usar.
Ella nunca había vivido nada así con Nando. Era tan torpe como el capitán Sturges. Se preguntó si acaso su novio descendía de aquel inútil. Una risita se escapó de sus labios. Estaba cambiando el futuro de Estelle porque era incapaz de cambiar su futuro. Era lamentable. Muy lamentable...
El año en el que transcurriría sería el mismo. 1848, pero resultaba raro que Olivia no hiciera mención alguna a la fiebre del oro. Era natural de Sacramento, en el Estado de California. ¿Acaso Sean no le comentó en una de sus cartas que estaba llenándose Sacramento de buscadores de oro? Ana pensó que Sean estaba más pendiente de cortejar a la tal Sally que de saber cómo estaba su hija. En ningún momento, se le ocurre viajar a Calcuta para interesarse con ella.
Muchas palabras bonitas, pero pocos hechos.
Estás metida en un buen berenjenal, Anita, se dijo.
No había más remedio.
Escribió en la hoja que tenía delante de sus narices en blanco.
FICHA DE ESTELLE TEMPLEWOOD:
No es un mal comienzo, se dijo así misma. Escribiría cómo era Estelle. Partiría de la descripción de la novela. Y le añadiría algo de su propia cosecha.
PELO: COLOR RUBIO CLARO. LARGO. A VECES, SE LO RIZA.
FIGURA: ES ESBELTA. BIEN FORMADA.
OJOS: GRANDES Y REDONDOS. DE COLOR AZUL CIELO, MUY CLAROS. (HERENCIA FAMILIAR PORQUE SU TÍA, SU PRIMA Y SU MADRE TIENEN LOS MISMOS OJOS).
CARA: REDONDA COMO LA LUNA. DE FACCIONES ANIÑADAS.
TIENE QUE SER HERMOSA. ¡POR ALGO ES LA PROTAGONISTA!
¡Qué pijo me ha quedado!, se rió Ana.
NARIZ PEQUEÑA Y PUNTIAGUDA. PIEL CLARA (POR ALGO, SUELE LLEVAR UNA SOMBRILLA CUANDO SALE A LA CALLE).
PÓMULOS ALTOS.
ALGUNAS PECAS SALPICAN SU NARIZ, PERO NO MUCHAS.
QUE SEA ALTA.
Ana sonrió. Había vencido su miedo a la hoja en blanco.
Pasó un buen rato escribiendo. Las ideas fluían en su cabeza. Ideas que iban tomando forma poco a poco. Ideas que, al ser plasmadas en el papel, se tornaban reales. Auténticas...
Sentía a Estelle como alguien real. Una joven cercana a ella...Alguien que existía realmente en algún lugar desconocido para Ana.
Uy asi me siento cuando escribo, genial forma presentar lo que los autores sentimos. Un beso y te me cuidas
ResponderEliminarA todos los autores nos pasa lo mismo.
EliminarEl miedo a la hoja en blanco...A que lo que escribimos sea considerado como bazofia. Pero, luego, cuando ves cómo una idea va tomando forma y se ve plasmada en papel, la sientes más real.
Un fuerte abrazo, Citu.
Cuídate.