jueves, 3 de julio de 2014

UN SUEÑO HECHO REALIDAD

Hola a todos.
Hoy, vamos a ver cómo ha quedado todo tras la llegada del monzón.
Y Daniel empieza a recordar.

                                Estaba en su piso de Murcia.
                                Se encontraba sentado en el suelo, leyendo Olivia y Jai. 
                                Los rayos de Luna se colaban por la ventana. Daban de lleno en el libro. En la libreta...
                                De pronto, Daniel sintió como una fuerza tiraba de él. Una fuerza desconocida que le empujaba.
                               Aquella fuerza le sacó de su sueño. Le despertó porque sentía la necesidad de huir. No entendía nada de lo que estaba pasando.
                                 Pensó que la cerveza que había consumido le habían hecho perder la cabeza. ¡El libro se lo estaba tragando! ¿Se lo estaba tragando un libro de 800 páginas? En la tele hablaban de lo que significaba ser absorbido por la lectura. Había creído que se refería a que uno se quedaba leyendo absorto cuando el libro era bueno. Interesante...
                                La situación le pareció ridícula. Recordó tratar de aferrarse a algo. Pensó en pedir socorro. Pero, ¿quién le habría creído?
                                Despertó de golpe. Quería pensar que todo lo que había vivido en Calcuta había sido sólo el producto de aquel sueño tan disparatado. Ser absorbido por un libro era parte de aquel sueño. Como también formaba parte de él su encuentro con Estelle Templewood. La llegada del monzón...
                                Abrió los ojos. Recordaba sentir con total nitidez los labios de Estelle sobre sus labios ante la fachada de la Galería Real.
                                 Con sus manos, tocó algo blando. No estaba tirado en el suelo de su piso de Murcia. Estaba de nuevo en aquella amplia habitación. Y se encontraba acostado en aquella enorme cama. Se sentó de golpe. Al hacerlo, todos los huesos de su cuerpo crujieron.
-Veo que estás despierto-observó La Tacañona. Entró sin llamar en la habitación-Te portaste bien la otra noche. Aunque estuvo mal que lo hicieras.
-¿A qué te refieres?-inquirió Daniel.
-A ayudar a los sirvientes-contestó La Tacañona-Tapiaste ventanas. Achicaste agua.
                          Lady Birkhust no entendía el comportamiento de su hijo. Nunca pensó que estaría ayudando a los sirvientes en su lucha contra el monzón. Daniel estaba cubierto de agua y de barro. Su aspecto deplorable era todavía más deplorable.
-Le diré a una de las criadas que te prepare un baño caliente-decidió La Tacañona-Tu ayudante de cámara te traerá ropa limpia. Te dará un buen afeitado. Y te peinará. Me tienes que contar de dónde has sacado esa ropa tan horrible.
-¿A qué te refieres, tía?-le preguntó Daniel.
-No entiendo el porqué me llamas así. Pero te recomiendo que no vuelvas a usar ese término cuando hable contigo, jovencito. Me refiero a esa cosa que llevas puesta. Y a esos pantalones...Son muy raros. Y tus zapatos...
                                Daniel llevaba puestos unos pantalones vaqueros y rotos, una camiseta de manga corta que había conocido tiempos mejores y unos tenis con suciedad de antes incrustada. Tenía barba de varios días.
                             Se puso de pie. Lo único que quería era volver a su casa. A su piso...
-Mira, no entiendo nada-afirmó-Yo sólo estaba leyendo un libro. Y, de pronto, me he encontrado aquí.
-Tú nunca lees-le recordó La Tacañona.
-Era una novela. Pertenecía a Ana, mi novia.
-No conozco a ninguna Ana. Además, tú estás cortejando a la sobrina de los Templewood. A la señorita Olivia O' Rourke.
-¿Que yo soy el novio de Cara de Perro? ¡Anda ya! ¿Cómo voy a tirarle los trastos a esa tía?
-¡Frederick! ¡Por Dios! ¿Cómo se te ocurre hablar así de la señorita O' Rourke? Además, estabas muy interesado en ella.
-Tía, no me llamo Frederick. Me llamo Daniel. ¿Te enteras?
                                Lady Birkhust estaba escandalizada. ¿Cómo se le ocurría su hijo hablarle de aquel modo? ¿Y por qué decía que se llamaba Daniel? Pensó que se había vuelto loco o que podía estar un tanto confundido. De ser lo segundo cierto, se encargaría de sacarle de dudas.
                             Se sentó en la cama.
-Tu nombre es Frederick Alistair Birkhust-le explicó con suavidad-Y te recomiendo que no vuelvas a llamarme nunca más tía. Yo soy tu madre.
-¿Cómo dice?-se asombró Daniel.
                              Definitivamente, la situación no podía ir a peor.

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