Hola a todos.
Hoy, en el fragmento de Un sueño hecho realidad, los Templewood y los Birkhust abandonan Calcuta tras el monzón.
Al día siguiente, Olivia, lady Bridget, sir Joshua y Estelle abandonaron Calcuta. Jai se quedó en la ciudad para supervisar la labor de reparación de la casa. Estaba hecha un desastre. Muchos muebles se habían salvado. Pero la parte baja estaba inundada. La acequia se había desbordado.
-Tardaremos mucho tiempo en reparar el jardín-se lamentó lady Bridget cuando se subió al carruaje-Y, cuando esté creciendo otra vez la hierba, volverá el monzón.
-¡Dios mío!-se asustó Olivia.
-¿Te encuentras bien, Libby?-se interesó Estelle.
-Pudimos haber muerto. Esa tormenta...
Olivia rompió a llorar.
La familia Templewood partía en dirección a la villa que poseían en la isla de Dívar. Numerosos portugueses habían construido allí sus villas. Pero también vivían unas cuantas familias inglesas.
Los Birkhust también tenían una villa en Dívar.
Daniel tenía la mente hecha un lío cuando se subió al carruaje. No se reconocía cuando miraba la ropa que le había hecho ponerse aquel hombre de piel oscura. Tuvo la sensación de haber sido poseído por el espíritu del Pijo que vio frente a la Galería Real. Sí...Era la Galería Real.
Le habían preparado un baño de agua fría al no haber agua caliente. Le habían hecho meterse, no en una ducha (el desconocido de piel oscura no sabía lo que era una ducha), sino en una bañera de porcelana. La bañera podía moverse de una habitación a otra. Eso llamó mucho la atención de Daniel.
A continuación, aquel hombre quiso afeitarle. Pero no utilizó una máquina de afeitar.
¡Aquel loco le afeitó usando una navaja! Al verle avanzar hacia él con la navaja, Daniel empezó a chillar.
-Sahib, yo voy a afeitarle-le dijo el desconocido.
-¡Aléjate de mí o llamo a la pasma!-chilló Daniel.
La Tacañona fue la que le obligó a afeitarse. Daniel tuvo la sensación de que se había vuelto loco. Le mojaron la cara en una cosa llamada jofaina. Le pasaron jabón por la cara en vez de pasarle espuma de afeitar, como era lógico.
Le masajeó el desconocido la cara. Y, poco después, le pasó la navaja por la cara. Tuvo que reconocer que tenía las mejillas más suaves. Luego, procedió a peinarle. Pero el colmo vino cuando le vistió.
-¿Qué coño es eso, tío?-le preguntó al ver que le sacaba del armario una ropa desconocida para él.
Parecía estar sacada de una tienda de disfraces.
-Es su ropa, sahib-respondió el desconocido-¿No le gusta?
Llevaba puesta una camisa de color blanco. Tanto el puño como las mangas estaban rectos y Daniel se sintió incómodo. Su cuello estaba almidonado. También le incomodaba. Los pantalones le estaban muy ceñidos, en su opinión. Lo llevaba largo hasta los tobillos. Y lucía, además, un ridículo chaleco corto.
Lady Birkhust elevó la vista al cielo.
Necesitaba armarse de paciencia. Su hijo y ella iban a pasar una larga temporada en su villa en Dívar. Supuso que los Templewood también estarían allí. Y se habrían llevado con ellos a Olivia.
Con un poco de suerte, Freddie empezaría a visitar con más frecuencia a los Templewood y vería a Olivia. Entonces, sentaría la cabeza y se casaría con ella.
Daniel deseaba despertar lo antes posible. Odiaba estar metido en el interior de un carruaje con una Tacañona. Odiaba estar vestido de un modo ridículo. Y, sobre todo, odiaba tener que admitir que se encontraba envuelto en una situación absurda.
-¿Y usted cómo sabe que soy su hijo?-le preguntó a lady Birkhust-Puede ser que esté equivocada. Puede ser que yo sea un impostor que se está haciendo pasar por su hijo. ¡Yo qué sé!
-Eres mi hijo-respondió la dama-No soy tonta. ¡Y deja de una vez ese estúpido juego de no saber quién eres, Frederick!
Lo que Daniel más odiaba era ser Freddie Birkhust. Un personaje ridículo...Un tío que vivía obsesionado con Cara de Perro. Bien...Debía de encontrar la manera de salir de aquella situación surrealista. Y de volver a Murcia. Pero no sabía cómo.
-Nos espera un viaje muy largo, Frederick-le avisó La Tacañona.
Daniel se recostó contra el asiento. Se sentía cansado.
-Pues avísame cuando lleguemos-le pidió.
Pobre Daniel parece que su destino triste continua, te mando un abrazo y te me cuidas
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