Hola a todos.
Aquí os dejo con este nuevo fragmento de mi novela Un sueño hecho realidad.
Daniel visita la villa de los Templewood en Dívar para seguir cortejando a Olivia, en su rol de Freddie. Y se encuentra con Estelle.
Era algo raro.
Nunca antes había oído hablar de la isla de Dívar. Pero he aquí que se encontraba en aquel sitio.
Dio un paseo, mientras intentaba hacer memoria. Dívar...Dívar...
Tuvo que reconocer que la isla era un lugar interesante. Muy chulo...
Vivían unas cincuenta familias, entre inglesas y portuguesas, en aquel sitio. Le saludaron al verle.
No te saludan a ti, gilipollas, se recriminó así mismo Daniel. Saludan al tal Freddie. Y tú te pareces un huevo a ese tío.
No entendía nada.
La noche antes, no pudo conciliar el sueño.
Trató de recordar pasajes de Olivia y Jai. Desde luego, todo lo que estaba ocurriendo no se ajustaba en nada a lo que él había leído en la novela. ¿Y si tenía algo que ver con lo que había escrito Ana en su libreta? No había leído la libreta. Y se arrepentía de no haberlo hecho.
Tenía que buscar ayuda. Pero no sabía a quién recurrir. No conocía a nadie en aquella isla. Y, además, si contaba lo que le estaba pasando, probablemente, le tomarían por loco. O por algo peor...Y el tal Freddie tenía una fama espantosa.
Dívar era un pueblo muy bonito. Era un lugar tranquilo, muy diferente de Madrid, de Murcia o de Calcuta. Se rió para sus adentros.
Constaba de posada. Tenía una herrería. Se veían unos pocos carruajes en aquel lugar. Había casas más pequeñas. No sólo había villas.
También tenía un dispensario médico.
Acudir a merendar a la casa de los Templewood había sido un error. Daniel lo supo cuando entró en el comedor, donde Estelle y Olivia le estaban esperando. Cortejar a Olivia también era un error. Deseaba ponerse a gritar a los cuatro vientos que él no era Freddie Birkhust. Todo lo que estaba pasando era demasiado disparatado.
-¿Le gusta Divar, mister Birkhust?-le preguntó Estelle.
-Es un lugar muy interesante-respondió Daniel-Está guay.
-¿Cómo dice?-se extrañó Olivia.
-Quiero decir que me gusta.
-A mí también me gusta estar aquí-admitió Estelle.
-¿Piensan regresar muy pronto a Calcuta?-inquirió Daniel-¿O se van a quedar aquí más tiempo?
-Nuestra casa en Calcuta se inundó con la llegada del monzón. Es algo que se repite todos los años. Por eso, nos hemos venido aquí a pasar unas semanas mientras se realizan las obras de reparación. Jai está en Calcuta supervisándolo todo. No sé si papá viajará allí para ver cómo van las obras de reparación. Pero creo que es una tontería. Antes o después, volverán los monzones. ¡Y vuelta a empezar! Ya me entiende.
-Es una pena que no esté aquí. Su hermano, digo. No he tenido mucha relación con él. Me habría gustado hacerme amigo suyo.
Y preguntarle cómo salir de aquí.
Creía que el tío abuelo de Jai por parte de madre era una especie de yogui o algo así. Un sabio hindú...No se decía de ese modo en la novela. Pero Daniel creía que sí. Si hablaba con Jai, le llevaría hasta los Árboles del Té. La tribu de la madre de Jai, Chandramani, vivía allí. Podía pedir ayuda. Descubrir por qué estaba en aquel sitio.
Estelle se dio cuenta de que estaba llevando ella el peso de la conversación con Freddie. Le dio un codazo a Olivia. Su prima estaba distraída.
Daniel cogió una tartaleta de cereza y le dio un mordisco. Pensó que los Phoskitos que solía comer para merendar estaban mucho más buenos. Pero aquella tartaleta tenía un sabor también delicioso. Todo lo que estaba pasando parecía estar sacado de aquellos sueños que llevaba teniendo desde hacía mucho tiempo.
Todavía no se podía creer lo que estaba pasando. En ningún momento de Olivia y Jai se mencionaba una merienda en la casa de los Templewood en la isla de Divar. ¡Pero es que tampoco se hacía referencia alguna a una segunda residencia de la familia Templewood en la isla de Divar!
-El maharajá de Kirtingar ha invitado a Olivia a visitar su palacio-contó Estelle-Desea que participe en la cacería del tigre que organiza todos los años.
-¿Y a usted no la han invitado?-inquirió Daniel.
-Siempre suele ir papá o suele ir Jai. Pero el monzón ha sido más dañino con nuestra casa este año. Además...No me gusta ir a la cacería del tigre. Detesto ver cómo se mata a un animal.
-O sea, que es usted ecologista. Podría unirse a Greenpeace.
-¿Cómo dice?-preguntó Olivia extrañada-¿Qué es Greenpeace? ¿Un nuevo culto a un dios hindú?
Daniel pensó que había cometido un error al mencionar a la organización ecologista por excelencia.
Pero las palabras de Estelle podían coincidir con el pensamiento de cualquier miembro de la organización. Estaba mal cazar animales. La muchacha sentía repugnancia al pensar en que su prima participaría en aquella dichosa cacería. Olivia miraba de manera alternativa a Freddie y a Estelle. Tuvo la sensación de que estaba de más en aquella merienda. Pero optó por no levantarse de la mesa.
-Son cosas mías-mintió Daniel-No me haga caso. Son ganas de tomarle el pelo. De hacerla reír. No se cabree. Por favor...
-¿Ha participado en alguna cacería del tigre, mister Birkhust?-preguntó Olivia, alentada por Estelle, que le hacía gestos de forma disimulada.
-¡Ni hablar! ¡No podría yo tampoco matar a un animal indefenso!
-¿Un tigre es un animal indefenso?
-Son animales carnívoros. Comen carne.
Daniel no tenía ganas de discutir sobre ecología con una californiana de 1848. Posiblemente, Olivia no lo entendería.
Pero es que él tampoco entendía nada de lo que estaba pasando. Aquellos pantalones de tela le picaban.
La corbata le estaba asfixiando. En un momento dado, se despojó de ella y la metió en el bolsillo de su chaqueta. Olivia y Estelle lo miraron con gesto extrañado.
Las dos notaban que el honorable Freddie Birkhust se estaba comportando de un modo muy extraño. Lo curioso era que a Estelle le agradaba el nuevo Freddie que estaba descubriendo.
Y la atraía a la vez.
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