Hola a todos.
En el fragmento de hoy, veremos cómo Daniel parece haber olvidado a Estelle y haber dejado atrás su pasado. Lo cierto es que todo el mundo parece estar contento en este fragmento.
¡Vamos a ver lo que pasa!
El año 1991 estaba a punto de terminar.
Para Daniel, aquel año había supuesto muchas cosas. Hacía ya casi un mes que no había vuelto a soñar con Estelle. Había sido el año en el que había logrado salir del pozo en el que estaba sumido. Había encontrado a Ana. Gracias a ella, era alguien diferente. Tenía un curro. Tenía un piso.
Toda la pandilla de Ana se iba a reunir en la Plaza de Santo Domingo para recibir el nuevo año. Ana decidió que era la mejor ocasión de poder presentar a Daniel a su grupo de amigos. El chico había aceptado pasar la Nochevieja con ella.
Ana le había puesto un poco en antecedentes. Le habló de su novio Nando y de su amiga Tania. De que, a lo mejor, ellos iban a estar allí.
Se dirigieron a pie hasta la Plaza de Santo Domingo. Daniel estaba algo nervioso.
-Puede que no les caiga bien-afirmó, mientras algunos petardos empezaron a estallar.
-Yo creo que les vas a agradar-auguró Ana.
-Está tu ex.
-Eso ya está superado.
Toda la pandilla de Ana ya estaba congregada en la Plaza. Y parecían que estaban esperándola.
-¡Ana!-la llamó su amiga Tania.
-¡Qué sorpresa!-exclamó la aludida-Hacía ya un mes que no te veía, cabrona.
Daniel se sintió un poco al margen de todo aquello. No conocía de nada a aquella gente.
Sin embargo, poco a poco, Ana lo fue atrayendo hacia su grupo.
-Quiero presentaros a un chico muy especial-dijo la joven-Se llama Daniel.
-De modo que es éste-murmuró una de sus amigas-¿No es así?
Daniel se sintió incómodo. Ana se puso rígida, pero logró esbozar una sonrisa. Le dedicó una mirada cargada de cariño a Daniel.
-Es mi chico-lo presentó con orgullo.
Movido por un impulso, Daniel estrechó a Ana entre sus brazos y la besó con pasión en la boca.
-¡Así se hace!-aplaudió Tania-He de deciros que soy una chica feliz. Tenías razón, Ani. Vale la pena hablar las cosas.
Ana se apartó un poco de Daniel.
-¿Qué quieres decir?-inquirió.
En un primer momento, no entendió lo que Tania había querido decir hasta que, de pronto, se fijó en una cosa. Tania y Nando habían llegado cogidos de la mano y seguían cogidos de la mano. Ana se alegró sinceramente por ellos.
Tania logró llevarse a un aparte a Ana.
-¿Está enamorado de ti?-le preguntó su amiga.
-Dice que me quiere mucho desde hace algún tiempo-respondió Tania, radiante.
Pero lo que de verdad quería saber la chica era más cosas acerca de Daniel. Ana sonrió con picardía al hablarle de todos los momentos que habían pasado juntos. Le contó que lo que más le gustaba de él era su sonrisa.
En aquel momento, empezaron a sonar los cuartos y todos se centraron en lo que iba a pasar a continuación. Al ritmo de las doce campanadas, toda la gente, que era mucha, que estaba congregada en la Plaza de Santo Domingo se comió las doce uvas. Al llegar a la última uva, hubo un estallido de júbilo general.
-¡Feliz 1992!-chilló alguien.
Tania fue corriendo a abrazar a Nando. Algunas chicas se acercaron a Daniel para besarle en las mejillas.
-¡Feliz Año Nuevo!-exclamó el chico.
Los cohetes empezaron a estallar. El cielo de Murcia se iluminó con las luces de los fuegos artificiales. Era un espectáculo maravilloso.
Daniel y Ana se fundieron en un fuerte abrazo y el chico llenó de besos el rostro de su novia.
-¡Feliz Año Nuevo!-le deseó Ana.
-¡Feliz Año Nuevo a ti también!-le deseó a su vez Daniel-Gracias por haber llegado a mi vida.
-Soy yo quien te está agradecida por haberte conocido.
¿Pueden las novelas románticas hacerse realidad? El blog de mis fanfics de "Olivia y Jai"
martes, 29 de abril de 2014
martes, 22 de abril de 2014
UN SUEÑO HECHO REALIDAD
Hola a todos.
A pesar de sus firmes propósitos, a Daniel le está costando mucho trabajo poder olvidar a Estelle.
¡Vamos a ver lo que pasa!
Daniel se despertó solo en el colchón.
Ana no se había quedado a pasar la noche con él. Sin embargo, le latía muy deprisa el corazón.
Le dolía todo el cuerpo y la sensación de que unos ojos de color azul cielo le miraban con decepción. Estaba seguro de que había desilusionado de algún modo a Estelle.
Se puso de pie de un salto y estuvo a punto de gritar de dolor. Le parecía estúpido soñar con el personaje secundario femenino de una novela romántica que nunca había leído. Pero, por algún motivo, sentía que Estelle Templewood era mucho más real que cualquier otra persona. Se dirigió al cuarto de baño, que era pequeño. Abrió el grifo de agua del lavabo y se lavó la cara, intentando no pensar en la bella Estelle Templewood.
La había visto. Estaba en el puerto. Pero no estaba sola. Su prima Olivia estaba con ella.
Las dos se dirigían a uno de los barcos. Kala Kanta...El nombre resonó en su cabeza.
Olivia iba cogida del brazo de Estelle al caminar. En un momento dado, Estelle se inclinó hacia ella para contarle algo. Intercambiaban confidencias. De pronto, Daniel oyó la risa de Estelle. Se estremeció. Su risa sonaba todavía en su cabeza, aún estando despierto.
Tenía la risa más bonita que jamás había escuchado. El perfume que emanaba de ella. Desde luego no tenía nada que ver con las fragancias que se anunciaban en la tele. No era Farala. No era Ragazza. Era distinto.
Se le estaba haciendo tarde. Tenía que ir a trabajar.
Se puso el uniforme. No podía pensar en Estelle. En volver a ver a Estelle. Ana era su novia real. Podía besar a Ana.
El día pasó despacio para Daniel. Intentó centrarse en su trabajo.
Los clientes hacían cola con sus carritos de la compra.
Daniel recordó que había quedado con Ana aquella noche. Por lo menos, su vida real se ajustaba a lo que debía de ser. Estaba superando la muerte de Alejandra y de su hijo. Tenía un trabajo. Los monos se hacían más soportables.
Tenía un trabajo que le gustaba. Quería mucho a Ana y sentía que podía rehacer su vida al lado de ella. Vivía de alquiler en un piso que le molaba y podía pagar el alquiler, que era bastante asequible. No podía vivir aferrado a la imagen de una joven que no existía. Sólo existía en una novela romántica que nunca antes había leído.
El ruido de la caja registradora le sacó de sus cavilaciones. Estelle Templewood no existía. Tan sólo existía aquella clienta que iba a pagar una compra de 5.960 pesetas.
-¿Va a pagar en efectivo o con tarjeta?-le preguntó a la clienta.
-Con tarjeta...-respondió la mujer.
Daniel aceptó la tarjeta VISA que le tendió la clienta. Debía de dejarse de ensoñaciones. No podía cometer un despiste, porque le podían despedir.
Metió la compra en distintas bolsas. Se las tendió a la clienta. Había otros clientes haciendo cola ante su caja registradora. Daniel decidió centrarse en ellos y olvidarse de Estelle Templewood. Pero le iba a costar mucho trabajo hacerlo. Arrancó el ticket. Lo metió dentro de una de las bolsas. Vio cómo la clienta se alejaba de la caja.
Se centró en el siguiente cliente.
Salió del trabajo a las ocho de la tarde. Ya había anochecido.
Se llevó una sorpresa cuando vio que Ana le estaba esperando en el aparcamiento. Al verle salir del Continente, la joven esbozó una sonrisa.
-¡Qué sorpresa más agradable!-exclamó Daniel.
-No podía esperar más tiempo-admitió Ana.
Se besaron con ternura en los labios.
-Verte hace que se me olvide todo el cansancio-le aseguró Daniel.
A pesar de sus firmes propósitos, a Daniel le está costando mucho trabajo poder olvidar a Estelle.
¡Vamos a ver lo que pasa!
Daniel se despertó solo en el colchón.
Ana no se había quedado a pasar la noche con él. Sin embargo, le latía muy deprisa el corazón.
Le dolía todo el cuerpo y la sensación de que unos ojos de color azul cielo le miraban con decepción. Estaba seguro de que había desilusionado de algún modo a Estelle.
Se puso de pie de un salto y estuvo a punto de gritar de dolor. Le parecía estúpido soñar con el personaje secundario femenino de una novela romántica que nunca había leído. Pero, por algún motivo, sentía que Estelle Templewood era mucho más real que cualquier otra persona. Se dirigió al cuarto de baño, que era pequeño. Abrió el grifo de agua del lavabo y se lavó la cara, intentando no pensar en la bella Estelle Templewood.
La había visto. Estaba en el puerto. Pero no estaba sola. Su prima Olivia estaba con ella.
Las dos se dirigían a uno de los barcos. Kala Kanta...El nombre resonó en su cabeza.
Olivia iba cogida del brazo de Estelle al caminar. En un momento dado, Estelle se inclinó hacia ella para contarle algo. Intercambiaban confidencias. De pronto, Daniel oyó la risa de Estelle. Se estremeció. Su risa sonaba todavía en su cabeza, aún estando despierto.
Tenía la risa más bonita que jamás había escuchado. El perfume que emanaba de ella. Desde luego no tenía nada que ver con las fragancias que se anunciaban en la tele. No era Farala. No era Ragazza. Era distinto.
Se le estaba haciendo tarde. Tenía que ir a trabajar.
Se puso el uniforme. No podía pensar en Estelle. En volver a ver a Estelle. Ana era su novia real. Podía besar a Ana.
El día pasó despacio para Daniel. Intentó centrarse en su trabajo.
Los clientes hacían cola con sus carritos de la compra.
Daniel recordó que había quedado con Ana aquella noche. Por lo menos, su vida real se ajustaba a lo que debía de ser. Estaba superando la muerte de Alejandra y de su hijo. Tenía un trabajo. Los monos se hacían más soportables.
Tenía un trabajo que le gustaba. Quería mucho a Ana y sentía que podía rehacer su vida al lado de ella. Vivía de alquiler en un piso que le molaba y podía pagar el alquiler, que era bastante asequible. No podía vivir aferrado a la imagen de una joven que no existía. Sólo existía en una novela romántica que nunca antes había leído.
El ruido de la caja registradora le sacó de sus cavilaciones. Estelle Templewood no existía. Tan sólo existía aquella clienta que iba a pagar una compra de 5.960 pesetas.
-¿Va a pagar en efectivo o con tarjeta?-le preguntó a la clienta.
-Con tarjeta...-respondió la mujer.
Daniel aceptó la tarjeta VISA que le tendió la clienta. Debía de dejarse de ensoñaciones. No podía cometer un despiste, porque le podían despedir.
Metió la compra en distintas bolsas. Se las tendió a la clienta. Había otros clientes haciendo cola ante su caja registradora. Daniel decidió centrarse en ellos y olvidarse de Estelle Templewood. Pero le iba a costar mucho trabajo hacerlo. Arrancó el ticket. Lo metió dentro de una de las bolsas. Vio cómo la clienta se alejaba de la caja.
Se centró en el siguiente cliente.
Salió del trabajo a las ocho de la tarde. Ya había anochecido.
Se llevó una sorpresa cuando vio que Ana le estaba esperando en el aparcamiento. Al verle salir del Continente, la joven esbozó una sonrisa.
-¡Qué sorpresa más agradable!-exclamó Daniel.
-No podía esperar más tiempo-admitió Ana.
Se besaron con ternura en los labios.
-Verte hace que se me olvide todo el cansancio-le aseguró Daniel.
lunes, 21 de abril de 2014
UN SUEÑO HECHO REALIDAD
Hola a todos.
Hoy, seguimos con un nuevo trozo de Un sueño hecho realidad.
Vamos a centrarnos en Estelle y en lo que le ocurre en este fragmento.
Por lo visto, la joven va a tener que aguantar las atenciones que le prodiga Clive Smithers, el hermano de su amiga Charlotte.
Tanto Charlotte como Clive sí aparecen en Olivia y Jai. Sin embargo, ambos personajes están muy poco desarrollados. Charlotte es una de las mejores amigas de Estelle, pero aparece muy poco. De Clive, que aparece aún menos, sólo sabemos que está interesado en Estelle.
AVISO: El siguiente fragmento es fruto de mi imaginación.
¡Vamos a ver lo que pasa!
Estelle estaba reunida en casa de su amiga Lily alrededor de una mesa en el jardín. Estaban dando cuenta todas de una taza de té con hierbabuena.
-El escándalo que organizó Freddie Birkhust en la "burra khana" de los Pennworthy fue mayúsculo-opinó Lily-¿Y dices que tu prima Olivia fue su acompañante en la "burra khana"?
-Me temo que fue culpa mía-contestó Estelle-Me metí con ella a raíz del interés que despertaba en ese joven. Mamá decía que era todo un caballero británico de rancio abolengo. Supongo que nos equivocamos las dos.
-¿Y por qué Olivia decidió acompañarle?-inquirió Charlotte.
-Creo que lo hizo para darme en las narices. Por supuesto, no lo admite.
Estelle tenía hambre y se había comido unas cuantas pastas. Atacó la bandeja de los bizcochos con entusiasmo. Debía de seguir siendo ella misma y olvidarse de un joven con los ojos como las grosellas hervidas.
-Va a pasar mucho tiempo en la plantación de su familia como castigo por el escándalo que ha organizado-auguró Jane.
Estelle no quería volver a ver a Freddie Birkhust nunca más. No quería ni siquiera volver a soñar con él.
-Lo malo es que todos los caballeros ingleses son igual que mister Birkhust-se lamentó Lily.
-No todos los caballeros ingleses son iguales-replicó Estelle-Te olvidas de mi hermano Jai.
-Bueno, Estelle, tu hermano es un buen hombre. Pero...
-Es mestizo.
El tono de voz de Estelle sonó frío como el hielo. Sus amigas recordaron que a la joven le dolía en el alma los comentarios que corrían acerca del origen de su hermano mayor. El hecho de que sir Joshua hubiera estado casado en primeras nupcias con Chandramani, la madre de Jai, no parecía importarle a nadie.
-Me temo que no puedo estar mucho rato-anunció Charlotte-Mi hermano Clive ha quedado en venir a buscarme. Va a venir a visitarnos una tía nuestra. Viene de Benarés. Hace tiempo que no la veo.
-No importa-contestó Lily.
El mayordomo anunció la llegada de Clive.
El joven hizo acto de presencia en el jardín.
Venía buscando a Charlotte para irse a casa. No debían de retrasarse mucho. Pero cambió de opinión en cuanto vio que Estelle estaba entre el grupo de amigas.
Llevaba puesto un vestido de color azul claro, a juego con sus ojos. Aquella joven debía de ser su esposa, pensó Clive. La había visto en el puerto, dirigiéndose al barco de Kala Kanta en compañía de sus padres y de su prima estadounidense. Poseía una cintura de avispa que no necesitaba corsé alguno. Si se acercaba demasiado, podía ver un trozo de los pechos de color blanco que parecían asomar recatadamente por el escote alto del vestido.
Al darse cuenta de que Clive la estaba mirando con total descaro, Estelle se puso tensa.
-Veo que mi hermana está muy bien acompañada-afirmó el joven.
-Nos alegramos de verte-le saludó Lily.
Clive se fijó en el cabello de color rubio de Estelle. Lo llevaba recogido en un moño que amenazaba con soltársele de un momento a otro. Charlotte le dio un codazo al darse cuenta de que estaba siendo descortés con su amiga. Casi grosero...
-¿Cómo estás, Estelle?-le preguntó.
-Estoy bien-respondió ella, muy tensa-Celebro mucho verte de nuevo.
Clive había pedido informes acerca de ella. Sabía que estaba a punto de cumplir dieciocho años. Sólo andaba detrás de ella aquel estúpido del capitán Sturges.
Sin embargo, pensó que Estelle no debía de hacerle mucho caso. Una joven como aquélla no podía contentarse con ser la esposa de un simple oficial del Ejército. Aunque se rumoreaba que el capitán podía heredar de su impotente tío inglés el título de marqués de Quenberry. Pero él podía ofrecerle mucho más. Un criado le trajo a Charlotte su sombrero y su parasol. La joven se puso de pie.
-Tenemos que irnos-anunció-Gracias por la merienda, Lily.
Las demás jóvenes se pusieron de pie para despedirse. Charlotte las besó a todas en las mejillas a modo de despedida. Clive se atrevió a besar a Estelle en la mejilla, muy cerca de la boca. La joven sintió ganas de vomitar.
Hoy, seguimos con un nuevo trozo de Un sueño hecho realidad.
Vamos a centrarnos en Estelle y en lo que le ocurre en este fragmento.
Por lo visto, la joven va a tener que aguantar las atenciones que le prodiga Clive Smithers, el hermano de su amiga Charlotte.
Tanto Charlotte como Clive sí aparecen en Olivia y Jai. Sin embargo, ambos personajes están muy poco desarrollados. Charlotte es una de las mejores amigas de Estelle, pero aparece muy poco. De Clive, que aparece aún menos, sólo sabemos que está interesado en Estelle.
AVISO: El siguiente fragmento es fruto de mi imaginación.
¡Vamos a ver lo que pasa!
Estelle estaba reunida en casa de su amiga Lily alrededor de una mesa en el jardín. Estaban dando cuenta todas de una taza de té con hierbabuena.
-El escándalo que organizó Freddie Birkhust en la "burra khana" de los Pennworthy fue mayúsculo-opinó Lily-¿Y dices que tu prima Olivia fue su acompañante en la "burra khana"?
-Me temo que fue culpa mía-contestó Estelle-Me metí con ella a raíz del interés que despertaba en ese joven. Mamá decía que era todo un caballero británico de rancio abolengo. Supongo que nos equivocamos las dos.
-¿Y por qué Olivia decidió acompañarle?-inquirió Charlotte.
-Creo que lo hizo para darme en las narices. Por supuesto, no lo admite.
Estelle tenía hambre y se había comido unas cuantas pastas. Atacó la bandeja de los bizcochos con entusiasmo. Debía de seguir siendo ella misma y olvidarse de un joven con los ojos como las grosellas hervidas.
-Va a pasar mucho tiempo en la plantación de su familia como castigo por el escándalo que ha organizado-auguró Jane.
Estelle no quería volver a ver a Freddie Birkhust nunca más. No quería ni siquiera volver a soñar con él.
-Lo malo es que todos los caballeros ingleses son igual que mister Birkhust-se lamentó Lily.
-No todos los caballeros ingleses son iguales-replicó Estelle-Te olvidas de mi hermano Jai.
-Bueno, Estelle, tu hermano es un buen hombre. Pero...
-Es mestizo.
El tono de voz de Estelle sonó frío como el hielo. Sus amigas recordaron que a la joven le dolía en el alma los comentarios que corrían acerca del origen de su hermano mayor. El hecho de que sir Joshua hubiera estado casado en primeras nupcias con Chandramani, la madre de Jai, no parecía importarle a nadie.
-Me temo que no puedo estar mucho rato-anunció Charlotte-Mi hermano Clive ha quedado en venir a buscarme. Va a venir a visitarnos una tía nuestra. Viene de Benarés. Hace tiempo que no la veo.
-No importa-contestó Lily.
El mayordomo anunció la llegada de Clive.
El joven hizo acto de presencia en el jardín.
Venía buscando a Charlotte para irse a casa. No debían de retrasarse mucho. Pero cambió de opinión en cuanto vio que Estelle estaba entre el grupo de amigas.
Llevaba puesto un vestido de color azul claro, a juego con sus ojos. Aquella joven debía de ser su esposa, pensó Clive. La había visto en el puerto, dirigiéndose al barco de Kala Kanta en compañía de sus padres y de su prima estadounidense. Poseía una cintura de avispa que no necesitaba corsé alguno. Si se acercaba demasiado, podía ver un trozo de los pechos de color blanco que parecían asomar recatadamente por el escote alto del vestido.
Al darse cuenta de que Clive la estaba mirando con total descaro, Estelle se puso tensa.
-Veo que mi hermana está muy bien acompañada-afirmó el joven.
-Nos alegramos de verte-le saludó Lily.
Clive se fijó en el cabello de color rubio de Estelle. Lo llevaba recogido en un moño que amenazaba con soltársele de un momento a otro. Charlotte le dio un codazo al darse cuenta de que estaba siendo descortés con su amiga. Casi grosero...
-¿Cómo estás, Estelle?-le preguntó.
-Estoy bien-respondió ella, muy tensa-Celebro mucho verte de nuevo.
Clive había pedido informes acerca de ella. Sabía que estaba a punto de cumplir dieciocho años. Sólo andaba detrás de ella aquel estúpido del capitán Sturges.
Sin embargo, pensó que Estelle no debía de hacerle mucho caso. Una joven como aquélla no podía contentarse con ser la esposa de un simple oficial del Ejército. Aunque se rumoreaba que el capitán podía heredar de su impotente tío inglés el título de marqués de Quenberry. Pero él podía ofrecerle mucho más. Un criado le trajo a Charlotte su sombrero y su parasol. La joven se puso de pie.
-Tenemos que irnos-anunció-Gracias por la merienda, Lily.
Las demás jóvenes se pusieron de pie para despedirse. Charlotte las besó a todas en las mejillas a modo de despedida. Clive se atrevió a besar a Estelle en la mejilla, muy cerca de la boca. La joven sintió ganas de vomitar.
viernes, 18 de abril de 2014
UN SUEÑO HECHO REALIDAD
Hola a todos.
En el fragmento de hoy de Un sueño hecho realidad, Olivia informa a Estelle de que Freddie se ha marchado a la plantación que la familia Birkhust posee en Bengala.
ADVERTENCIA: En Olivia y Jai, a raíz de su borrachera en la "burra khana" de los Pennworthy, Freddie es enviado a la plantación que su familia posee en Bengala. La escena que describo a continuación es producto de mi imaginación y no aparece en la novela original.
Espero que os guste.
Olivia y Estelle regresaban en un carruaje de alquiler de visitar a Charlotte Smithers. Estelle sentía que le iba a estallar la cabeza. Clive había estado allí. Los halagos que le había dirigido eran más falsos que una rupia de madera, como solía decir Jai.
-¿Has escuchado lo que me ha contado Charlotte?-le preguntó a Olivia-Freddie Birkhust se ha ido de Calcuta.
-¡Ojala no vuelva!-respondió la joven-No entiendo como tía Bridget está empeñada en emparejarme con él.
-Porque piensa que es un buen partido. Es inglés, posee un título y es rico.
Charlotte había sido quien le había dado la noticia a Estelle. Olivia estaba allí, pero Estelle creía que su prima estaba pensando en otra cosa.
-Se ha marchado a Bengala-le contó Estelle a su prima-No sé el tiempo que permanecerá allí.
-Podrían haberle enviado a Inglaterra de vuelta-sugirió Olivia.
-Su familia posee una plantación en Bengala. Creo que está cerca de la frontera con Nepal. Nunca he estado allí. Pero, si tú te casas con Freddie, acabarás yéndote a vivir allí. Al menos, eso es lo que dice Charlotte. No creo que ella haya estado allí. Pero su hermano Clive sí que ha estado. Las juergas que Freddie organiza en la plantación son sonadas.
Olivia se preguntó así misma si su prima empezaría a hablarle acerca de Freddie Birkhust. Sin embargo, por algún extraño motivo, Estelle guardó silencio. Comparaba mentalmente al Freddie que había visto en la biblioteca con el Freddie que se había emborrachado en la "burra khana" de los Pennworthy.
Eran dos personas distintas. Como el Freddie que la besaba en sus sueños.
Las mejillas de Estelle se tornaron rojas. Olivia se percató de ello.
-¿En qué estás pensando, prima?-inquirió-¿Qué te ha dicho mister Smithers?
Estelle volvió al mundo real. Pensó que Freddie Birkhust era el mismo tanto en la biblioteca como en el "burra khana".
Y que había sido una idiota por pensar así de él. Por soñar con él.
-Clive dice que soy muy guapa-contestó-Me he reído mucho.
Olivia se percató de que Estelle estaba seria. En ocasiones, tenía la sensación de que su prima parecía guardarse cosas para sí. Igual que hacía ella. Un mechón de cabello caoba se escapó del sombrero de Olivia.
En el fondo, no somos tan distintas como aparentamos ser, pensó Olivia. No sintió nada al saber que Freddie se había ido.
-Pero tú no paras de pensar en el capitán Sturges-apostilló Olivia-Me has hablado mucho de él. Se te ve muy ilusionada, prima. Me alegro por ti.
Estelle no estaba pensando en el capitán Sturges. Era cierto que aquel joven tan gallardo parecía estar interesado en ella. Pero, por desgracia, aquel sentimiento no era mutuo. No sentía nada por el capitán Sturges.
Tampoco sentía nada por Clive Smithers. ¡Sal de mis pensamientos, Freddie!, pensó con rabia.
-Los jóvenes como Freddie no cambian nunca-afirmó Estelle.
Es el mismo idiota con los ojos como las grosellas hervidas, pensó Estelle. No pienso volver a fantasear con él.
-Tienes razón-corroboró Olivia.
En el fragmento de hoy de Un sueño hecho realidad, Olivia informa a Estelle de que Freddie se ha marchado a la plantación que la familia Birkhust posee en Bengala.
ADVERTENCIA: En Olivia y Jai, a raíz de su borrachera en la "burra khana" de los Pennworthy, Freddie es enviado a la plantación que su familia posee en Bengala. La escena que describo a continuación es producto de mi imaginación y no aparece en la novela original.
Espero que os guste.
Olivia y Estelle regresaban en un carruaje de alquiler de visitar a Charlotte Smithers. Estelle sentía que le iba a estallar la cabeza. Clive había estado allí. Los halagos que le había dirigido eran más falsos que una rupia de madera, como solía decir Jai.
-¿Has escuchado lo que me ha contado Charlotte?-le preguntó a Olivia-Freddie Birkhust se ha ido de Calcuta.
-¡Ojala no vuelva!-respondió la joven-No entiendo como tía Bridget está empeñada en emparejarme con él.
-Porque piensa que es un buen partido. Es inglés, posee un título y es rico.
Charlotte había sido quien le había dado la noticia a Estelle. Olivia estaba allí, pero Estelle creía que su prima estaba pensando en otra cosa.
-Se ha marchado a Bengala-le contó Estelle a su prima-No sé el tiempo que permanecerá allí.
-Podrían haberle enviado a Inglaterra de vuelta-sugirió Olivia.
-Su familia posee una plantación en Bengala. Creo que está cerca de la frontera con Nepal. Nunca he estado allí. Pero, si tú te casas con Freddie, acabarás yéndote a vivir allí. Al menos, eso es lo que dice Charlotte. No creo que ella haya estado allí. Pero su hermano Clive sí que ha estado. Las juergas que Freddie organiza en la plantación son sonadas.
Olivia se preguntó así misma si su prima empezaría a hablarle acerca de Freddie Birkhust. Sin embargo, por algún extraño motivo, Estelle guardó silencio. Comparaba mentalmente al Freddie que había visto en la biblioteca con el Freddie que se había emborrachado en la "burra khana" de los Pennworthy.
Eran dos personas distintas. Como el Freddie que la besaba en sus sueños.
Las mejillas de Estelle se tornaron rojas. Olivia se percató de ello.
-¿En qué estás pensando, prima?-inquirió-¿Qué te ha dicho mister Smithers?
Estelle volvió al mundo real. Pensó que Freddie Birkhust era el mismo tanto en la biblioteca como en el "burra khana".
Y que había sido una idiota por pensar así de él. Por soñar con él.
-Clive dice que soy muy guapa-contestó-Me he reído mucho.
Olivia se percató de que Estelle estaba seria. En ocasiones, tenía la sensación de que su prima parecía guardarse cosas para sí. Igual que hacía ella. Un mechón de cabello caoba se escapó del sombrero de Olivia.
En el fondo, no somos tan distintas como aparentamos ser, pensó Olivia. No sintió nada al saber que Freddie se había ido.
-Pero tú no paras de pensar en el capitán Sturges-apostilló Olivia-Me has hablado mucho de él. Se te ve muy ilusionada, prima. Me alegro por ti.
Estelle no estaba pensando en el capitán Sturges. Era cierto que aquel joven tan gallardo parecía estar interesado en ella. Pero, por desgracia, aquel sentimiento no era mutuo. No sentía nada por el capitán Sturges.
Tampoco sentía nada por Clive Smithers. ¡Sal de mis pensamientos, Freddie!, pensó con rabia.
-Los jóvenes como Freddie no cambian nunca-afirmó Estelle.
Es el mismo idiota con los ojos como las grosellas hervidas, pensó Estelle. No pienso volver a fantasear con él.
-Tienes razón-corroboró Olivia.
domingo, 13 de abril de 2014
UN SUEÑO HECHO REALIDAD
Hola a todos.
Si habéis leído Olivia y Jai, os sonará esta parte. Corresponde al primer capítulo, cuando, durante la "burra khana" (lo que sería una fiesta de sociedad), de los Pennworthy, Olivia conoce a Jai.
En la "burra khana", Freddie Birkhust se emborracha de tal modo que tiene que ser asistido por el doctor Humphries, el médico amigo personal de la familia Templewood. De hecho, menciona sentir cierto cariño por Estelle, a la que trajo al mundo.
En este fragmento, se comenta en el interior del carruaje el incidente en la "burra khana" con Freddie.
AVISO: No tiene nada que ver este fragmento con el que aparece en la novela.
Estelle miraba por la ventanilla del carruaje con gesto serio. La "burra khana" celebrada aquella noche en la casa de los Pennworthy no había podido tener peor final.
Sus padres, Jai y Olivia estaban hablando del tema.
-¿Y quieres a ese borracho como marido para Olivia?-le reprochó sir Joshua a su mujer-¡Si no puede resistir beber una copa! Entonces, que no beba.
-Ni para marido de Olivia ni para marido de Estelle, padre-intervino Jai-Menos mal que Anuradha tiene sentido común.
-Sí...-murmuró Estelle.
Se sentía cansada. Tenía la sensación de que todas las "burra khanas" eran iguales. Olivia había aceptado asistir a aquella reunión con Freddie más por darle en las narices a ella que por otra cosa.
-Adelante, dilo-la retó su prima.
-¿Qué quieres que te diga?-inquirió Estelle.
-Di que estaba equivocada.
-No lo pienso decir.
Estelle había bailado en la "burra khana" con el apuesto capitán John Sturges. Tenía que admitir que bailaba muy bien. Y que, en un momento dado, se había atrevido a darle un beso en la mejilla. Sin embargo, Estelle lo encontraba bastante aburrido. Al abandonar la "burra khana", el capitán Sturges le había besado en la mano.
Con su carácter juicioso, aquel hombre era el polo opuesto del alocado Freddie Birkhust. Estelle disfrutaba hablando con él, pero no sentía revolotear ninguna mariposa en su estómago.
-Todos los caballeros suelen beber cuando asisten a las reuniones-dijo lady Bridget-Vosotros dos bebéis.
Y si decís lo contrario, es que sois un par de mentirosos.
-Madre, yo suelo beber una copa-le aseguró Jai-Pero no suelo beberme una bodega entera.
Estelle recordó su encuentro con Freddie en la biblioteca. Desde luego, el Freddie que había visto aquella noche no se parecía en nada al Freddie al que vio en la biblioteca. La había ignorado y se había centrado sólo en Olivia, hasta el punto de que su prima casi había huido de él. Y, luego, ocurrió el dichoso incidente.
Encontraron a Freddie inconsciente tras haberse emborrachado a conciencia debajo de un crotón.
El doctor Humphries fue el encargado de socorrerle. Pidió a gritos que le trajera alguien sales. La señora Pennworthy tuvo que retirarse. Estaba visiblemente abochornada.
El carruaje se detuvo ante la residencia de la familia Templewood. Todos sus ocupantes descendieron de él. Estelle no podía apartar sus pensamientos de lo ocurrido con Freddie aquella noche.
Jai ayudó a Estelle a descender del carruaje.
-Me alegro de que no te hayas enamorado de Freddie Birkhust-le comentó-No es la clase de hombre que te conviene.
-Livvy dice que debería de alentar más al capitán Sturges-le confesó Estelle.
-Tu prima tiene razón, Anuradha. Necesitas un hombre serio y responsable. Que te quiera y que te proteja. El capitán Sturges me cae bien.
Jai besó a su hermana en la frente.
-Esperemos que madre cambie de idea y olvide su intención de emparejar a Olivia con Freddie Birkhust-afirmó.
-Sí...-suspiró Estelle-Eso mismo espero.
viernes, 11 de abril de 2014
UN SUEÑO HECHO REALIDAD
Hola a todos.
En el fragmento de hoy, Daniel telefonea, por primera vez más de un año, a uno de sus colegas en Madrid para decirle que todo le va bien.
¡Vamos a ver lo que pasa!
Daniel no tenía teléfono. De momento, había conseguido luz y agua corriente, si bien, no disponía de un calentador para poder tener agua caliente.
Ya sabía que Ana le había hablado de su relación a sus padres. Y que éstos habían puesto, como era de esperar, el grito en el Cielo.
Se culpaban el uno al otro de la locura que, en su opinión, había cometido Ana. Afirmaban que Daniel era una mala influencia para ella. Que era demasiado joven como para entender que un chico que había conocido mientras vagabundeaba por la calle no podía traerle nada bueno. Bárbara era la única que callaba, entendiendo a su hermana. Todo eso le importaba muy poco a Ana. Cuando yacía acostada en el colchón del piso de Daniel, protegida por sus cálidos brazos, recibiendo sus besos, se olvidaba de todo el mundo.
Era sábado por la tarde. La Navidad estaba a la vuelta de la esquina. Aquel año, Daniel disfrutaría de una Navidad mucho más alegre de la que había tenido un año antes. Libró aquel sábado por la tarde. Se dirigió a una cabina de Teléfonos. Mientras tarareaba una canción, contó el dinero que iba a necesitar para telefonear a su colega El Largo.
Tuvo que esperar un rato porque una señora estaba hablando por teléfono en el interior de la cabina. Daniel percibía el ambiente navideño que se estaba apoderando de la ciudad. Veía cómo algunas tiendas empezaban a poner los primeros adornos.
Hacía un poco de frío. Se había puesto el abrigo encima de la camisa. Se sorprendió así mismo tarareando un villancico. Finalmente, la señora salió de la cabina una vez que hubo colgado. Daniel entró. Introdujo las monedas. Marcó el número de teléfono del Largo.
Había dos opciones. Su amigo se alegraría de poder hablar con él. O, bien, su amigo le colgaría. Hacía mucho tiempo que no le llamaba.
Alguien descolgó al cuarto timbrazo.
-¿Sí?-inquirió un voz joven y masculina al otro lado de la línea.
-Hola...-saludó Daniel.
-¡Dani, tío!-Era El Largo-¡Mierda, ya das señales de vida! ¿Tú sabes la angustia que he pasado este puto año sin saber de ti?
-Ha sido un año muy chungo, tío. Estoy ahora mismo en Murcia. El coche se me quedó sin gasolina.
-¿Dónde está mi coche?
-En un descampado...La última vez que lo vi estaba allí. He decidido quedarme en Murcia. Cuando llegué, estaba muy jodido. Y un coche, encima, casi me atropella.
-¿Qué me dices?
-La conductora era una chica. ¡Y era una chica muy guapa! Nos hemos visto varias veces. Hace poco que hemos empezado a salir, tío. Tengo un curro en el Continente como cajero. Y he alquilado un piso para no estar viviendo en un albergue.
-¿Has estado viviendo en un albergue?
-Hasta hace muy poco.
-Me has hablado de una chica a la que has conocido. Y estás saliendo con ella. ¿Cómo es?
-Se llama Ana. ¡Tendrías que verla, tío! ¡Es guapísima!
-¿Cómo es? Cuéntame más cosas. ¿A qué se dedica?
-Debe de tener unos dieciocho años o diecinueve. Es de nuestro tiempo. ¿Sabes? Vive en un dúplex, muy parecido a los que había en Somosaguas. No se cree que venga de allí. Su nombre completo es Ana Belén. Me lo dijo una vez. ¡Es un nombre mazo guapo, tío! Es muy inteligente. Y le gusta mucho leer.
Estuvieron hablando durante un buen rato. El Largo se alegró de saber que Daniel se encontraba muy bien, por lo que estaba oyendo. El timbre de voz de su amigo sonaba alegre por primera vez en mucho tiempo. Parecía que estaba superando la pérdida de Alejandra. Se había vuelto a enamorar y estaba contento. Tenía un curro. Un piso que acababa de alquilar.
-¡Pero no tendrías que haberte puesto a currar!-se asombró El Largo-¿Qué pasa con el dinero que te dejaron tus viejos?
-Ese dinero se queda quieto-contestó Daniel-Siempre pensé que ese dinero era para mis críos. Lo pensé cuando Alex me anunció que íbamos a tener un crío. Y sigo pensándolo. Además, no hay nada malo en tener un curro.
-Ésta es tu casa y te estamos esperando.
-No sé cuándo voy a volver.
-¡Puedes traerte a Ana! ¡Estaríamos encantados de conocerla! Si es como tú dices, la vamos a adorar.
-Es imposible no adorarla en cuanto se la conoce. Le gusta leer novela romántica.
-¡Oh, mierda!
-Es muy cariñosa.
El Largo se temía lo que iba a pasar. Ana debía de ser la típica chica con ganas de rebelarse. De muy buena familia, eso sí. Pero que parecía estar cansada de todo. De vivir en un dúplex y de algún novio pijo...Había muchas chicas como la tal Ana viviendo en Somosaguas. Y en otros barrios pijos de Madrid...Daniel la había conocido en Murcia. Y estaba ilusionado con ella. Como lo había estado antes con Alejandra.
Ana querría vivir la experiencia de estar en la cama con un chico rebelde. No sabía hasta dónde había llegado con Daniel.
Siempre pensó que su amigo estaba con Alejandra más por la fuerza de la costumbre que por el verdadero amor.
Daniel colgó el teléfono. Sonrió al pensar en Ana. Debería de pedirle que me de una foto, pensó. Tenía una foto de Alejandra en la cartera y, a veces, podía pasarse las horas muertas mirándola. Pero, cuando salía con Ana y la besaba, se olvidaba del resto del mundo. Su colega no pensaba lo mismo de Ana. Creía que aquella relación no se basaba en el amor verdadero.
En el fragmento de hoy, Daniel telefonea, por primera vez más de un año, a uno de sus colegas en Madrid para decirle que todo le va bien.
¡Vamos a ver lo que pasa!
Daniel no tenía teléfono. De momento, había conseguido luz y agua corriente, si bien, no disponía de un calentador para poder tener agua caliente.
Ya sabía que Ana le había hablado de su relación a sus padres. Y que éstos habían puesto, como era de esperar, el grito en el Cielo.
Se culpaban el uno al otro de la locura que, en su opinión, había cometido Ana. Afirmaban que Daniel era una mala influencia para ella. Que era demasiado joven como para entender que un chico que había conocido mientras vagabundeaba por la calle no podía traerle nada bueno. Bárbara era la única que callaba, entendiendo a su hermana. Todo eso le importaba muy poco a Ana. Cuando yacía acostada en el colchón del piso de Daniel, protegida por sus cálidos brazos, recibiendo sus besos, se olvidaba de todo el mundo.
Era sábado por la tarde. La Navidad estaba a la vuelta de la esquina. Aquel año, Daniel disfrutaría de una Navidad mucho más alegre de la que había tenido un año antes. Libró aquel sábado por la tarde. Se dirigió a una cabina de Teléfonos. Mientras tarareaba una canción, contó el dinero que iba a necesitar para telefonear a su colega El Largo.
Tuvo que esperar un rato porque una señora estaba hablando por teléfono en el interior de la cabina. Daniel percibía el ambiente navideño que se estaba apoderando de la ciudad. Veía cómo algunas tiendas empezaban a poner los primeros adornos.
Hacía un poco de frío. Se había puesto el abrigo encima de la camisa. Se sorprendió así mismo tarareando un villancico. Finalmente, la señora salió de la cabina una vez que hubo colgado. Daniel entró. Introdujo las monedas. Marcó el número de teléfono del Largo.
Había dos opciones. Su amigo se alegraría de poder hablar con él. O, bien, su amigo le colgaría. Hacía mucho tiempo que no le llamaba.
Alguien descolgó al cuarto timbrazo.
-¿Sí?-inquirió un voz joven y masculina al otro lado de la línea.
-Hola...-saludó Daniel.
-¡Dani, tío!-Era El Largo-¡Mierda, ya das señales de vida! ¿Tú sabes la angustia que he pasado este puto año sin saber de ti?
-Ha sido un año muy chungo, tío. Estoy ahora mismo en Murcia. El coche se me quedó sin gasolina.
-¿Dónde está mi coche?
-En un descampado...La última vez que lo vi estaba allí. He decidido quedarme en Murcia. Cuando llegué, estaba muy jodido. Y un coche, encima, casi me atropella.
-¿Qué me dices?
-La conductora era una chica. ¡Y era una chica muy guapa! Nos hemos visto varias veces. Hace poco que hemos empezado a salir, tío. Tengo un curro en el Continente como cajero. Y he alquilado un piso para no estar viviendo en un albergue.
-¿Has estado viviendo en un albergue?
-Hasta hace muy poco.
-Me has hablado de una chica a la que has conocido. Y estás saliendo con ella. ¿Cómo es?
-Se llama Ana. ¡Tendrías que verla, tío! ¡Es guapísima!
-¿Cómo es? Cuéntame más cosas. ¿A qué se dedica?
-Debe de tener unos dieciocho años o diecinueve. Es de nuestro tiempo. ¿Sabes? Vive en un dúplex, muy parecido a los que había en Somosaguas. No se cree que venga de allí. Su nombre completo es Ana Belén. Me lo dijo una vez. ¡Es un nombre mazo guapo, tío! Es muy inteligente. Y le gusta mucho leer.
Estuvieron hablando durante un buen rato. El Largo se alegró de saber que Daniel se encontraba muy bien, por lo que estaba oyendo. El timbre de voz de su amigo sonaba alegre por primera vez en mucho tiempo. Parecía que estaba superando la pérdida de Alejandra. Se había vuelto a enamorar y estaba contento. Tenía un curro. Un piso que acababa de alquilar.
-¡Pero no tendrías que haberte puesto a currar!-se asombró El Largo-¿Qué pasa con el dinero que te dejaron tus viejos?
-Ese dinero se queda quieto-contestó Daniel-Siempre pensé que ese dinero era para mis críos. Lo pensé cuando Alex me anunció que íbamos a tener un crío. Y sigo pensándolo. Además, no hay nada malo en tener un curro.
-Ésta es tu casa y te estamos esperando.
-No sé cuándo voy a volver.
-¡Puedes traerte a Ana! ¡Estaríamos encantados de conocerla! Si es como tú dices, la vamos a adorar.
-Es imposible no adorarla en cuanto se la conoce. Le gusta leer novela romántica.
-¡Oh, mierda!
-Es muy cariñosa.
El Largo se temía lo que iba a pasar. Ana debía de ser la típica chica con ganas de rebelarse. De muy buena familia, eso sí. Pero que parecía estar cansada de todo. De vivir en un dúplex y de algún novio pijo...Había muchas chicas como la tal Ana viviendo en Somosaguas. Y en otros barrios pijos de Madrid...Daniel la había conocido en Murcia. Y estaba ilusionado con ella. Como lo había estado antes con Alejandra.
Ana querría vivir la experiencia de estar en la cama con un chico rebelde. No sabía hasta dónde había llegado con Daniel.
Siempre pensó que su amigo estaba con Alejandra más por la fuerza de la costumbre que por el verdadero amor.
Daniel colgó el teléfono. Sonrió al pensar en Ana. Debería de pedirle que me de una foto, pensó. Tenía una foto de Alejandra en la cartera y, a veces, podía pasarse las horas muertas mirándola. Pero, cuando salía con Ana y la besaba, se olvidaba del resto del mundo. Su colega no pensaba lo mismo de Ana. Creía que aquella relación no se basaba en el amor verdadero.
jueves, 10 de abril de 2014
"UN SUEÑO HECHO REALIDAD"
Hola a todos.
El fragmento de hoy de Un sueño hecho realidad tiene cierto sabor a despedida.
¿Acaso va a terminar? ¡NO!
Sin embargo, Daniel quiere empezar de cero con Ana y, para ello, debe de terminar con sus sueños con Estelle.
¿Qué va a pasar?
Allí estaba ella, en mitad de aquel jardín. Podía reconocerla entre millones de personas con aquel cabello tan rubio. Con aquellos hermosos ojos de color azul...La bella Estelle Templewood...
-Esto es un sueño-le dijo Daniel en cuanto se acercó a ella-Y siento que no debería de ser así.
-Yo también sé que estoy soñando-admitió Estelle-Y me gustaría dejar de soñar contigo.
-Entonces, esto es un adiós.
-Tiene que ser un adiós, Freddie.
Daniel se acercó mucho a Estelle y la besó con intensidad en los labios. La boca de Estelle tenía un sabor muy dulce. La muchacha sentía un nudo en la garganta porque, a pesar de que estaba soñando, era algo que sentía como real. Mucho más real de todo lo que vivía durante el día.
Daniel y Estelle se separaron, incapaces de pronunciar aquellas palabras. Ella llevaba demasiado tiempo en sus sueños. Y Daniel quería soñar con una chica que realmente existía y se llamaba Ana.
Los ojos de Estelle brillaban a consecuencia de las lágrimas.
-Voy a echarte mucho de menos-le confesó ella.
-Pero es mejor así-suspiró Daniel.
-Dejamos de soñar el uno con el otro. Por nuestro propio bien...
-Encontrarás a un hombre que será real. Un hombre que te querrá por cómo eres. Y no tendrás la necesidad de soñar con amores que no existen. A mí me ha pasado. He encontrado a una mujer real. Y la quiero muchísimo. Pero es mejor que esta relación tan extraña y tan onírica termine. No nos va a llevar a ninguna parte.
-Tendría que escoger entre el capitán Sturges o Clive Smithers.
-No, Estelle. Ninguno de ellos es digno de ti.
La muchacha le besó de forma golosa en la boca. Fue en ese momento cuando Daniel se despertó.
Estaba solo.
Miró por todas partes. Estelle ya no estaba.
Se sentó en el colchón. Estelle había desaparecido.
Un sabor amargo subió por su garganta. ¿Acaso era cierto que iba a dejar de soñar con ella? ¿Acaso era cierto que no volvería a saber de ella?
El fragmento de hoy de Un sueño hecho realidad tiene cierto sabor a despedida.
¿Acaso va a terminar? ¡NO!
Sin embargo, Daniel quiere empezar de cero con Ana y, para ello, debe de terminar con sus sueños con Estelle.
¿Qué va a pasar?
Allí estaba ella, en mitad de aquel jardín. Podía reconocerla entre millones de personas con aquel cabello tan rubio. Con aquellos hermosos ojos de color azul...La bella Estelle Templewood...
-Esto es un sueño-le dijo Daniel en cuanto se acercó a ella-Y siento que no debería de ser así.
-Yo también sé que estoy soñando-admitió Estelle-Y me gustaría dejar de soñar contigo.
-Entonces, esto es un adiós.
-Tiene que ser un adiós, Freddie.
Daniel se acercó mucho a Estelle y la besó con intensidad en los labios. La boca de Estelle tenía un sabor muy dulce. La muchacha sentía un nudo en la garganta porque, a pesar de que estaba soñando, era algo que sentía como real. Mucho más real de todo lo que vivía durante el día.
Daniel y Estelle se separaron, incapaces de pronunciar aquellas palabras. Ella llevaba demasiado tiempo en sus sueños. Y Daniel quería soñar con una chica que realmente existía y se llamaba Ana.
Los ojos de Estelle brillaban a consecuencia de las lágrimas.
-Voy a echarte mucho de menos-le confesó ella.
-Pero es mejor así-suspiró Daniel.
-Dejamos de soñar el uno con el otro. Por nuestro propio bien...
-Encontrarás a un hombre que será real. Un hombre que te querrá por cómo eres. Y no tendrás la necesidad de soñar con amores que no existen. A mí me ha pasado. He encontrado a una mujer real. Y la quiero muchísimo. Pero es mejor que esta relación tan extraña y tan onírica termine. No nos va a llevar a ninguna parte.
-Tendría que escoger entre el capitán Sturges o Clive Smithers.
-No, Estelle. Ninguno de ellos es digno de ti.
La muchacha le besó de forma golosa en la boca. Fue en ese momento cuando Daniel se despertó.
Estaba solo.
Miró por todas partes. Estelle ya no estaba.
Se sentó en el colchón. Estelle había desaparecido.
Un sabor amargo subió por su garganta. ¿Acaso era cierto que iba a dejar de soñar con ella? ¿Acaso era cierto que no volvería a saber de ella?
miércoles, 9 de abril de 2014
UN SUEÑO HECHO REALIDAD
Hola a todos.
En el fragmento de hoy, Ana le cuenta a su buena amiga Tania que ha empezado a salir con otro chico.
Además, se descubrirá un secreto relacionado con Tania.
¡Vamos a ver qué pasa!
Hacía algunos días, desde que se enteró de que Nando y Ana habían roto, que Tania no iba a visitar a su mejor amiga.
Ana se alegró sinceramente de verla.
Las dos se encerraron en su habitación. Se sentaron en la cama de Ana. La joven no sabía por dónde empezar.
-Quiero que me cuentes el porqué has roto con Nando-le pidió Tania.
-Creo que ya sabes el porqué de nuestra ruptura-se sinceró Ana-Nuestra relación empezó muerta. Y lo único que hemos hecho ha sido prolongar algo que no tenía sentido. Mis padres están enfadados, pero se les pasará. Además...Hay alguien más. Hay otro chico.
Tania abrió muchos los ojos. No se podía creer lo que estaba escuchando.
-¿Te has vuelto loca?-le increpó a Ana.
En su opinión, su amiga debía de estar loca. ¿Cómo podía haber engañado a Nando con otro chico? ¿Acaso era ciega y no se daba cuenta de lo afortunada que era? Pero Ana la hizo callar haciendo un gesto.
Hacía mucho tiempo que quería hacerle una pregunta a Tania. Su amiga no paraba de hablarle de lo maravilloso que era Nando. Y, al hacerlo, sus ojos brillaban.
-¿Estás enamorada de él?-le preguntó a bocajarro.
Las mejillas de Tania se encendieron al escuchar aquella pregunta.
-¡Nando es tu novio!-respondió la joven.
-Nando era mi novio-le recordó Ana-Ahora, está libre. Y tú también estás libre. Tania, sé sincera conmigo.
Los ojos de la aludida se llenaron de lágrimas.
De pronto, se sorprendió así misma contándole la verdad a Ana.
-Le quiero-le confesó-Quiero a Nando. Pero él a mí no me quiere. Nunca se lo he contado porque eres mi mejor amiga, Ani. Lo último que deseo es hacerte daño.
-Eres la mejor amiga que pueda tener-le aseguró Ana-Y te agradezco tu nobleza y tu sinceridad.
Tania rompió a llorar. Hacía mucho tiempo que estaba enamorada de Nando. Era su mayor secreto. Pero siempre había oído que Nando y Ana terminarían casados. De modo que ella permaneció en un segundo plano.
-Me enfadaba contigo cada vez que te oía quejarte de él porque pensaba que eras imbécil-admitió Tania-Que no te dabas cuenta de lo afortunada que eras por tener a un chico como Nando de novio.
-Yo no lo sabía-dijo Ana.
Tania se sintió mucho mejor una vez que le confesó a su amiga sus sentimientos hacia el que había sido su novio hasta hacía semana y media. Entonces, escuchó el consejo que le dio Ana. Debía de ir a ver a Nando y confesarle la verdad acerca de lo que sentía por él.
-A lo mejor, él también te corresponde-le aseguró.
Tania esbozó una sonrisa radiante.
En el fragmento de hoy, Ana le cuenta a su buena amiga Tania que ha empezado a salir con otro chico.
Además, se descubrirá un secreto relacionado con Tania.
¡Vamos a ver qué pasa!
Hacía algunos días, desde que se enteró de que Nando y Ana habían roto, que Tania no iba a visitar a su mejor amiga.
Ana se alegró sinceramente de verla.
Las dos se encerraron en su habitación. Se sentaron en la cama de Ana. La joven no sabía por dónde empezar.
-Quiero que me cuentes el porqué has roto con Nando-le pidió Tania.
-Creo que ya sabes el porqué de nuestra ruptura-se sinceró Ana-Nuestra relación empezó muerta. Y lo único que hemos hecho ha sido prolongar algo que no tenía sentido. Mis padres están enfadados, pero se les pasará. Además...Hay alguien más. Hay otro chico.
Tania abrió muchos los ojos. No se podía creer lo que estaba escuchando.
-¿Te has vuelto loca?-le increpó a Ana.
En su opinión, su amiga debía de estar loca. ¿Cómo podía haber engañado a Nando con otro chico? ¿Acaso era ciega y no se daba cuenta de lo afortunada que era? Pero Ana la hizo callar haciendo un gesto.
Hacía mucho tiempo que quería hacerle una pregunta a Tania. Su amiga no paraba de hablarle de lo maravilloso que era Nando. Y, al hacerlo, sus ojos brillaban.
-¿Estás enamorada de él?-le preguntó a bocajarro.
Las mejillas de Tania se encendieron al escuchar aquella pregunta.
-¡Nando es tu novio!-respondió la joven.
-Nando era mi novio-le recordó Ana-Ahora, está libre. Y tú también estás libre. Tania, sé sincera conmigo.
Los ojos de la aludida se llenaron de lágrimas.
De pronto, se sorprendió así misma contándole la verdad a Ana.
-Le quiero-le confesó-Quiero a Nando. Pero él a mí no me quiere. Nunca se lo he contado porque eres mi mejor amiga, Ani. Lo último que deseo es hacerte daño.
-Eres la mejor amiga que pueda tener-le aseguró Ana-Y te agradezco tu nobleza y tu sinceridad.
Tania rompió a llorar. Hacía mucho tiempo que estaba enamorada de Nando. Era su mayor secreto. Pero siempre había oído que Nando y Ana terminarían casados. De modo que ella permaneció en un segundo plano.
-Me enfadaba contigo cada vez que te oía quejarte de él porque pensaba que eras imbécil-admitió Tania-Que no te dabas cuenta de lo afortunada que eras por tener a un chico como Nando de novio.
-Yo no lo sabía-dijo Ana.
Tania se sintió mucho mejor una vez que le confesó a su amiga sus sentimientos hacia el que había sido su novio hasta hacía semana y media. Entonces, escuchó el consejo que le dio Ana. Debía de ir a ver a Nando y confesarle la verdad acerca de lo que sentía por él.
-A lo mejor, él también te corresponde-le aseguró.
Tania esbozó una sonrisa radiante.
martes, 8 de abril de 2014
UN SUEÑO HECHO REALIDAD
Hola a todos.
Hoy, la relación de Ana y Daniel dará un paso más después de que el joven abandone el albergue donde ha pasado los últimos meses viviendo.
¡Vamos a ver lo que pasa!
Daniel encontró un piso de alquiler a buen precio cerca de la Catedral.
Trabajaba como cajero en el Continente de lunes a sábado. Entraba a trabajar a las nueve de la mañana y salía alrededor de las ocho de la tarde. Hacían un descanso para comer y vuelta a empezar. Daniel encontró cierta satisfacción en su trabajo. El sonido de la caja registradora y el trato con los clientes que hacían la compra le permitían no pensar en nada. Olvidar sus problemas.
Invitó de forma casi impulsiva a Ana a que viera su piso.
La joven aceptó la invitación de inmediato. Habían pasado la última semana viéndose a diario. Los padres de Ana estaban al tanto de que su hija había roto con Nando y estaban furiosos. Tania también se enteró y fue a verla para preguntarle si es que se había vuelto loca o qué. Ana no pensaba dar marcha atrás. Tanto ella como Nando entendían que aquella relación no tenía futuro alguno.
La única que pareció entenderla fue Bárbara. Su hermana podía ser aún una niña. Pero había visto cómo los ojos de Ana brillaban cuando Daniel la llamaba por teléfono. Cuando Nando la llamaba por teléfono, los ojos de Ana reflejaban un profundo hastío. No brillaban.
Daniel pasó a recogerla para acompañarla a su piso.
-Espero que te guste-le dijo.
-No tiene que gustarme a mí sola-afirmó Ana.
-Es un piso cojonudo, tía. Tengo pelas para pagar el alquiler.
-Está bien. Estoy deseando verlo. Es mejor que vivas en un piso que en un albergue. Tienes mucho mejor aspecto, Dani. Me gusta.
El piso constaba de un colchón tirado en mitad del suelo. Hacía las veces de cama.
Había una mesa plegable y un par de sillas.
De la pared colgaban unos cuantos posters de Barón Rojo y de Guns 'n' Roses.
Mentalmente, Ana pensó que lo que mejor le vendría a aquel piso era una buena mano de pintura. Y unos cuadros un poco más alegres...Se veía a Daniel encantado con aquel piso. El chico le contó que le costaba unas 1.000 pesatas al mes el alquiler.
Se dejaron caer en el colchón.
Ana recorrió con la vista el piso. Le pareció un lugar un tanto deprimente, pero no le dijo nada a Daniel.
-Ha llegado la hora de empezar de cero-afirmó el joven-¡Y eso es lo que quiero! Sin olvidar, pero encarando el presente.
Ana le dio un beso en la mejilla.
-Estoy segura de que lo conseguirás-le aseguró.
-El piso...-enumeró Daniel-El curro en el Continente...Tú...
-¿Qué quieres decir?
Una bombilla que colgaba del techo a modo de lámpara estaba encendida. Iluminó con su luz casi débil el rostro de Ana. Daniel sintió una extraña presión dentro de su pecho. Abrazó con fuerza a la joven.
El recuerdo de Alejandra estaba todavía muy presente en su vida. Pero sólo podía sentir la figura esbelta de Ana. Intentó no pensar en Alejandra. Lo último que quería hacer era traicionarla. Trató de evocar el cabello oscuro de su mujer. Pero sólo podía ver el cabello de color chocolate de Ana.
Ninguno de los dos era virgen. Ana sólo había estado con Nando. Y Daniel sólo había estado con Alejandra. Empezaron a besarse. No fueron capaces de detenerse. Ana se olvidó de todo. Tan sólo pensó que estaba teniendo su noche de amor con Jai Raventhorne. Ella era Olivia y Daniel era Jai. Aunque sus ojos eran de color grosella hervida, como los ojos de Freddie Birkhust.
Ana pasó la noche en el piso. Sus padres no sabían que estaba allí. Tampoco le importó.
Pasó la noche en aquel colchón tirado en el suelo. El uno desnudó al otro. La ropa voló por la estancia. Yacieron desnudos sobre el colchón. Y se dejaron llevar. No pensaron en nada. Nadie dijo nada. Nadie pronunció palabra alguna. Cerraron los ojos. Los besos se fueron tornando más apasionados. Se limitaron a sentir. A experimentar.
Daniel sintió por todo su cuerpo la lengua húmeda y sonrosada de Ana. Sintió sus labios llenando de besos cada centímetro de su piel. Los dientes de Ana mordiendo suavemente su carne. Y él hizo lo propio. Llenó de besos cada centímetro de la piel de Ana. La besó por todas partes.
Se quedaron dormidos nada más acabar. Daniel pensó que Alejandra parecía sentir vergüenza cuando llenaba de besos cada centímetro de su piel.
Daniel se despertó de madrugada y admiró la figura dormida de Ana. Sonrió al pensar que ella era real. Y estaba a su lado. Empezó a besarla de nuevo en los labios para despertarla. De pronto, se dio cuenta de que quien estaba a su lado no era Ana. Que estaba acostado en una amplia cama adoselada. Y que quien estaba a su lado era una chica de rubio cabello que le miraba.
-Freddie...-susurró ella.
Daniel la besó en los labios con intensidad. Llenó de besos su cara. Reconocía a aquella muchacha. Estelle Templewood...
La estrechó entre sus brazos y los dos se besaron de nuevo con pasión. No podían dejar de besarse. Daniel pensó que estaba soñando de nuevo y que Estelle estaba a su lado en la cama. Era Freddie Birkhust. No Daniel...
Llenó de caricias con sus manos el cuerpo de Estelle. La noche se iba haciendo más oscura. La madrugada...
Llenó de besos cada centímetro del cuerpo de Estelle. No pensó en el porqué no estaba Ana a su lado ni pensó tampoco en Alejandra, sino que pensó sólo en Estelle. Se susurraron muchas palabras de amor. Incluso, Daniel se atrevió a sujetar uno de los pechos de Estelle con la boca. Llenó aquellos pechos de besos. Un sueño...
Un beso en el cuello acabó despertando a Daniel.
Miró a Ana y se dio cuenta de que estaba de nuevo despierto. La joven se había puesto la camiseta azul que había llevado Daniel puesta la noche antes.
-He logrado hacer un poco de café-le dijo.
Le tendió una taza medio rota. El café estaba frío. Pero Daniel lo agradeció. Necesitaba volver al mundo real.
-Espero que no me digas que te arrepientes de lo que ocurrió anoche-dijo Ana, casi con miedo-Porque yo me alegro.
-Es la primera vez que me acuesto con una chica desde que murió Alex-le confesó Daniel.
-Yo sólo he estado con mi novio, con Nando. Pero créeme. Lo que ocurrió anoche fue la experiencia más bonita de mi vida.
-Lo único que sé es que he empezado a quererte. Y a necesitarte en mi vida.
-Eso es bueno porque es una señal de que estábamos destinados a encontrarnos, Dani. Siento que empecé a vivir de verdad cuando te conocí. Soy como Olivia O' Rourke. Ella encontró a su Jai. Yo te he encontrado a ti. Mi Jai, aunque con los ojos de Freddie.
Y yo he tenido un sueño erótico con Estelle Templewood, pensó Daniel. Le pareció casi insultante porque aquel sueño, al igual que los anteriores, había sido muy real. Demasiado real...Ana se comparaba así misma con Olivia, la protagonista de aquella novela que Daniel nunca había leído. Pero le parecía más real que su propia vida.
-Me gustaría leer Olivia y Jai-dijo.
-¡Te la puedo prestar cuando quieras!-se entusiasmó Ana.
Pensó que Daniel no era como Nando. Daniel entendía su pasión por las novelas románticas. Compartía con ella dicha pasión.
Hoy, la relación de Ana y Daniel dará un paso más después de que el joven abandone el albergue donde ha pasado los últimos meses viviendo.
¡Vamos a ver lo que pasa!
Daniel encontró un piso de alquiler a buen precio cerca de la Catedral.
Trabajaba como cajero en el Continente de lunes a sábado. Entraba a trabajar a las nueve de la mañana y salía alrededor de las ocho de la tarde. Hacían un descanso para comer y vuelta a empezar. Daniel encontró cierta satisfacción en su trabajo. El sonido de la caja registradora y el trato con los clientes que hacían la compra le permitían no pensar en nada. Olvidar sus problemas.
Invitó de forma casi impulsiva a Ana a que viera su piso.
La joven aceptó la invitación de inmediato. Habían pasado la última semana viéndose a diario. Los padres de Ana estaban al tanto de que su hija había roto con Nando y estaban furiosos. Tania también se enteró y fue a verla para preguntarle si es que se había vuelto loca o qué. Ana no pensaba dar marcha atrás. Tanto ella como Nando entendían que aquella relación no tenía futuro alguno.
La única que pareció entenderla fue Bárbara. Su hermana podía ser aún una niña. Pero había visto cómo los ojos de Ana brillaban cuando Daniel la llamaba por teléfono. Cuando Nando la llamaba por teléfono, los ojos de Ana reflejaban un profundo hastío. No brillaban.
Daniel pasó a recogerla para acompañarla a su piso.
-Espero que te guste-le dijo.
-No tiene que gustarme a mí sola-afirmó Ana.
-Es un piso cojonudo, tía. Tengo pelas para pagar el alquiler.
-Está bien. Estoy deseando verlo. Es mejor que vivas en un piso que en un albergue. Tienes mucho mejor aspecto, Dani. Me gusta.
El piso constaba de un colchón tirado en mitad del suelo. Hacía las veces de cama.
Había una mesa plegable y un par de sillas.
De la pared colgaban unos cuantos posters de Barón Rojo y de Guns 'n' Roses.
Mentalmente, Ana pensó que lo que mejor le vendría a aquel piso era una buena mano de pintura. Y unos cuadros un poco más alegres...Se veía a Daniel encantado con aquel piso. El chico le contó que le costaba unas 1.000 pesatas al mes el alquiler.
Se dejaron caer en el colchón.
Ana recorrió con la vista el piso. Le pareció un lugar un tanto deprimente, pero no le dijo nada a Daniel.
-Ha llegado la hora de empezar de cero-afirmó el joven-¡Y eso es lo que quiero! Sin olvidar, pero encarando el presente.
Ana le dio un beso en la mejilla.
-Estoy segura de que lo conseguirás-le aseguró.
-El piso...-enumeró Daniel-El curro en el Continente...Tú...
-¿Qué quieres decir?
Una bombilla que colgaba del techo a modo de lámpara estaba encendida. Iluminó con su luz casi débil el rostro de Ana. Daniel sintió una extraña presión dentro de su pecho. Abrazó con fuerza a la joven.
El recuerdo de Alejandra estaba todavía muy presente en su vida. Pero sólo podía sentir la figura esbelta de Ana. Intentó no pensar en Alejandra. Lo último que quería hacer era traicionarla. Trató de evocar el cabello oscuro de su mujer. Pero sólo podía ver el cabello de color chocolate de Ana.
Ninguno de los dos era virgen. Ana sólo había estado con Nando. Y Daniel sólo había estado con Alejandra. Empezaron a besarse. No fueron capaces de detenerse. Ana se olvidó de todo. Tan sólo pensó que estaba teniendo su noche de amor con Jai Raventhorne. Ella era Olivia y Daniel era Jai. Aunque sus ojos eran de color grosella hervida, como los ojos de Freddie Birkhust.
Ana pasó la noche en el piso. Sus padres no sabían que estaba allí. Tampoco le importó.
Pasó la noche en aquel colchón tirado en el suelo. El uno desnudó al otro. La ropa voló por la estancia. Yacieron desnudos sobre el colchón. Y se dejaron llevar. No pensaron en nada. Nadie dijo nada. Nadie pronunció palabra alguna. Cerraron los ojos. Los besos se fueron tornando más apasionados. Se limitaron a sentir. A experimentar.
Daniel sintió por todo su cuerpo la lengua húmeda y sonrosada de Ana. Sintió sus labios llenando de besos cada centímetro de su piel. Los dientes de Ana mordiendo suavemente su carne. Y él hizo lo propio. Llenó de besos cada centímetro de la piel de Ana. La besó por todas partes.
Se quedaron dormidos nada más acabar. Daniel pensó que Alejandra parecía sentir vergüenza cuando llenaba de besos cada centímetro de su piel.
Daniel se despertó de madrugada y admiró la figura dormida de Ana. Sonrió al pensar que ella era real. Y estaba a su lado. Empezó a besarla de nuevo en los labios para despertarla. De pronto, se dio cuenta de que quien estaba a su lado no era Ana. Que estaba acostado en una amplia cama adoselada. Y que quien estaba a su lado era una chica de rubio cabello que le miraba.
-Freddie...-susurró ella.
Daniel la besó en los labios con intensidad. Llenó de besos su cara. Reconocía a aquella muchacha. Estelle Templewood...
La estrechó entre sus brazos y los dos se besaron de nuevo con pasión. No podían dejar de besarse. Daniel pensó que estaba soñando de nuevo y que Estelle estaba a su lado en la cama. Era Freddie Birkhust. No Daniel...
Llenó de caricias con sus manos el cuerpo de Estelle. La noche se iba haciendo más oscura. La madrugada...
Llenó de besos cada centímetro del cuerpo de Estelle. No pensó en el porqué no estaba Ana a su lado ni pensó tampoco en Alejandra, sino que pensó sólo en Estelle. Se susurraron muchas palabras de amor. Incluso, Daniel se atrevió a sujetar uno de los pechos de Estelle con la boca. Llenó aquellos pechos de besos. Un sueño...
Un beso en el cuello acabó despertando a Daniel.
Miró a Ana y se dio cuenta de que estaba de nuevo despierto. La joven se había puesto la camiseta azul que había llevado Daniel puesta la noche antes.
-He logrado hacer un poco de café-le dijo.
Le tendió una taza medio rota. El café estaba frío. Pero Daniel lo agradeció. Necesitaba volver al mundo real.
-Espero que no me digas que te arrepientes de lo que ocurrió anoche-dijo Ana, casi con miedo-Porque yo me alegro.
-Es la primera vez que me acuesto con una chica desde que murió Alex-le confesó Daniel.
-Yo sólo he estado con mi novio, con Nando. Pero créeme. Lo que ocurrió anoche fue la experiencia más bonita de mi vida.
-Lo único que sé es que he empezado a quererte. Y a necesitarte en mi vida.
-Eso es bueno porque es una señal de que estábamos destinados a encontrarnos, Dani. Siento que empecé a vivir de verdad cuando te conocí. Soy como Olivia O' Rourke. Ella encontró a su Jai. Yo te he encontrado a ti. Mi Jai, aunque con los ojos de Freddie.
Y yo he tenido un sueño erótico con Estelle Templewood, pensó Daniel. Le pareció casi insultante porque aquel sueño, al igual que los anteriores, había sido muy real. Demasiado real...Ana se comparaba así misma con Olivia, la protagonista de aquella novela que Daniel nunca había leído. Pero le parecía más real que su propia vida.
-Me gustaría leer Olivia y Jai-dijo.
-¡Te la puedo prestar cuando quieras!-se entusiasmó Ana.
Pensó que Daniel no era como Nando. Daniel entendía su pasión por las novelas románticas. Compartía con ella dicha pasión.
domingo, 6 de abril de 2014
UN SUEÑO HECHO REALIDAD
Hola a todos.
Hoy, después de romper con Nando, Ana acudirá a su cita con Daniel.
Todo puede pasar en esta cita.
Daniel llegó primero a La Puerta Falsa. Se quedó esperando la llegada de Ana en el umbral de entrada al local.
Es una locura, pensó.
Su vida había cambiado para bien en los últimos meses. Había encontrado un trabajo como cajero en el Continente.
Incluso, estaba pensando en alquilar un piso. Estaba cansado de vivir en el albergue. Le habían dado ropa nueva y limpia. Se duchaba todos los días. Se cambiaba de ropa. Presentaba mucho mejor aspecto que cuando llegó por casualidad a Murcia.
-¡Hola!-le saludó Ana acercándose a él.
Se dieron dos besos en las mejillas a modo de saludo y entraron dentro del local.
Tomaron asiento en una de las mesas del fondo.
Alguien estaba tocando el piano. El escenario se encontraba vacío.
-Todas las noches, hay actuaciones aquí-le comentó Ana-Viene algún artista famoso a cantar. O se celebran recitales de poesía. Hemos llegado un poco temprano.
Una camarera se acercó a ellos y les entregó sendas cartas. Daniel pidió croquetas de queso de tetilla como primer plato. Ana, por su parte, se decantó por las croquetas de arroz negro.
-Cuéntame-le pidió la joven a Daniel-¿Qué es de tu vida?
-Sigo viviendo en el albergue-contestó el muchacho-Pero creo que pronto lo voy a abandonar. He encontrado trabajo y estoy ahorrando para irme de allí y alquilar un piso.
La camarera no tardó en regresar con lo que la pareja le había pedido. Les sirvió agua en copas de cristal. Daniel atacó su plato de croquetas de queso de tetilla. Tenía hambre. Se sentía un poco intimidado por estar en aquel lugar. Pero más le intimidaba la cercanía de Ana.
-Hace mucho tiempo que no salgo con una chica-le confesó.
-Debo de sentirme halagada-bromeó Ana.
-Lo digo en serio.
La mirada de Ana se posó en un anillo que lucía Daniel en el dedo anular de la mano izquierda. Un escalofrío recorrió su columna vertebral. Reconocía lo que significaba aquel anillo. El joven adivinó los pensamientos de Ana.
-Mi mujer falleció hace más de un año-le contó-Íbamos en coche y tuvimos un accidente.
-Lo siento mucho-se lamentó Ana-Pero...Eres muy joven para ser viudo. No debes de ser mayor que yo.
-Alejandra y yo nos queríamos mucho. Fuimos novios en el instituto. Después, no podíamos vivir el uno sin el otro. Éramos muy diferentes. Pero queríamos estar siempre juntos.
Sintió cómo un nudo se le formaba en su garganta. Ana le cogió la mano por encima de la mesa.
De pronto, Daniel se sintió confortado. Era una sensación extraña. Pero, al mismo tiempo, era una sensación agradable.
-Alejandra era de Somosaguas, igual que yo-prosiguió-Cuando ella murió. Cuando me recuperé. Me marché. No podía seguir viviendo allí.
-Yo acabo de romper con mi novio de toda la vida-se sinceró Ana-No es lo mismo. No estaba enamorada de él.
Daniel pensó que Ana y él eran muy parecidos en algunos aspectos. Él había perdido a Alejandra, su novia de siempre, su esposa. Y Ana había roto con su novio de siempre. Por algún motivo, se habían encontrado. Y se encontraban en aquel lugar cenando.
Había mucha gente en el local. Se les oía hablar mientras cenaban. Incluso, se les oía reír. Había algunas parejas de enamorados diciéndose ternezas.
Daniel deseaba poder empezar de nuevo y la vida le estaba dando otra oportunidad. Ana quería vivir una historia de amor parecida a las historias de amor que tanto había leído.
Abandonaron el local al cabo de hora y media.
-Te acompaño a casa-se ofreció Daniel.
Hicieron el trayecto hasta el dúplex de los Hidalgo andando.
-Me ha gustado mucho cenar contigo-se sinceró Daniel-Y me gustaría volver a repetirlo.
-O cenar-matizó Ana-O ir al cine. ¡Cuando quieras!
-Entonces...¿No te importa que te vuelva a invitar a salir?
-Somos dos personas libres. No estamos haciendo nada malo. Nos estamos conociendo.
-Tienes razón.
Se detuvieron ante la verja abierta del dúplex de los Hidalgo.
-¿Quedamos en vernos mañana?-inquirió Daniel-Podríamos dar un paseo.
-En el Paseo del Malecón...-contestó Ana.
-¿Te parece bien a las seis de la tarde?
-Perfecto...
Se despidieron dándose dos besos en las mejillas.
Hoy, después de romper con Nando, Ana acudirá a su cita con Daniel.
Todo puede pasar en esta cita.
Daniel llegó primero a La Puerta Falsa. Se quedó esperando la llegada de Ana en el umbral de entrada al local.
Es una locura, pensó.
Su vida había cambiado para bien en los últimos meses. Había encontrado un trabajo como cajero en el Continente.
Incluso, estaba pensando en alquilar un piso. Estaba cansado de vivir en el albergue. Le habían dado ropa nueva y limpia. Se duchaba todos los días. Se cambiaba de ropa. Presentaba mucho mejor aspecto que cuando llegó por casualidad a Murcia.
-¡Hola!-le saludó Ana acercándose a él.
Se dieron dos besos en las mejillas a modo de saludo y entraron dentro del local.
Tomaron asiento en una de las mesas del fondo.
Alguien estaba tocando el piano. El escenario se encontraba vacío.
-Todas las noches, hay actuaciones aquí-le comentó Ana-Viene algún artista famoso a cantar. O se celebran recitales de poesía. Hemos llegado un poco temprano.
Una camarera se acercó a ellos y les entregó sendas cartas. Daniel pidió croquetas de queso de tetilla como primer plato. Ana, por su parte, se decantó por las croquetas de arroz negro.
-Cuéntame-le pidió la joven a Daniel-¿Qué es de tu vida?
-Sigo viviendo en el albergue-contestó el muchacho-Pero creo que pronto lo voy a abandonar. He encontrado trabajo y estoy ahorrando para irme de allí y alquilar un piso.
La camarera no tardó en regresar con lo que la pareja le había pedido. Les sirvió agua en copas de cristal. Daniel atacó su plato de croquetas de queso de tetilla. Tenía hambre. Se sentía un poco intimidado por estar en aquel lugar. Pero más le intimidaba la cercanía de Ana.
-Hace mucho tiempo que no salgo con una chica-le confesó.
-Debo de sentirme halagada-bromeó Ana.
-Lo digo en serio.
La mirada de Ana se posó en un anillo que lucía Daniel en el dedo anular de la mano izquierda. Un escalofrío recorrió su columna vertebral. Reconocía lo que significaba aquel anillo. El joven adivinó los pensamientos de Ana.
-Mi mujer falleció hace más de un año-le contó-Íbamos en coche y tuvimos un accidente.
-Lo siento mucho-se lamentó Ana-Pero...Eres muy joven para ser viudo. No debes de ser mayor que yo.
-Alejandra y yo nos queríamos mucho. Fuimos novios en el instituto. Después, no podíamos vivir el uno sin el otro. Éramos muy diferentes. Pero queríamos estar siempre juntos.
Sintió cómo un nudo se le formaba en su garganta. Ana le cogió la mano por encima de la mesa.
De pronto, Daniel se sintió confortado. Era una sensación extraña. Pero, al mismo tiempo, era una sensación agradable.
-Alejandra era de Somosaguas, igual que yo-prosiguió-Cuando ella murió. Cuando me recuperé. Me marché. No podía seguir viviendo allí.
-Yo acabo de romper con mi novio de toda la vida-se sinceró Ana-No es lo mismo. No estaba enamorada de él.
Daniel pensó que Ana y él eran muy parecidos en algunos aspectos. Él había perdido a Alejandra, su novia de siempre, su esposa. Y Ana había roto con su novio de siempre. Por algún motivo, se habían encontrado. Y se encontraban en aquel lugar cenando.
Había mucha gente en el local. Se les oía hablar mientras cenaban. Incluso, se les oía reír. Había algunas parejas de enamorados diciéndose ternezas.
Daniel deseaba poder empezar de nuevo y la vida le estaba dando otra oportunidad. Ana quería vivir una historia de amor parecida a las historias de amor que tanto había leído.
Abandonaron el local al cabo de hora y media.
-Te acompaño a casa-se ofreció Daniel.
Hicieron el trayecto hasta el dúplex de los Hidalgo andando.
-Me ha gustado mucho cenar contigo-se sinceró Daniel-Y me gustaría volver a repetirlo.
-O cenar-matizó Ana-O ir al cine. ¡Cuando quieras!
-Entonces...¿No te importa que te vuelva a invitar a salir?
-Somos dos personas libres. No estamos haciendo nada malo. Nos estamos conociendo.
-Tienes razón.
Se detuvieron ante la verja abierta del dúplex de los Hidalgo.
-¿Quedamos en vernos mañana?-inquirió Daniel-Podríamos dar un paseo.
-En el Paseo del Malecón...-contestó Ana.
-¿Te parece bien a las seis de la tarde?
-Perfecto...
Se despidieron dándose dos besos en las mejillas.
viernes, 4 de abril de 2014
UN SUEÑO HECHO REALIDAD
Hola a todos.
Hoy, Ana, antes de su cita con Daniel, hará algo que debió de haber hecho hace algún tiempo.
¡Vamos a ver lo que pasa!
Ana miró por enésima vez la tapa de Olivia y Jai antes de salir de su cuarto. Estoy haciendo lo correcto, pensó al recordar la llamada que le había hecho a Nando aquella mañana.
Podía no pasar nada entre Daniel y ella. Pero Ana había llegado a la conclusión de que no podía seguir con Nando. Aquella relación estaba muerta desde hacía mucho tiempo.
Se encontró con Nando en el Puente de los Peligros, hacia las cuatro de la tarde.
-Nando, quisiera pedirte perdón antes que nada-dijo Ana nada más verle llegar-Pero siento que lo nuestro hace mucho tiempo que murió. No hay nada entre nosotros.
-¿Qué estás diciendo, Ani?-se asombró el chico.
-¿Estás enamorado de mí?
-Yo te quiero mucho, Ani. Llevamos toda la vida juntos. Eso tiene que significar algo. ¿No crees?
-No has respondido a mi pregunta, Nando. ¿Estás enamorado de mí?
Empezaron a caminar por el Puente.
Ana percibió cierto nerviosismo en Nando. Pensó que a él debía de pasarle lo mismo que le pasaba a ella. Estaban juntos casi por inercia. Porque era lo que se esperaba de ellos.
-Tardas mucho en responder-observó Ana-De modo que puedo dar por sentado que no estás enamorado de mí.
-¡No es eso!-replicó Nando-Es sólo que...Yo...
No sabía qué contestar. Era cierto que sentía que las cosas con Ana hacía mucho que no funcionaban. La rutina se había instalado en sus vidas. Pero, si lo pensaba bien, toda su relación había sido plena rutina. El salir juntos era casi como una costumbre para él. La cumplía a rajatabla, como salía muchas mañanas a correr.
-Llevo mucho tiempo replanteándome lo nuestros-se sinceró Ana-Si regresé contigo fue porque me decían que era lo mejor para mí. Pero no ha sido lo mejor ni para ti ni para mí.
Hablaba con total sinceridad y Nando lo agradeció. En el fondo, se sentía aliviado porque Ana había tomado la decisión por él.
Romper con aquel noviazgo era lo mejor para ambos. Nando lo sabía. Sin embargo, los padres de ambos pondrían el grito en el Cielo nada más enterarse.
Ana notó que Nando se sentía casi aliviado. Mentía. Se sentía aliviado.
Tuvo la sensación de que había tomado la decisión más acertada. Los dos serían felices por separado. Seguirían cada cual su camino y no acabarían haciéndose daño mutuamente.
-Te agradezco que hayas sido sincera conmigo, Ani-dijo Nando.
Se inclinó sobre ella y le dio un beso en la mejilla. Ambos acabaron fundiéndose en un fuerte abrazo.
Al separarse, Nando besó a Ana en la frente.
-¡Ojala seas feliz!-le aseguró.
-¡Ojala tú también seas feliz!-afirmó Ana.
Después de eso, se separaron. Tomaron direcciones opuestas. Ana sentía más libre. Más ligera...
Hoy, Ana, antes de su cita con Daniel, hará algo que debió de haber hecho hace algún tiempo.
¡Vamos a ver lo que pasa!
Ana miró por enésima vez la tapa de Olivia y Jai antes de salir de su cuarto. Estoy haciendo lo correcto, pensó al recordar la llamada que le había hecho a Nando aquella mañana.
Podía no pasar nada entre Daniel y ella. Pero Ana había llegado a la conclusión de que no podía seguir con Nando. Aquella relación estaba muerta desde hacía mucho tiempo.
Se encontró con Nando en el Puente de los Peligros, hacia las cuatro de la tarde.
-Nando, quisiera pedirte perdón antes que nada-dijo Ana nada más verle llegar-Pero siento que lo nuestro hace mucho tiempo que murió. No hay nada entre nosotros.
-¿Qué estás diciendo, Ani?-se asombró el chico.
-¿Estás enamorado de mí?
-Yo te quiero mucho, Ani. Llevamos toda la vida juntos. Eso tiene que significar algo. ¿No crees?
-No has respondido a mi pregunta, Nando. ¿Estás enamorado de mí?
Empezaron a caminar por el Puente.
Ana percibió cierto nerviosismo en Nando. Pensó que a él debía de pasarle lo mismo que le pasaba a ella. Estaban juntos casi por inercia. Porque era lo que se esperaba de ellos.
-Tardas mucho en responder-observó Ana-De modo que puedo dar por sentado que no estás enamorado de mí.
-¡No es eso!-replicó Nando-Es sólo que...Yo...
No sabía qué contestar. Era cierto que sentía que las cosas con Ana hacía mucho que no funcionaban. La rutina se había instalado en sus vidas. Pero, si lo pensaba bien, toda su relación había sido plena rutina. El salir juntos era casi como una costumbre para él. La cumplía a rajatabla, como salía muchas mañanas a correr.
-Llevo mucho tiempo replanteándome lo nuestros-se sinceró Ana-Si regresé contigo fue porque me decían que era lo mejor para mí. Pero no ha sido lo mejor ni para ti ni para mí.
Hablaba con total sinceridad y Nando lo agradeció. En el fondo, se sentía aliviado porque Ana había tomado la decisión por él.
Romper con aquel noviazgo era lo mejor para ambos. Nando lo sabía. Sin embargo, los padres de ambos pondrían el grito en el Cielo nada más enterarse.
Ana notó que Nando se sentía casi aliviado. Mentía. Se sentía aliviado.
Tuvo la sensación de que había tomado la decisión más acertada. Los dos serían felices por separado. Seguirían cada cual su camino y no acabarían haciéndose daño mutuamente.
-Te agradezco que hayas sido sincera conmigo, Ani-dijo Nando.
Se inclinó sobre ella y le dio un beso en la mejilla. Ambos acabaron fundiéndose en un fuerte abrazo.
Al separarse, Nando besó a Ana en la frente.
-¡Ojala seas feliz!-le aseguró.
-¡Ojala tú también seas feliz!-afirmó Ana.
Después de eso, se separaron. Tomaron direcciones opuestas. Ana sentía más libre. Más ligera...
jueves, 3 de abril de 2014
UN SUEÑO HECHO REALIDAD
Hola a todos.
El fragmento de hoy de Un sueño hecho realidad está dividido en dos partes que vamos a ver a continuación.
En la primera, Ana escribe el fanfic de Olivia y Jai.
En la segunda, recibe una muy interesante llamada de teléfono.
¡Vamos a ver lo que pasa!
NOTA: La parte del fanfic está escrita aquí en cursiva porque es lo que Ana está escribiendo y lo diferencio de la otra parte.
El fragmento de hoy de Un sueño hecho realidad está dividido en dos partes que vamos a ver a continuación.
En la primera, Ana escribe el fanfic de Olivia y Jai.
En la segunda, recibe una muy interesante llamada de teléfono.
¡Vamos a ver lo que pasa!
NOTA: La parte del fanfic está escrita aquí en cursiva porque es lo que Ana está escribiendo y lo diferencio de la otra parte.
UN SUEÑO HECHO REALIDAD, POR ANA BELÉN HIDALGO
La historia que hoy nos ocupa empezó hace muchos años. En concreto, empezó en el año 1848. Muy lejos de Murcia...En un país llamado La India...Y en una ciudad llamada Calcuta...
Empiezo a contar una historia que está escrita. Una historia maravillosa...Pero que no es perfecta. ¿Acaso todas las historias son perfectas? No recuerdo quién dijo que no existía la novela perfecta. Por eso, el escritor sigue escribiendo. Porque no deja de buscar lo que el considera que es la novela perfecta.
Hay una chica.
Vive en Calcuta junto con sus padres y con su hermano mayor. Tiene diecisiete años. Pero no faltan muchos meses para que cumpla los dieciocho. Está loca de contento. Sus padres están celebrando una fiesta. No lo sabe. Pero su hermano ha hablado con la mejor modista de Calcuta. Está confeccionándole un vestido precioso. ¡De seda!
Nació en Calcuta. A decir verdad, nunca ha salido de la ciudad. Apenas ha salido de su casa.
Sus padres tienen muchos planes para ella. En su mente está un pensamiento parecido al del resto de los padres. Casar a su hija con un buen partido. Eso es algo que ella no sabe. De saberlo, diría que es mejor empezar casando a su hermano. Con treinta y un años, va camino de convertirse en un honorable solterón.
Cosa que él niega.
La historia de su familia no es muy distinta. Su padre contrajo matrimonio en primeras nupcias. Tuvo un hijo, su hermano mayor. Pero enviudó cuando su hijo tenía tan sólo ocho años. Unas fiebres se llevaron a la tumba a su primera esposa. La boda se celebró en Calcuta. Para muchos, fue motivo de escándalo. La primera esposa de su padre era hindú. En concreto, era la hija de un jefe tribal.
Fue un matrimonio que escandalizó a todo el mundo. ¡Un inglés casándose con una hindú! Pero estaban muy enamorados. Y desafiaron al mundo por estar juntos.
Fruto de aquel matrimonio nació el primogénito, Jai. No tuvieron más hijos.
Cuando Jai tenía catorce años, nació su hermana. Desde entonces, vivía por y para ella. La vio de recién nacida tan frágil, que decidió protegerla. Ella, a su vez, sentía auténtica adoración por Jai.
No existían dos hermanos más unidos en toda la ciudad que ellos dos. Jai era mestizo, por lo que su hermana había escuchado cómo era criticado. A la madrastra de Jai no le importó eso. De hecho, era quien más lo defendía, junto con su padre y con su hermana. Habían formado una piña familiar. Los primeros años de vida de nuestra protagonista transcurrieron felices en el bungalow que la familia tenía en las afueras de Calcuta.
El nombre de nuestra protagonista es muy bonito. Se llama Estelle Sarah Templewood. Es una varición del nombre de su abuela paterna, lady Stella Templewood. Su segundo nombre lo lleva en honor a su tía materna, Sarah O' Rourke. No llegó a conocerla, por desgracia. Sarah había muerto en Sacramento varios años antes. La madre de Estelle estaba muy unida a su hermana. Lloró con desesperación al conocer la noticia de su muerte.
Estelle era una chica muy alegre. Podía ser algo tímida con los desconocidos. Sin embargo, enseguida, dejaba a un lado su timidez. Hablaba mucho. Jai decía que era la chica más habladora de toda la ciudad. Su comportamiento no distaba mucho del de cualquier chica de diecisiete años que había crecido sobreprotegida por su familia. Podía ser algo superficial. Pero tenía muy buen fondo. Se preocupaba por los demás.
Tenía una institutriz que se encargaba de darle clase. A veces, perdía la paciencia con ella. Estelle parecía estar mirando las musarañas.
Su madre se llamaba lady Bridget Lucinda Templewood. Su padre era sir Joshua Adam Templewood.
Estelle lo tenía todo. No le había faltado nunca nada. Ni amor ni ningún bien material...
Sir Joshua era el principal accionista de la mayor empresa exportadora de té de la ciudad. La Templewood and Ransome Company...Hacía años que Jai había empezado a trabajar allí. Se había convertido en el brazo derecho de su padre. Era un joven inteligente y responsable. Sir Joshua había sido nombrado oficial jefe de la Cámara de Comercio de la ciudad. Era un hombre muy respetado en todo el país.
El sonido del teléfono sacó a Ana de su ensimismamiento.
Pensó que a su madre la había llamado una amiga. Pero, entonces, oyó unos golpecitos en la puerta de su habitación.
-¡Ani, te ha llamado un chico!-escuchó decir a Bárbara.
-¿Un chico?-se extrañó Ana.
-Sí...Y no es Nando.
Movida por un resorte, Ana dejó de escribir y ni se molestó en tapar el boli.
Salió de la habitación corriendo. Ignoró la mirada cargada de interrogantes de Bárbara. Bajó la escalera saltando de dos en dos. El teléfono estaba desconectado a un lado del sofá. Ana lo cogió.
-¿Diga?-preguntó.
-¿Ana?-le preguntó una voz al otro lado del teléfono.
-Sí...¿Quién eres?
-Me diste tu número hace ya siglos. Soy Daniel, el chico al que llevaste un día al albergue.
El corazón de Ana dio un vuelco.
-¡Daniel!-exclamó-¡Qué sorpresa!
Había pensado que no volvería a saber más de él. Pero no había sido así. El chico de los ojos de color grosella hervida la había llamado.
-He estado pensando mucho en ti en estos meses-se sinceró Daniel-Pero me daba corte llamarte. Pensé que me ibas a dar calabazas.
-Bueno...-sonrió Ana-Eso depende de lo que quieras decirme.
-La verdad es que me gustaría tomar algo contigo algún día. Espero que no te importe.
Daniel no se reconocía así mismo. Estaba invitando a una chica a salir. La última vez que lo hizo fue años antes. Cuando decidió invitar a salir a Alejandra.
Estaba llamando desde una cabina de teléfonos.
-¡Por supuesto que no me importa!-afirmó Ana.
-¿Hay algún sitio donde nos podamos ver?-inquirió Daniel, sintiéndose estúpido.
Pensó en colgar el teléfono. Había cometido una locura al llamar a Ana. Pero no había logrado olvidar a aquella joven a lo largo de aquellos meses. Mil veces había pensado en llamarla. Pero no se sentía preparado. La muerte de Alejandra y del hijo que iban a tener le seguía doliendo.
-Hay un local que está muy bien-contestó Ana-Se llama La Puerta Falsa. Hay actuaciones en vivo. Se realizan exposiciones. Me gusta ir allí. Está en la Calle San Martín de Porres. ¿Sabes dónde está?
Al menos, una vez a la semana, Daniel iba aquella calle, donde se encontraba un centro de Proyecto Hombre.
-Sí...-contestó-Paso por allí.
-Está bien-dijo Ana-Quedamos en vernos allí mañana a las nueve de la noche.
Daniel aprobó aquella idea.
-Hasta mañana...-dijo él.
-De acuerdo...-dijo Ana-Hasta mañana...
Los dos colgaron a la vez. Al colgar, Ana se encontró con la mirada inquisitiva de Bárbara.
-A ti te gusta ese chico-apostilló la chiquilla.
Ana se puso roja como la grana. Pero optó por no contestarle a Bárbara. Tenía trece años. ¿Qué podía saber ella del amor?
-A mí no me engañas-canturreó Bárbara-¡Te gusta ese chico y no lo puedes negar!
El sonido del teléfono sacó a Ana de su ensimismamiento.
Pensó que a su madre la había llamado una amiga. Pero, entonces, oyó unos golpecitos en la puerta de su habitación.
-¡Ani, te ha llamado un chico!-escuchó decir a Bárbara.
-¿Un chico?-se extrañó Ana.
-Sí...Y no es Nando.
Movida por un resorte, Ana dejó de escribir y ni se molestó en tapar el boli.
Salió de la habitación corriendo. Ignoró la mirada cargada de interrogantes de Bárbara. Bajó la escalera saltando de dos en dos. El teléfono estaba desconectado a un lado del sofá. Ana lo cogió.
-¿Diga?-preguntó.
-¿Ana?-le preguntó una voz al otro lado del teléfono.
-Sí...¿Quién eres?
-Me diste tu número hace ya siglos. Soy Daniel, el chico al que llevaste un día al albergue.
El corazón de Ana dio un vuelco.
-¡Daniel!-exclamó-¡Qué sorpresa!
Había pensado que no volvería a saber más de él. Pero no había sido así. El chico de los ojos de color grosella hervida la había llamado.
-He estado pensando mucho en ti en estos meses-se sinceró Daniel-Pero me daba corte llamarte. Pensé que me ibas a dar calabazas.
-Bueno...-sonrió Ana-Eso depende de lo que quieras decirme.
-La verdad es que me gustaría tomar algo contigo algún día. Espero que no te importe.
Daniel no se reconocía así mismo. Estaba invitando a una chica a salir. La última vez que lo hizo fue años antes. Cuando decidió invitar a salir a Alejandra.
Estaba llamando desde una cabina de teléfonos.
-¡Por supuesto que no me importa!-afirmó Ana.
-¿Hay algún sitio donde nos podamos ver?-inquirió Daniel, sintiéndose estúpido.
Pensó en colgar el teléfono. Había cometido una locura al llamar a Ana. Pero no había logrado olvidar a aquella joven a lo largo de aquellos meses. Mil veces había pensado en llamarla. Pero no se sentía preparado. La muerte de Alejandra y del hijo que iban a tener le seguía doliendo.
-Hay un local que está muy bien-contestó Ana-Se llama La Puerta Falsa. Hay actuaciones en vivo. Se realizan exposiciones. Me gusta ir allí. Está en la Calle San Martín de Porres. ¿Sabes dónde está?
Al menos, una vez a la semana, Daniel iba aquella calle, donde se encontraba un centro de Proyecto Hombre.
-Sí...-contestó-Paso por allí.
-Está bien-dijo Ana-Quedamos en vernos allí mañana a las nueve de la noche.
Daniel aprobó aquella idea.
-Hasta mañana...-dijo él.
-De acuerdo...-dijo Ana-Hasta mañana...
Los dos colgaron a la vez. Al colgar, Ana se encontró con la mirada inquisitiva de Bárbara.
-A ti te gusta ese chico-apostilló la chiquilla.
Ana se puso roja como la grana. Pero optó por no contestarle a Bárbara. Tenía trece años. ¿Qué podía saber ella del amor?
-A mí no me engañas-canturreó Bárbara-¡Te gusta ese chico y no lo puedes negar!
miércoles, 2 de abril de 2014
UN SUEÑO HECHO REALIDAD
Hola a todos.
En el fragmento de hoy, veremos cómo Ana empieza a escribir el fanfic de Olivia y Jai.
Quería introducir los nervios que siente Ana a la hora de escribir. Sus dudas y todo lo que pasa por su cabeza. A mí me pasa cuando escribo.
Los nervios de Ana se ven multiplicados al escribir el fanfic de su novela favorita.
Espero que os guste.
La novela no daba muchas pistas acerca de la descripción física de Estelle. Ana golpeó el boli contra la libreta.
Su idea inicial era escribir varios relatos partiendo de la historia de Olivia y Jai. Quería contar aquella historia de amor a su modo. Como a ella le hubiera gustado escribir. Con un Jai menos vengativo y más dispuesto a luchar por Olivia.
Quería proseguir con un relato dedicado a Estelle.
Por supuesto, la prima de Olivia no iba a terminar con aquel petardo del capitán Sturges. ¡Ni de coña! Ana se había resignado a terminar casada con Nando, pero con Estelle sería distinto. Ella acabaría con su Príncipe Azul. ¡Ya se encargaría Ana de buscarle un hombre a su medida!
Evidentemente, Estelle quedaba eclipsada al lado de su prima Olivia. Sin embargo, Ana se encargaría de hacerla brillar. Miró la hoja en blanco. Tragó saliva.
Veía a Estelle saliendo de su casa cuando Jasmine tiró a Olivia a la acequia. Llevaba a su perrita Clementine en brazos. Cabello al viento...¿Llevaba el pelo suelto? Sólo se describía a Olivia, que se había caído dentro de la acequia. Los demás personajes parecían sombras que se movían a su alrededor.
Imaginó la escena del cumpleaños de Estelle. Cuando la joven fue corriendo a buscar a Olivia y le contó que el capitán Sturges la había besado. Y que le había metido la lengua en el interior de la boca. ¡Ni siquiera sabía besar el muy inútil!, bufó Ana.
Olivia sólo había sido cariñosa una vez con Estelle. Cuando lloró en sus brazos porque Jai le había secuestrado a su hijo Amos. Los demás gestos de cariño que Olivia había tenido hacia su prima, sus besos y sus abrazos, habían sido una farsa. La odiaba porque la creía la amante de Jai, aún después de saber que, en realidad, eran hermanos. ¿En serio Estelle había yacido entre los brazos de Jai?, había pensado Olivia.
El objeto de su odio no era Jai. Era, en realidad, Estelle. ¿Llegó a quererla antes de huir con Jai? Ana lo dudaba.
Se dio cuenta de una cosa. De un tiempo a aquella parte, todas los personajes femeninos secundarios de las novelas románticas que solía leer eran rubias. Rubias y primas de la heroína...En primer grado...En segundo grado...Eso no importaba. ¡Esto es ridículo!, pensó Ana. Se sintió tentada a cerrar la libreta y a guardar el boli. ¡No sabía qué escribir! La decisión que había sentido antes la había abandonado. Era inútil reescribir el romance de Olivia y Jai.
Estelle merece tener su propia historia, volvió a pensar. Estelle tiene mucho genio y sabe lo que quiere. Ana comparó mentalmente a la hija de sir Joshua con su prima Olivia. En comparación, la joven O' Rourke salía perdiendo. A veces, Ana creía odiar a Olivia. La admiraba con toda su alma. Pero llegaba a aborrecerla. No atendía a explicaciones. Se portaba igual que una mocosa malcriada.
Pensó que el capitán Sturges no encajaba con Olivia.
Le parecía un sacrilegio sustituir a Jai por un pelele como aquel capitán. ¿Cómo reescribo yo esta historia?, se preguntó Ana. No podía escribir una chorrada. Tenía la sensación de que todas las ideas que pasaban por su mente le parecían una chorrada.
¡Olivia no se lo merece!, quería gritar.
Se trataba de empezar de nuevo. De darle un nuevo comienzo a aquella hermosa historia de amor. De convertir a Olivia en la heroína que prometía. De hacer de Jai un hombre más valiente y menos vengativo. A veces, pensó Ana, la cobardía se escondía tras una fachada vengativa. El deseo de venganza de Jai no conocía límites. Pero él sabía que existían unos límites. Lo que pasó fue sencillo. Era un cobarde y tuvo miedo.
Encima de la mesilla de noche, había una foto de Ana de cuando tenía trece años. En aquella época, Ana se había sentido fascinada (y aún lo estaba) por la música punk. Para disgusto de sus padres, se cortó el pelo. No se hizo una cresta de milagro. Pero llevó el pelo corto durante cosa de año y medio más o menos. A su madre le dio un soponcio cuando la vio salir de su habitación de aquella guisa. Pensó que su hija se había vuelto loca. Su padre, en cambio, se echó a reír. Lo cual irritó aún más a su madre.
Durante aquella época, Ana solía llevar los labios pintados de negro. Sus ojos estaban siempre marcados con delineador negro. Sus uñas también estaban pintadas de negro. Los vaqueros los llevaba rotos. Y solía vestir camisetas con dibujos de esqueletos y zombies.
Rita y Adolfo acabaron hartos y tiraron las ropas de su hija a la basura. Obligada por sus padres, Ana empezó a ir más pija al instituto.
Seguía vistiendo como una pija.
De alguna manera, entendía el deseo de Estelle de rebelarse contra sus padres.
Evidentemente, la acción transcurriría en la India colonial. Ana no estaba dispuesta a hacer viajar a los Templewood hasta Sacramento. Pero lady Bridget sí debía de estar en paz con Sarah. Dos hermanas no pueden pasarse la vida disgustadas. Su tía Sara y su madre nunca se habían llevado especialmente bien. Cuando Sara murió, Rita cayó en una profunda depresión. Al igual que lady Bridget, Rita sentía que no terminaba de entender a su hermana.
Estuvo a punto de tirar la toalla. No sabía cómo se lo montaba el amigo de Bárbara. ¡Escribir no tenía que ser tan difícil! Sobre todo, cuando se trata de reescribir algo que ya está escrito.
Lo dejo, decidió Ana.
Entonces, por su cabeza pasó una imagen delirante.
Vio la escena en su cabeza de Estelle con el capitán Sturges. Una escena no descrita, pero sí mencionada.
Pero no estaría con el pelele Sturges. Así era como Ana solía llamarle mentalmente.
Otro hombre ocuparía su lugar y sería mucho mejor que aquel tipo con la mentalidad de una lechuga. Estelle se enamoraría perdidamente de él y sería correspondida de igual manera. Ana no veía al pelele enamorado de Estelle y el enamoramiento de la chica le parecía más un capricho que otra cosa.
Movió con la cabeza. En su mente, empezó a aparecer una figura. Un par de ojos...Como las grosellas hervidas...
¿Estelle y Freddie?
Ana frunció el ceño. ¿Acaso Freddie, con su carácter débil, merecía ser redimido? No le veía tan pelele como al capitán Sturges. Era un alcohólico. Y estaba obsesionado con Olivia. Merecía ser redimido.
En su cabeza, imaginó a Freddie y a Estelle comiéndose a besos. Freddie sí sabría besar a Estelle. Sabría cómo meterle la lengua en la boca. Lo imaginó subiendo con sus manos la falda de la chica de manera disimulada. Revelando las medias blancas que debía de usar.
Ella nunca había vivido nada así con Nando. Era tan torpe como el capitán Sturges. Se preguntó si acaso su novio descendía de aquel inútil. Una risita se escapó de sus labios. Estaba cambiando el futuro de Estelle porque era incapaz de cambiar su futuro. Era lamentable. Muy lamentable...
El año en el que transcurriría sería el mismo. 1848, pero resultaba raro que Olivia no hiciera mención alguna a la fiebre del oro. Era natural de Sacramento, en el Estado de California. ¿Acaso Sean no le comentó en una de sus cartas que estaba llenándose Sacramento de buscadores de oro? Ana pensó que Sean estaba más pendiente de cortejar a la tal Sally que de saber cómo estaba su hija. En ningún momento, se le ocurre viajar a Calcuta para interesarse con ella.
Muchas palabras bonitas, pero pocos hechos.
Estás metida en un buen berenjenal, Anita, se dijo.
No había más remedio.
Escribió en la hoja que tenía delante de sus narices en blanco.
FICHA DE ESTELLE TEMPLEWOOD:
No es un mal comienzo, se dijo así misma. Escribiría cómo era Estelle. Partiría de la descripción de la novela. Y le añadiría algo de su propia cosecha.
PELO: COLOR RUBIO CLARO. LARGO. A VECES, SE LO RIZA.
FIGURA: ES ESBELTA. BIEN FORMADA.
OJOS: GRANDES Y REDONDOS. DE COLOR AZUL CIELO, MUY CLAROS. (HERENCIA FAMILIAR PORQUE SU TÍA, SU PRIMA Y SU MADRE TIENEN LOS MISMOS OJOS).
CARA: REDONDA COMO LA LUNA. DE FACCIONES ANIÑADAS.
TIENE QUE SER HERMOSA. ¡POR ALGO ES LA PROTAGONISTA!
¡Qué pijo me ha quedado!, se rió Ana.
NARIZ PEQUEÑA Y PUNTIAGUDA. PIEL CLARA (POR ALGO, SUELE LLEVAR UNA SOMBRILLA CUANDO SALE A LA CALLE).
PÓMULOS ALTOS.
ALGUNAS PECAS SALPICAN SU NARIZ, PERO NO MUCHAS.
QUE SEA ALTA.
Ana sonrió. Había vencido su miedo a la hoja en blanco.
Pasó un buen rato escribiendo. Las ideas fluían en su cabeza. Ideas que iban tomando forma poco a poco. Ideas que, al ser plasmadas en el papel, se tornaban reales. Auténticas...
Sentía a Estelle como alguien real. Una joven cercana a ella...Alguien que existía realmente en algún lugar desconocido para Ana.
En el fragmento de hoy, veremos cómo Ana empieza a escribir el fanfic de Olivia y Jai.
Quería introducir los nervios que siente Ana a la hora de escribir. Sus dudas y todo lo que pasa por su cabeza. A mí me pasa cuando escribo.
Los nervios de Ana se ven multiplicados al escribir el fanfic de su novela favorita.
Espero que os guste.
La novela no daba muchas pistas acerca de la descripción física de Estelle. Ana golpeó el boli contra la libreta.
Su idea inicial era escribir varios relatos partiendo de la historia de Olivia y Jai. Quería contar aquella historia de amor a su modo. Como a ella le hubiera gustado escribir. Con un Jai menos vengativo y más dispuesto a luchar por Olivia.
Quería proseguir con un relato dedicado a Estelle.
Por supuesto, la prima de Olivia no iba a terminar con aquel petardo del capitán Sturges. ¡Ni de coña! Ana se había resignado a terminar casada con Nando, pero con Estelle sería distinto. Ella acabaría con su Príncipe Azul. ¡Ya se encargaría Ana de buscarle un hombre a su medida!
Evidentemente, Estelle quedaba eclipsada al lado de su prima Olivia. Sin embargo, Ana se encargaría de hacerla brillar. Miró la hoja en blanco. Tragó saliva.
Veía a Estelle saliendo de su casa cuando Jasmine tiró a Olivia a la acequia. Llevaba a su perrita Clementine en brazos. Cabello al viento...¿Llevaba el pelo suelto? Sólo se describía a Olivia, que se había caído dentro de la acequia. Los demás personajes parecían sombras que se movían a su alrededor.
Imaginó la escena del cumpleaños de Estelle. Cuando la joven fue corriendo a buscar a Olivia y le contó que el capitán Sturges la había besado. Y que le había metido la lengua en el interior de la boca. ¡Ni siquiera sabía besar el muy inútil!, bufó Ana.
Olivia sólo había sido cariñosa una vez con Estelle. Cuando lloró en sus brazos porque Jai le había secuestrado a su hijo Amos. Los demás gestos de cariño que Olivia había tenido hacia su prima, sus besos y sus abrazos, habían sido una farsa. La odiaba porque la creía la amante de Jai, aún después de saber que, en realidad, eran hermanos. ¿En serio Estelle había yacido entre los brazos de Jai?, había pensado Olivia.
El objeto de su odio no era Jai. Era, en realidad, Estelle. ¿Llegó a quererla antes de huir con Jai? Ana lo dudaba.
Se dio cuenta de una cosa. De un tiempo a aquella parte, todas los personajes femeninos secundarios de las novelas románticas que solía leer eran rubias. Rubias y primas de la heroína...En primer grado...En segundo grado...Eso no importaba. ¡Esto es ridículo!, pensó Ana. Se sintió tentada a cerrar la libreta y a guardar el boli. ¡No sabía qué escribir! La decisión que había sentido antes la había abandonado. Era inútil reescribir el romance de Olivia y Jai.
Estelle merece tener su propia historia, volvió a pensar. Estelle tiene mucho genio y sabe lo que quiere. Ana comparó mentalmente a la hija de sir Joshua con su prima Olivia. En comparación, la joven O' Rourke salía perdiendo. A veces, Ana creía odiar a Olivia. La admiraba con toda su alma. Pero llegaba a aborrecerla. No atendía a explicaciones. Se portaba igual que una mocosa malcriada.
Pensó que el capitán Sturges no encajaba con Olivia.
Le parecía un sacrilegio sustituir a Jai por un pelele como aquel capitán. ¿Cómo reescribo yo esta historia?, se preguntó Ana. No podía escribir una chorrada. Tenía la sensación de que todas las ideas que pasaban por su mente le parecían una chorrada.
¡Olivia no se lo merece!, quería gritar.
Se trataba de empezar de nuevo. De darle un nuevo comienzo a aquella hermosa historia de amor. De convertir a Olivia en la heroína que prometía. De hacer de Jai un hombre más valiente y menos vengativo. A veces, pensó Ana, la cobardía se escondía tras una fachada vengativa. El deseo de venganza de Jai no conocía límites. Pero él sabía que existían unos límites. Lo que pasó fue sencillo. Era un cobarde y tuvo miedo.
Encima de la mesilla de noche, había una foto de Ana de cuando tenía trece años. En aquella época, Ana se había sentido fascinada (y aún lo estaba) por la música punk. Para disgusto de sus padres, se cortó el pelo. No se hizo una cresta de milagro. Pero llevó el pelo corto durante cosa de año y medio más o menos. A su madre le dio un soponcio cuando la vio salir de su habitación de aquella guisa. Pensó que su hija se había vuelto loca. Su padre, en cambio, se echó a reír. Lo cual irritó aún más a su madre.
Durante aquella época, Ana solía llevar los labios pintados de negro. Sus ojos estaban siempre marcados con delineador negro. Sus uñas también estaban pintadas de negro. Los vaqueros los llevaba rotos. Y solía vestir camisetas con dibujos de esqueletos y zombies.
Rita y Adolfo acabaron hartos y tiraron las ropas de su hija a la basura. Obligada por sus padres, Ana empezó a ir más pija al instituto.
Seguía vistiendo como una pija.
De alguna manera, entendía el deseo de Estelle de rebelarse contra sus padres.
Evidentemente, la acción transcurriría en la India colonial. Ana no estaba dispuesta a hacer viajar a los Templewood hasta Sacramento. Pero lady Bridget sí debía de estar en paz con Sarah. Dos hermanas no pueden pasarse la vida disgustadas. Su tía Sara y su madre nunca se habían llevado especialmente bien. Cuando Sara murió, Rita cayó en una profunda depresión. Al igual que lady Bridget, Rita sentía que no terminaba de entender a su hermana.
Estuvo a punto de tirar la toalla. No sabía cómo se lo montaba el amigo de Bárbara. ¡Escribir no tenía que ser tan difícil! Sobre todo, cuando se trata de reescribir algo que ya está escrito.
Lo dejo, decidió Ana.
Entonces, por su cabeza pasó una imagen delirante.
Vio la escena en su cabeza de Estelle con el capitán Sturges. Una escena no descrita, pero sí mencionada.
Pero no estaría con el pelele Sturges. Así era como Ana solía llamarle mentalmente.
Otro hombre ocuparía su lugar y sería mucho mejor que aquel tipo con la mentalidad de una lechuga. Estelle se enamoraría perdidamente de él y sería correspondida de igual manera. Ana no veía al pelele enamorado de Estelle y el enamoramiento de la chica le parecía más un capricho que otra cosa.
Movió con la cabeza. En su mente, empezó a aparecer una figura. Un par de ojos...Como las grosellas hervidas...
¿Estelle y Freddie?
Ana frunció el ceño. ¿Acaso Freddie, con su carácter débil, merecía ser redimido? No le veía tan pelele como al capitán Sturges. Era un alcohólico. Y estaba obsesionado con Olivia. Merecía ser redimido.
En su cabeza, imaginó a Freddie y a Estelle comiéndose a besos. Freddie sí sabría besar a Estelle. Sabría cómo meterle la lengua en la boca. Lo imaginó subiendo con sus manos la falda de la chica de manera disimulada. Revelando las medias blancas que debía de usar.
Ella nunca había vivido nada así con Nando. Era tan torpe como el capitán Sturges. Se preguntó si acaso su novio descendía de aquel inútil. Una risita se escapó de sus labios. Estaba cambiando el futuro de Estelle porque era incapaz de cambiar su futuro. Era lamentable. Muy lamentable...
El año en el que transcurriría sería el mismo. 1848, pero resultaba raro que Olivia no hiciera mención alguna a la fiebre del oro. Era natural de Sacramento, en el Estado de California. ¿Acaso Sean no le comentó en una de sus cartas que estaba llenándose Sacramento de buscadores de oro? Ana pensó que Sean estaba más pendiente de cortejar a la tal Sally que de saber cómo estaba su hija. En ningún momento, se le ocurre viajar a Calcuta para interesarse con ella.
Muchas palabras bonitas, pero pocos hechos.
Estás metida en un buen berenjenal, Anita, se dijo.
No había más remedio.
Escribió en la hoja que tenía delante de sus narices en blanco.
FICHA DE ESTELLE TEMPLEWOOD:
No es un mal comienzo, se dijo así misma. Escribiría cómo era Estelle. Partiría de la descripción de la novela. Y le añadiría algo de su propia cosecha.
PELO: COLOR RUBIO CLARO. LARGO. A VECES, SE LO RIZA.
FIGURA: ES ESBELTA. BIEN FORMADA.
OJOS: GRANDES Y REDONDOS. DE COLOR AZUL CIELO, MUY CLAROS. (HERENCIA FAMILIAR PORQUE SU TÍA, SU PRIMA Y SU MADRE TIENEN LOS MISMOS OJOS).
CARA: REDONDA COMO LA LUNA. DE FACCIONES ANIÑADAS.
TIENE QUE SER HERMOSA. ¡POR ALGO ES LA PROTAGONISTA!
¡Qué pijo me ha quedado!, se rió Ana.
NARIZ PEQUEÑA Y PUNTIAGUDA. PIEL CLARA (POR ALGO, SUELE LLEVAR UNA SOMBRILLA CUANDO SALE A LA CALLE).
PÓMULOS ALTOS.
ALGUNAS PECAS SALPICAN SU NARIZ, PERO NO MUCHAS.
QUE SEA ALTA.
Ana sonrió. Había vencido su miedo a la hoja en blanco.
Pasó un buen rato escribiendo. Las ideas fluían en su cabeza. Ideas que iban tomando forma poco a poco. Ideas que, al ser plasmadas en el papel, se tornaban reales. Auténticas...
Sentía a Estelle como alguien real. Una joven cercana a ella...Alguien que existía realmente en algún lugar desconocido para Ana.
martes, 1 de abril de 2014
UN SUEÑO HECHO REALIDAD
Hola a todos.
Después de mucho pensarlo, Ana se decide a coger el toro por los cuernos.
¿Qué la lleva a tomar esta decisión?
¡Vamos a verlo!
Los Hidalgo solían pasar las vacaciones de verano en una casa que tenían alquilada en La Manga. Aquel año no fue distinto.
Lo malo era que solían veranear en una casa que se encontraba al lado de la casa donde pasaban el verano los padres de Nando.
Ana sentía deseos de ponerse a gritar.
El trayecto en coche hasta La Manga fue infernal.
Bárbara pasó todo el rato jugando con una maquinita que su padrino le había regalado por su cumpleaños, en el mes de junio. Una Gameboy...
Pasó todo el trayecto jugando con aquel juego de Super Mario Bros. Un tipo con bigote y mono rojo de fontanero daba saltitos por una pantalla.
-¡Vamos!-le gritó Bárbara a la pantalla-¡Vamos!
Ana todavía no había empezado a escribir la historia de Olivia y Jai. Por supuesto, la había metido en la maleta.
Pero le daba auténtico terror empezar a contar aquella historia con sus propias palabras. Ana sabía que tenía talento para la escritura. Sus profesores tanto del instituto como del colegio se lo habían dicho. Pero ella se había decantado por estudiar Económicas. Era una buena estudiante. Pero no le gustaba nada aquella carrera.
La había escogido para complacer a sus padres. Ana miró la carretera. Todo lo que había hecho a lo largo de su vida había sido para complacer a sus padres. Nunca había pensado en ella. Nunca había tomado una decisión a lo largo de su vida.
Excepto cuando decidió escribir aquella historia basada en Olivia y Jai.
-¡Bien!-gritó Bárbara.
-¿Por qué gritas?-la regañó Rita.
-Porque he logrado pasar al tercer nivel. ¡Guay! Es la primera vez que llego a ese nivel.
-Te felicito, hermanita-ironizó Ana.
Bárbara ignoró el tono sarcástico de su hermana. Siguió jugando.
Salieron de Murcia por la mañana.
Llegaron a La Manga por la noche.
Se acostaron de madrugada deshaciendo las maletas.
Ana tenía en la casa, un chalet, su propia habitación. En Murcia, vivía en un duplex.
No recordaba haber compartido nunca habitación con Bárbara.
A decir verdad, siempre habían dormido en habitaciones distintas.
Su hermana tenía trece años. Tenía su propio grupo de amigas. Quería empezar a salir más con ellas. Sin la compañía de sus padres o de su hermana mayor...
A la mañana siguiente, fueron a bañarse a la playa. Ana decidió quedarse tumbada en la toalla que había extendido sobre la arena.
-¿No te bañas?-le preguntó su padre.
-Ahora iré-respondió Ana-Dentro de un rato...
Bárbara y su padre sí se metieron en el agua. Su madre, mientras, se sentó en la toalla. Sacó una revista del bolso que había traído consigo. Un ¡Hola!
-Esas revistas se parecen a mis novelas románticas-apostilló Ana.
-Siempre es agradable leer lo que les pasa a los demás-afirmó Rita.
-A mí no me interesa saber quién se ha divorciado. O quién se ha casado.
Ana cerró los ojos. Por lo menos, su hermano no se reuniría con ellos durante las vacaciones. No tenía muchas ganas de ver a su cuñada. Aquella tía le resultaba en extremo insoportable. Se preguntó qué había visto su hermano en ella.
Sergio se había casado con la tal Sofía y había cambiado. Sofía estaba todo el rato haciéndole unas carantoñas más falsas que una moneda de tres duros. Lo besuqueaba a cada rato. Lo manoseaba. Sergio se sentía incómodo. De alguna manera, intuía que aquellas muestras de cariño no eran reales. Ni sinceras...No nacían del corazón de Sofía. Sino de su modo de intentar hacer ver a la gente lo enamorados que estaban.
-Espero que el año que viene ya haya nacido mi primer nieto-suspiró Rita.
-A lo mejor, Sergio ha entrado en razón y se ha divorciado de esa petarda-afirmó Ana.
-¡No deberías de hablar así de tu hermano!
Lo peor vino por la tarde. Nando y sus padres llegaron al chalet donde veraneaban. Ana los vio llegar desde la ventana de su habitación. ¡Oh, Dios mío!, pensó. Cerró los ojos. Era una cobarde. ¿Por qué no ponía punto y final a aquella relación?
Sabía lo que iba a pasar a continuación.
Nando se separaba de sus padres. Se dirigía al chalet donde veraneaba ella. Y tocaba al timbre. Lo hacía todos los años.
Aquel año no fue una excepción.
-¡Ana!-la llamó Adolfo.
-¿Qué quieres, papá?-inquirió la chica.
-Baja. Está aquí Nando.
-Ahora mismo bajo.
Los mismos gestos...Las mismas palabras...
No se miró en el espejo para comprobar su aspecto. Se dijo así misma que estaba bien.
Nando la cogió por la cintura nada más llegar a su altura. La saludó con la misma voz melosa de siempre. Ella tuvo que fingir alegría y colocó sus manos alrededor de su cuello. Él la besó con ternura.
-¡Qué contento estoy de verte, Ani!-exclamó.
-Yo también me alegro de verte-mintió ella.
-Mañana, iremos por ahí a dar una vuelta. Te lo prometo.
-¿Y por qué no salimos ahora?
-He pasado sólo a saludarte. Estamos muy liados mis padres y yo deshaciendo las maletas.
-Lo entiendo.
Era lo mismo de todos los años.
Nando besó a Ana en la frente. Le dio un abrazo breve y se fue.
Después de eso, el verano transcurrió igual que todos los demás veranos. Por las mañanas, Ana, Bárbara y sus padres bajaban a la playa a bañarse. Regresaban a casa a la hora de comer. Ana y Bárbara se veían obligadas por su madre a echarse crema de protección solar. Todos los veranos, Bárbara se ponía roja como una gamba porque no quería echarse la crema.
Por las tardes, dormían un rato la siesta.
En realidad, sólo dormían la siesta Adolfo y Rita. Bárbara se encerraba en su habitación a hacer los ejercicios de Vacaciones Santillana.
Cuando acabó el cuadernillo, pasaba el rato hablando por teléfono con sus amigas en Murcia. O se ponía los walk-man para oír música. Ana, mientras, vegetaba en su habitación. De vez en cuando, llamaba a sus amigas en Murcia. Con quien más hablaba era con Tania. Sin embargo, no tardó mucho en cansarse de hablar con ella. De vez en cuando, por su cabeza pasaban imágenes de un chico con los ojos parecidos a las grosellas hervidas. ¿De verdad existían unos ojos parecidos a las grosellas hervidas? Ana lo dudaba. En Murcia, las cosas seguían igual. Sin embargo, algo había cambiado. Tania empezó a preguntarle acerca de cuándo se iba a casar con Nando.
-¿Te has vuelto loca?-le espetó Ana.
Al otro lado del hilo telefónico, Tania se echó a reír.
-Ya tienes veinte años-dijo-Estás a punto de cumplir veintiuno.
-Soy demasiado joven para casarme. Además, tengo que acabar la carrera.
-Tendrás que dejar los estudios en cuanto Nando y tú fijéis una fecha para la boda.
-¡Ni de coña me voy a casar con Nando!
-Bueno, estás saliendo con él. Vais muy en serio.
-No sé ni porqué he vuelto con él.
-Porque sabes que es el mejor chico que puedas encontrar. ¡Mírame a mí! Tía, encontrar a un tío como Nando es un milagro. Los demás son todos unos hijos de puta.
Ana lo agradecía cuando Tania colgaba. No era capaz de pensar en Nando.
No veía su cara cuando cerraba los ojos. A quien veía era al chico de los ojos color grosellas hervidas. A Daniel...Su infravalorado y doliente Freddie Birkhust...Es más. Veía en la cara de Daniel un gesto parecido a Freddie. Dolor...Freddie sufría porque amaba a Olivia y no era correspondido. Y Daniel... ¿Por qué sufría Daniel? Es por amor, pensaba Ana. Se sufre así cuando se está enamorado.
Y se preguntaba así misma qué sentiría al ser besada por Daniel. No sentía nada cuando su novio la besaba. Era como arrimarse a una montaña de hielo. No había nada. ¿Acaso valía la pena seguir adelante con aquella absurda relación?
Ana y Nando solían dar largos paseos por la urbanización en la que veraneaban cogidos de la mano. Ana se sentía incómoda cuando los dedos de Nando entrelazaban sus dedos. A veces, se detenían para besarse. Ana y Nando habían mantenido relaciones sexuales por primera vez dos años antes. Entre sus brazos, Ana no había sentido gran cosa.
-Me da pena que el verano termine-le decía Nando.
-¡Aún falta mucho!-afirmaba Ana.
-Aún así...No quiero que se acabe.
-Hay que volver a los estudios. Quiero acabar la carrera.
-Trabajarás en algún banco. Los hay muy buenos por esta zona.
Las mismas palabras...Siempre lo mismo...Ana se sentía cansada. Estaba harta.
Nando la acompañaba a casa. Se despedía con ella con un beso. Después, se iba.
A veces, él y sus padres iban a comer con ellos. Comían siempre en el jardín. Su padre encendía la barbacoa. Se sentaban todos a la mesa. Bárbara fruncía el ceño cada vez que veía aparecer por el chalet a Nando y a sus padres. Ana sabía que su relación no acababa de ser del agrado de su hermana pequeña.
-Vas a terminar como Sergio-solía decirle en voz baja.
Su padre y el padre de Nando se reían mientras preparaban la barbacoa.
-No soy como Sofía-le recordaba Ana a su hermana menor.
-Deberías de romper con él-le aconsejaba Bárbara.
-Me vais a volver loca. Tania me dice que Nando es lo mejor que me ha podido pasar. Tú me dices lo contrario. ¿A quién voy a creer? Tania es mi mejor amiga. Se preocupa por mí. Quiere que sea feliz. Pero... Tú eres mi hermana.
-No soy la persona más romántica del mundo.
-¿Ah, no?
-¡No seas irónica, Ani! Quiero que seas feliz. Y no eres feliz con Nando.
Se sentaban a la mesa a comer.
A veces, Ana se sorprendía así misma pensando en Daniel.
Se preguntaba dónde estaría el chico con los ojos como las grosellas hervidas. ¿Seguiría estando por Murcia?
Creía que no le volvería a ver nunca más. Pero su mente la traicionaba. Le hacía regresar a la noche en la que lo conoció. Le hacía ver sus ojos. Y le parecían los ojos más bonitos que jamás había visto en un chico. Estelle estaba equivocada, pensaba Ana.
No sentía nada cuando Nando la besaba. No sentía nada cuando Nando la abrazaba. No sentía nada cuando Nando le cogía la mano.
A mediados de septiembre, los Hidalgo finalizaron sus vacaciones de verano.
Regresaron a Murcia. Ana se alegró de abandonar La Manga. Pero volvería a ver a Nando en Murcia.
Aún no empezaba las clases en la Facultad.
Había terminado el curso con varios sobresalientes.
Esa tarde, Ana se encerró en su habitación. No llamó a Tania para contarle que había regresado.
Sacó de la maleta Olivia y Jai.
Permaneció un buen rato mirando la portada del libro. Se veía el dibujo de una pareja. Representaban a los protagonistas de la novela. A decir verdad, estaban muy cerca de la imagen que Ana había forjado en su cabeza de Olivia O' Rourke y de Jai Raventhorne. La apretó con fuerza contra su pecho.
La había releído a lo largo de aquel largo y tedioso verano.
Había sido su único aliciente.
Había querido ser Olivia, enamorada de aquel misterioso hombre.
Pero seguía encontrando los mismos fallos.
La cobardía de Jai podía con ella.
Debiste de haberte quedado, le dijo a la portada, mirando la imagen que representaba a Jai.
Amabas a Olivia. ¿Por qué fuiste tan cobarde? ¿Por qué no luchaste por ella? ¿Era más importante tu venganza que tu amor por ella? Me cuesta trabajo entenderte, Jai Raventhorne.
Seguía pareciéndole un sacrilegio escribir una historia a partir de aquella novela.
Pero Ana no había olvidado la sugerencia que le había dado Bárbara. Escribir a su manera la historia de Olivia y Jai.
¿Qué cosas pondría? ¿Qué cambiaría?
Ana descolgó el teléfono. Se dirigió a su mesa de escritorio. Buscó una libreta que tenía a rayas. Sacó de su lapicero un bolígrafo verde de la marca Bic. ¿Qué iba a poner? ¿Cómo podía expresar todo lo que le estaba pasando por la cabeza? Abrió la libreta. Destapó el boli.
Jai debió de haber sido más valiente. Sir Joshua pudo haberse casado con Chandramani en primer lugar. Estelle merece otra clase de hombre. Y Freddie...Debió de haber tenido su propio final feliz. ¡Cómo me repatea ese capitán Sturges!
Muy animada, Ana empezó a escribir.
Se sintió muy aliviada cuando escribió el título del relato. Un sueño hecho realidad...¿Acaso no iba a hacer realidad su sueño? ¿No iba a reescribir su novela favorita? ¿No iba a poner en orden muchas cosas? Sonrió para sus adentros.
Después de mucho pensarlo, Ana se decide a coger el toro por los cuernos.
¿Qué la lleva a tomar esta decisión?
¡Vamos a verlo!
Los Hidalgo solían pasar las vacaciones de verano en una casa que tenían alquilada en La Manga. Aquel año no fue distinto.
Lo malo era que solían veranear en una casa que se encontraba al lado de la casa donde pasaban el verano los padres de Nando.
Ana sentía deseos de ponerse a gritar.
El trayecto en coche hasta La Manga fue infernal.
Bárbara pasó todo el rato jugando con una maquinita que su padrino le había regalado por su cumpleaños, en el mes de junio. Una Gameboy...
Pasó todo el trayecto jugando con aquel juego de Super Mario Bros. Un tipo con bigote y mono rojo de fontanero daba saltitos por una pantalla.
-¡Vamos!-le gritó Bárbara a la pantalla-¡Vamos!
Ana todavía no había empezado a escribir la historia de Olivia y Jai. Por supuesto, la había metido en la maleta.
Pero le daba auténtico terror empezar a contar aquella historia con sus propias palabras. Ana sabía que tenía talento para la escritura. Sus profesores tanto del instituto como del colegio se lo habían dicho. Pero ella se había decantado por estudiar Económicas. Era una buena estudiante. Pero no le gustaba nada aquella carrera.
La había escogido para complacer a sus padres. Ana miró la carretera. Todo lo que había hecho a lo largo de su vida había sido para complacer a sus padres. Nunca había pensado en ella. Nunca había tomado una decisión a lo largo de su vida.
Excepto cuando decidió escribir aquella historia basada en Olivia y Jai.
-¡Bien!-gritó Bárbara.
-¿Por qué gritas?-la regañó Rita.
-Porque he logrado pasar al tercer nivel. ¡Guay! Es la primera vez que llego a ese nivel.
-Te felicito, hermanita-ironizó Ana.
Bárbara ignoró el tono sarcástico de su hermana. Siguió jugando.
Salieron de Murcia por la mañana.
Llegaron a La Manga por la noche.
Se acostaron de madrugada deshaciendo las maletas.
Ana tenía en la casa, un chalet, su propia habitación. En Murcia, vivía en un duplex.
No recordaba haber compartido nunca habitación con Bárbara.
A decir verdad, siempre habían dormido en habitaciones distintas.
Su hermana tenía trece años. Tenía su propio grupo de amigas. Quería empezar a salir más con ellas. Sin la compañía de sus padres o de su hermana mayor...
A la mañana siguiente, fueron a bañarse a la playa. Ana decidió quedarse tumbada en la toalla que había extendido sobre la arena.
-¿No te bañas?-le preguntó su padre.
-Ahora iré-respondió Ana-Dentro de un rato...
Bárbara y su padre sí se metieron en el agua. Su madre, mientras, se sentó en la toalla. Sacó una revista del bolso que había traído consigo. Un ¡Hola!
-Esas revistas se parecen a mis novelas románticas-apostilló Ana.
-Siempre es agradable leer lo que les pasa a los demás-afirmó Rita.
-A mí no me interesa saber quién se ha divorciado. O quién se ha casado.
Ana cerró los ojos. Por lo menos, su hermano no se reuniría con ellos durante las vacaciones. No tenía muchas ganas de ver a su cuñada. Aquella tía le resultaba en extremo insoportable. Se preguntó qué había visto su hermano en ella.
Sergio se había casado con la tal Sofía y había cambiado. Sofía estaba todo el rato haciéndole unas carantoñas más falsas que una moneda de tres duros. Lo besuqueaba a cada rato. Lo manoseaba. Sergio se sentía incómodo. De alguna manera, intuía que aquellas muestras de cariño no eran reales. Ni sinceras...No nacían del corazón de Sofía. Sino de su modo de intentar hacer ver a la gente lo enamorados que estaban.
-Espero que el año que viene ya haya nacido mi primer nieto-suspiró Rita.
-A lo mejor, Sergio ha entrado en razón y se ha divorciado de esa petarda-afirmó Ana.
-¡No deberías de hablar así de tu hermano!
Lo peor vino por la tarde. Nando y sus padres llegaron al chalet donde veraneaban. Ana los vio llegar desde la ventana de su habitación. ¡Oh, Dios mío!, pensó. Cerró los ojos. Era una cobarde. ¿Por qué no ponía punto y final a aquella relación?
Sabía lo que iba a pasar a continuación.
Nando se separaba de sus padres. Se dirigía al chalet donde veraneaba ella. Y tocaba al timbre. Lo hacía todos los años.
Aquel año no fue una excepción.
-¡Ana!-la llamó Adolfo.
-¿Qué quieres, papá?-inquirió la chica.
-Baja. Está aquí Nando.
-Ahora mismo bajo.
Los mismos gestos...Las mismas palabras...
No se miró en el espejo para comprobar su aspecto. Se dijo así misma que estaba bien.
Nando la cogió por la cintura nada más llegar a su altura. La saludó con la misma voz melosa de siempre. Ella tuvo que fingir alegría y colocó sus manos alrededor de su cuello. Él la besó con ternura.
-¡Qué contento estoy de verte, Ani!-exclamó.
-Yo también me alegro de verte-mintió ella.
-Mañana, iremos por ahí a dar una vuelta. Te lo prometo.
-¿Y por qué no salimos ahora?
-He pasado sólo a saludarte. Estamos muy liados mis padres y yo deshaciendo las maletas.
-Lo entiendo.
Era lo mismo de todos los años.
Nando besó a Ana en la frente. Le dio un abrazo breve y se fue.
Después de eso, el verano transcurrió igual que todos los demás veranos. Por las mañanas, Ana, Bárbara y sus padres bajaban a la playa a bañarse. Regresaban a casa a la hora de comer. Ana y Bárbara se veían obligadas por su madre a echarse crema de protección solar. Todos los veranos, Bárbara se ponía roja como una gamba porque no quería echarse la crema.
Por las tardes, dormían un rato la siesta.
En realidad, sólo dormían la siesta Adolfo y Rita. Bárbara se encerraba en su habitación a hacer los ejercicios de Vacaciones Santillana.
Cuando acabó el cuadernillo, pasaba el rato hablando por teléfono con sus amigas en Murcia. O se ponía los walk-man para oír música. Ana, mientras, vegetaba en su habitación. De vez en cuando, llamaba a sus amigas en Murcia. Con quien más hablaba era con Tania. Sin embargo, no tardó mucho en cansarse de hablar con ella. De vez en cuando, por su cabeza pasaban imágenes de un chico con los ojos parecidos a las grosellas hervidas. ¿De verdad existían unos ojos parecidos a las grosellas hervidas? Ana lo dudaba. En Murcia, las cosas seguían igual. Sin embargo, algo había cambiado. Tania empezó a preguntarle acerca de cuándo se iba a casar con Nando.
-¿Te has vuelto loca?-le espetó Ana.
Al otro lado del hilo telefónico, Tania se echó a reír.
-Ya tienes veinte años-dijo-Estás a punto de cumplir veintiuno.
-Soy demasiado joven para casarme. Además, tengo que acabar la carrera.
-Tendrás que dejar los estudios en cuanto Nando y tú fijéis una fecha para la boda.
-¡Ni de coña me voy a casar con Nando!
-Bueno, estás saliendo con él. Vais muy en serio.
-No sé ni porqué he vuelto con él.
-Porque sabes que es el mejor chico que puedas encontrar. ¡Mírame a mí! Tía, encontrar a un tío como Nando es un milagro. Los demás son todos unos hijos de puta.
Ana lo agradecía cuando Tania colgaba. No era capaz de pensar en Nando.
No veía su cara cuando cerraba los ojos. A quien veía era al chico de los ojos color grosellas hervidas. A Daniel...Su infravalorado y doliente Freddie Birkhust...Es más. Veía en la cara de Daniel un gesto parecido a Freddie. Dolor...Freddie sufría porque amaba a Olivia y no era correspondido. Y Daniel... ¿Por qué sufría Daniel? Es por amor, pensaba Ana. Se sufre así cuando se está enamorado.
Y se preguntaba así misma qué sentiría al ser besada por Daniel. No sentía nada cuando su novio la besaba. Era como arrimarse a una montaña de hielo. No había nada. ¿Acaso valía la pena seguir adelante con aquella absurda relación?
Ana y Nando solían dar largos paseos por la urbanización en la que veraneaban cogidos de la mano. Ana se sentía incómoda cuando los dedos de Nando entrelazaban sus dedos. A veces, se detenían para besarse. Ana y Nando habían mantenido relaciones sexuales por primera vez dos años antes. Entre sus brazos, Ana no había sentido gran cosa.
-Me da pena que el verano termine-le decía Nando.
-¡Aún falta mucho!-afirmaba Ana.
-Aún así...No quiero que se acabe.
-Hay que volver a los estudios. Quiero acabar la carrera.
-Trabajarás en algún banco. Los hay muy buenos por esta zona.
Las mismas palabras...Siempre lo mismo...Ana se sentía cansada. Estaba harta.
Nando la acompañaba a casa. Se despedía con ella con un beso. Después, se iba.
A veces, él y sus padres iban a comer con ellos. Comían siempre en el jardín. Su padre encendía la barbacoa. Se sentaban todos a la mesa. Bárbara fruncía el ceño cada vez que veía aparecer por el chalet a Nando y a sus padres. Ana sabía que su relación no acababa de ser del agrado de su hermana pequeña.
-Vas a terminar como Sergio-solía decirle en voz baja.
Su padre y el padre de Nando se reían mientras preparaban la barbacoa.
-No soy como Sofía-le recordaba Ana a su hermana menor.
-Deberías de romper con él-le aconsejaba Bárbara.
-Me vais a volver loca. Tania me dice que Nando es lo mejor que me ha podido pasar. Tú me dices lo contrario. ¿A quién voy a creer? Tania es mi mejor amiga. Se preocupa por mí. Quiere que sea feliz. Pero... Tú eres mi hermana.
-No soy la persona más romántica del mundo.
-¿Ah, no?
-¡No seas irónica, Ani! Quiero que seas feliz. Y no eres feliz con Nando.
Se sentaban a la mesa a comer.
A veces, Ana se sorprendía así misma pensando en Daniel.
Se preguntaba dónde estaría el chico con los ojos como las grosellas hervidas. ¿Seguiría estando por Murcia?
Creía que no le volvería a ver nunca más. Pero su mente la traicionaba. Le hacía regresar a la noche en la que lo conoció. Le hacía ver sus ojos. Y le parecían los ojos más bonitos que jamás había visto en un chico. Estelle estaba equivocada, pensaba Ana.
No sentía nada cuando Nando la besaba. No sentía nada cuando Nando la abrazaba. No sentía nada cuando Nando le cogía la mano.
A mediados de septiembre, los Hidalgo finalizaron sus vacaciones de verano.
Regresaron a Murcia. Ana se alegró de abandonar La Manga. Pero volvería a ver a Nando en Murcia.
Aún no empezaba las clases en la Facultad.
Había terminado el curso con varios sobresalientes.
Esa tarde, Ana se encerró en su habitación. No llamó a Tania para contarle que había regresado.
Sacó de la maleta Olivia y Jai.
Permaneció un buen rato mirando la portada del libro. Se veía el dibujo de una pareja. Representaban a los protagonistas de la novela. A decir verdad, estaban muy cerca de la imagen que Ana había forjado en su cabeza de Olivia O' Rourke y de Jai Raventhorne. La apretó con fuerza contra su pecho.
La había releído a lo largo de aquel largo y tedioso verano.
Había sido su único aliciente.
Había querido ser Olivia, enamorada de aquel misterioso hombre.
Pero seguía encontrando los mismos fallos.
La cobardía de Jai podía con ella.
Debiste de haberte quedado, le dijo a la portada, mirando la imagen que representaba a Jai.
Amabas a Olivia. ¿Por qué fuiste tan cobarde? ¿Por qué no luchaste por ella? ¿Era más importante tu venganza que tu amor por ella? Me cuesta trabajo entenderte, Jai Raventhorne.
Seguía pareciéndole un sacrilegio escribir una historia a partir de aquella novela.
Pero Ana no había olvidado la sugerencia que le había dado Bárbara. Escribir a su manera la historia de Olivia y Jai.
¿Qué cosas pondría? ¿Qué cambiaría?
Ana descolgó el teléfono. Se dirigió a su mesa de escritorio. Buscó una libreta que tenía a rayas. Sacó de su lapicero un bolígrafo verde de la marca Bic. ¿Qué iba a poner? ¿Cómo podía expresar todo lo que le estaba pasando por la cabeza? Abrió la libreta. Destapó el boli.
Jai debió de haber sido más valiente. Sir Joshua pudo haberse casado con Chandramani en primer lugar. Estelle merece otra clase de hombre. Y Freddie...Debió de haber tenido su propio final feliz. ¡Cómo me repatea ese capitán Sturges!
Muy animada, Ana empezó a escribir.
Se sintió muy aliviada cuando escribió el título del relato. Un sueño hecho realidad...¿Acaso no iba a hacer realidad su sueño? ¿No iba a reescribir su novela favorita? ¿No iba a poner en orden muchas cosas? Sonrió para sus adentros.
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