lunes, 24 de junio de 2013

UN SUEÑO HECHO REALIDAD

Hola a todos.
Aquí tenéis una nueva parte de Un sueño hecho realidad. 
Veremos cómo avanza la relación entre Daniel y María.
Espero que os guste.

            Corría la década de los ochenta en la ciudad de Madrid.
             Daniel Rodríguez Méndez era un joven que iba todavía al instituto. Vivía con sus padres en un chalet en Somosaguas. Su vida estaba muy bien definida a su edad. Iba al instituto. Pero era un mal estudiante y tenía fama de gamberro. Le costaba trabajo sacar buenas notas.
                Le gustaba mucho escuchar música rock. Cuando tenía catorce años, escuchó por primera vez la canción Los rockeros van al Infierno, de Barón Rojo. Y decidió que quería ser rockero. Tocaba en una banda.
                 Sus padres estaban escandalizados. Era hijo único. Su padre era un próspero banquero. Su madre, por su parte, no tenía trabajo. Pero nunca estaba en casa. Daniel llevaba algún tiempo saliendo con Alejandra María Martínez. Era la hija de un empresario textil. Además, los padres de ambos eran amigos desde hacía muchísimo tiempo. Iban juntos al instituto. Habían jugado juntos desde que eran pequeños.
                  Aquella tarde, Daniel y Alejandra fueron al cine.
                  Se estrenaba una curiosa película llamada Howard, un nuevo héroe. 
-Ya falta menos para que acabe el instituto-comentó Alejandra.
-Para entonces, la banda acabará firmando con alguna gran compañía discográfica-afirmó Daniel.
-¿No piensas hacer la Selectividad?
-¿Para qué?
                    Alejandra se envaró.



-¿Es que no piensas ir a la Universidad?-se escandalizó la chica.
                      Daniel se encogió de hombros. Metió la mano en el bol de las palomitas. Se metió en la boca un buen puñado.
-¿Y para qué me sirve la Universidad?-replicó el chico-No haría nada allí.
                       Eso era algo que les separaba. Tenían maneras distintas de pensar. Alejandra estaba centrada por completo en sus estudios.
                        Sacaba las mejores notas de la clase. En cambio, Daniel no quería estudiar. Sus padres estaban desesperados. El orientador del curso afirmaba que Daniel era un chico muy inteligente. El problema era que era demasiado vago para estudiar.
                       Alejandra intentaba convencerle de que estudiara.
                      Muchas veces, se les veía tirados sobre el césped del Parque del Retiro. Miraban las estrellas. Trazaban planes de futuro. En aquellos momentos, Daniel y Alejandra daban por hecho que acabarían casados.
-Podrías ser un buen abogado-le aseguraba entonces Alejandra a su novio-Sólo necesitas hincar bien los codos. Si tú quieres, podrías ser un gran abogado.
-¡Eso es lo que tú quieres ser!-le recordaba Daniel entre risas-¡Mi rollo es el rock!
-Eso no es un trabajo.
-¡Alex, tía! No quiero discutir contigo. Es un poco pronto para hablar de eso. ¿No crees?
-Nunca es pronto para hablar del futuro.
-Anda, no seas tonta.
                        Daniel terminaba haciendo callar a Alejandra besándola. Era la primera chica a la que besaba.
                        Sin embargo, a veces, Daniel tenía la sensación de que Alejandra se dejaba besar. Que no correspondía a los besos que él le daba. Pero era sólo una sensación y la olvidaba cuando la abrazaba.

               Algunas noches, Daniel tenía sueños extraños. Veía a una chica. Pero esa chica no era Alejandra. No se parecía en nada a su novia. Y eso era algo que le asustaba. No quería pensar que le estaba siendo infiel con la mente.
                 Tenía el cabello largo y rubio. Y sus ojos eran de color azul cielo.
                  Quería acercarse a ella.
                Sin embargo, la chica se desvanecía en el sueño.
                 Daniel se despertaba empapado en sudor. Una extraña sensación le perseguía durante el resto del día. Creía que nada de lo que estaba viviendo era real.



-Espabila, tío-se decía así mismo Daniel.
             No debía de perder el tiempo con tonterías. Lo importante era tocar con la banda. Saber que Alejandra y él eran novios. No debía de dedicarse a sueños imposibles. La chica de sus sueños no existía. Quien de verdad importaba era Alejandra. Era con ella con quien debía soñar. Y no con una chica a la que no conocía. Y que, a lo mejor, ni existía. Los sueños son sólo sueños, pensaba Daniel. Nunca se hacen realidad.
              Lo que debía de hacer era centrarse sólo en Alejandra. En eludir las broncas de sus padres. En quedar con los colegas. No pensar en rubias desconocidas que veía en sus sueños. ¡Era una pérdida de tiempo!
                    Daniel no entendía el porqué de aquellos sueños. Y no pensaba contárselo ni de coña a su orientador. ¡Podía acabar con una camisa de fuerza en un manicomio!

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