sábado, 29 de marzo de 2014

UN SUEÑO HECHO REALIDAD

                     Pasó una semana. Ana continuó con su ritmo de vida.
                     Pero no podía olvidar a aquel chico madrileño que tenía los ojos como las grosellas hervidas. Daniel...
-Pensé que no volvería a verte-dijo una voz a espaldas de Ana.
                      La joven regresaba de una cita desastrosa con Nando. Era una voz que ella conocía. Se giró y le vio. El joven con los ojos iguales a los de Freddie Birkhust...
-¿Qué estás haciendo aquí?-le preguntó Ana-Pensé que te habrías ido.
-No sé adónde ir-respondió el chico-Por eso, me he quedado aquí.
                      Ana se acercó a él. Le dio dos besos en cada mejilla a modo de saludo. Le apretó suavemente la mano durante un rato.
-Es un poco tarde para estar por la calle-observó Ana.
-No tengo sueño-admitió Daniel.
                    Empezaron a caminar. Lo último que Ana quería hacer era recordar su cita con Nando. Había ido a su piso.
                     Había empezado a sobarla. Y, entonces, apareció uno de sus compañeros de piso. Empezó a hacer comentarios soeces.
                     Ana se arregló la ropa. Se fue del piso.
-¿Vives cerca de aquí?-le preguntó Daniel.
-En realidad, sí-respondió Ana.
-Te acompaño a casa. No es bueno andar solo por la noche.
-Y lo dices tú precisamente.
                     Ana sonrió.
                    Daniel se sorprendió así mismo devolviéndole la sonrisa.
-¿De qué parte de Madrid eres exactamente?-inquirió Ana.
-De Somosaguas...-contestó Daniel-Sí...Vengo de donde los pijos.
-¿Qué estás haciendo en Murcia? Y no creo que seas un pijo.
-Intento olvidar.
-Entiendo.



                  Ana se dio cuenta de que Daniel no quería hablar del tema. Había algo que le dolía.
-¿Tú vives aquí?-quiso saber el chico.
-Así es-contestó Ana-Te puedo decir una cosa. Espero que no te ofendas. ¿Has leído Olivia y Jai? Nos oíste a Tania y a mí hablar de él. Tania es mi mejor amiga. Iba conmigo en el coche cuando nos conocimos la otra noche.
-Me acuerdo de ella.
                   El libro no le sonaba de nada a Daniel.
                   Parecía el nombre de alguna novela romántica. Pero a él no le interesaban aquellas cosas que consideraba estupideces.
-Es la primera vez que oigo hablar de ese libro-contestó.
-Es mi novela favorita y tú te pareces a uno de sus personajes-afirmó Ana.
                  Pensó que Estelle estaba equivocada. Los ojos de grosella hervida eran muy bonitos.
                 ¿Y qué estaba haciendo ella pensando que un desconocido tenía los ojos bonitos?, se recriminó así misma. Lo cierto era que su relación con Nando hacía mucho que estaba clínicamente muerta. Se estaba limitando a prolongar aquella situación de manera indefinida. Al escuchar el comentario que le acababa de hacer Ana, Daniel sonrió con escepticismo. Era la primera vez que alguien le decía que se parecía a un personaje de una novela romántica.
-¿Y a quién me parezco?-le preguntó.
-Te pareces al honorable Frederick Alistair Birkhust-respondió Ana-He leído esa novela mil veces en poco tiempo. Es mi novela favorita. Puedo recitar su primer capítulo de memoria.
                 Sintió que podía contarle cualquier cosa a Daniel. Era una sensación extraña, pues casi no conocía a aquel chico. Pero se sentía más a gusto con él que con Nando.
-Hemos llegado-dijo Ana cuando se detuvieron ante la fachada de su casa.
                 Vivía en un dúplex junto con sus padres y su hermana menor.
-¿Ésta es tu casa?-le preguntó Daniel.
-Sí...-respondió Ana-No creo que me vaya a independizar todavía. Tania, mi mejor amiga, me habla de irnos a vivir juntas a un piso de alquiler. Compartiríamos gastos. Pero no creo que esté preparada para dar ese paso.
-Me alegro de haberte visto.
-¡Espera! Te doy mi número de teléfono. ¿Vives aún en el albergue?
-Sí...He empezado a buscar curro. Supongo que me quedaré en Murcia una temporada y no quiero vivir eternamente en el albergue.
-Haces bien.
               Ana abrió su bolso. Sacó de él un pequeño bloc de notas que abrió y un boli de tinta verde. Apuntó su número de teléfono. Se asombró de la audacia que estaba haciendo de darle su teléfono a un chico al que casi no conocía y que no era su novio. Arrancó la hoja escrita del bloc. Se la tendió a Daniel, que la cogió.
-Si quieres llamarme algún día, puedes hacerlo-le invitó.
-¡Eres cojonuda, tía!-exclamó Daniel.
                   Se inclinó sobre ella y le dio un beso en la mejilla. Ana se ruborizó. Sacó la llave y la metió dentro de la cerradura. Abrió la puerta y pasó. Cerró suavemente la puerta.
                     Daniel se quedó un buen rato mirando el dúplex donde vivía Ana.
                     Analizó lo ocurrido. Ana se había portado muy bien con él llevándole a aquel albergue. Mostrándose amable. Pero no había nada más entre ellos. La muerte de Alejandra era una herida que seguía abierta y que todavía le sangraba. Y, además, estaba aquella extraña chica rubia. Su colega El Largo le diría que ya era hora de dejar descansar a los muertos. Daniel añadiría que debía de olvidarse de las chicas rubias que habitaban en el mundo de los sueños.
                    Se alejó de allí. Pensó en lo raro que era saber que se parecía a un personaje de novela romántica. El honorable Frederick Alistair Birkhust...

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