El primer aniversario de la muerte de Alejandra llegó. Daniel pasó gran parte del día bebiendo encerrado en su coche.
Su vida era una completa mierda.
Se le estaba agotando el dinero. Hacía ya varias semanas que no se ponía en contacto con sus colegas para decirles cómo estaba. Y, en el fondo, ¿qué les iba a decir? Seguía igual de jodido que cuando se fue. El recuerdo de Alejandra permanecía grabado a fuego en su mente. Aquel maldito accidente no tendría que haber ocurrido.
Se quedó profundamente dormido en el asiento trasero del coche.
Lo despertaron los rayos del Sol que se colaron por las ventanas.
Abrió los ojos. Le dolía mucho la cabeza, producto de la gran ingesta de alcohol consumido. Salió del coche como pudo. Vomitó sobre el descamapado al que había arrastrado el coche. Se había quedado sin gasolina.
Daniel pensó que había tocado fondo. ¿Adónde iba a ir ahora? No tenía dinero ni para llenar el depósito.
Cayó de rodillas al suelo al acabar de vomitar. Lo único que sabía era que estaba solo.
Alejandra había muerto. No tenía a nadie. No tenía trabajo. Lo único que hacía era lamentarse. ¿Acaso podía hacer algo más que eso?
Intentó recuperar el aliento. Notó cómo las lágrimas rodaban por sus mejillas.
Sintió un doloroso pinchazo en su corazón. Alejandra lo seguía siendo todo para él.
Había sido su novia desde el instituto. Había sido su amiga desde que ambos iban a la guardería.
Habían pasado cada segundo de sus vidas juntos. Porque, a pesar de todo, se amaban.
No sabía qué hacer. De modo que empezó a caminar. No sabía hacia dónde se dirigía. Tampoco le importaba demasiado. Echó una última mirada al coche. No le daba pena alguna abandonarlo. Caminó con paso cansado y tambaleante.
Pensó que iba a desmayarse.
Estaba mareado.
Estaba alejado de la ciudad más cercana. Caminó lo más lejos posible de la carretera.
No había ninguna calzada. No sabía dónde estaba. Tampoco le importaba.
Sus tripas sonaron. No había comido nada desde hacía casi dos días.
Llevaba sus cosas metidas dentro de su mochila. Llevaba puesto un pantalón vaquero que llevaba roto a la altura de las rodillas. Sus tenis estaban sucios. Igual que la camiseta que llevaba puesta. Se puso una chaqueta por encima que era vaquera. Tenía frío. Sus ojos estaban hinchados por el llanto.
Pensó en Alejandra. Siempre la amaría. Pero es que también estaba ella.
La chica rubia que se colaba en sus sueños.
Que le besaba.
Uy y ahora. Te mando un beso y te me cuidas.
ResponderEliminar