lunes, 31 de marzo de 2014

UN SUEÑO HECHO REALIDAD

Hola a todos. 
El fragmento de hoy va a ser un poco decisivo en lo relativo a la historia. 
Ana se decide a escribir un fanfic de Olivia y Jai. 

                         Ana mordisqueaba con gesto pensativo su tostada. Oía cómo su hermana menor, Bárbara, de trece años, masticaba sus cereales. Había visto el anuncio de aquellos cereales en la tele, protagonizados por unos duendes cantores que amenazaban con darle una paliza a los malos de turno. ¿Para cuándo sacarán la serie?, preguntaba Bárbara entre risas.
-Te noto algo seria esta mañana-observó Rita, la madre de Ana y de Bárbara-¿Qué pasó anoche? ¿Te peleaste con Nando?
-Mi hermana sale con el tío más complaciente del mundo-intervino Bárbara-Nando nunca se quejaría de Ani. Ni aunque le pusiera los cuernos. Tiene la personalidad de una lechuga.
-Es un buen muchacho-intervino el padre de las chicas, Adolfo-Tiene un buen futuro. Es listo. Es rico.
-Conozco de sobra las virtudes de mi novio-le interrumpió Ana-Pero no es eso lo que me preocupa. Hace unas noches, Tania estuvo a punto de atropellar a un chico. No pasó nada, por suerte. Pero no logro quitármelo de la cabeza.
                   Por supuesto, ocultó un pequeño detalle. Lo había visto la noche antes.
                   Le había dado su número de teléfono. No la había llamado, aún. Pero podía llamarla.
                    Y estaba Nando. ¡Pero si no había hecho nada malo!, pensó Ana.
                   Adolfo frunció el ceño mientras bebía un sorbo de su taza de café con leche.
                   Ni él ni Rita eran malos padres. Se preocupaban por el futuro de sus dos hijas. Ya habían logrado casar a su hijo mayor con la hermana de Nando, que acababa de terminar el instituto. Según sus hijas, había sido un error. Pero ellos querían pensar que su hijo era feliz. Tenía a su lado a la mujer que más le convenía.
-A lo mejor, es que estás loquita por él-apostilló Bárbara.
-¡No digas tonterías!-le regañó Ana-Apenas tuve tiempo de hablar con él. Lo llevamos a un albergue.
-¿Atropellastéis a un mendigo?-se escandalizó Rita.
-No creo que fuese un mendigo. Estaba de paso por la ciudad. Creo que se dedica a recorrer el país. Algunas personas lo hacen. Es como vivir una aventura. ¿Os imagináis lo que sería eso? Una aventura...
                 Bárbara estalló en carcajadas.
-Una aventura...-sonrió-Como las que viven las heroínas de esas tonterías que lees. ¡Surcando los Siete Mares al lado de un pirata!
                   Ana fulminó a su hermana con la mirada. Tania le había dicho que, a pesar de que sólo tenía trece años, Bárbara parecía ser mucho más madura que ella. Ana, por supuesto, no lo creía. Y eso le inquietaba. Bárbara era aún una niña. Pero parecía ser mucho más madura que cualquier otra niña de su edad. A la edad que tenía Bárbara en aquellos momentos, Ana todavía jugaba con su Chabel.
                  Bárbara estaba cursando 7º de E.G.B. Se moría de ganas de empezar a ir al instituto.
-Tú prefieres leer libros como Fray Perico y su borrico-apostilló Ana.
-¡Eso es para niños!-bufó Bárbara.
-Es mejor leer novelas para niños que no comecocos, como los que lee tu hermana-sentenció Rita-Hay que vivir en el mundo real. Aunque no nos guste.
-Lo sé-suspiró Ana.
                 Aquel día, Ana tenía que llevar al colegio a Bárbara. Su padre se iba temprano a trabajar a la oficina. Era director de una empresa dedicada a la fabricación de calzado. Su madre trabajaba en un banco. Era directiva.
                   Ana se bebió de un solo trago su vaso de zumo.
                  Miró su reloj de pulsera. Era de correa y tenía ya sus años. Pero le gustaba llevarlo. Se trataba del último regalo que le había hecho su tía Sara. Le parecía una gran casualidad. Su tía favorita y la madre de Olivia se llamaban igual. Sara...Pero la madre de Olivia llevaba una h al final del nombre.
-Oye, que a mí me gusta que leas novelas cursis-le aseguró Bárbara-Así, por lo menos, te distraes del muermazo que tienes de novio.
-¡Nando no es ningún muermazo!-lo defendió Ana.
-Es un rollazo estar con él.
                Ana pensó de nuevo en su tía Sara.
               Había muerto prematuramente a los cuarenta años.
               Era la hermana menor de Rita. Las dos hermanas se habían querido muchísimo. Sin embargo, tenían caracteres bien dispares. Sara siempre había sido la más romántica e idealista de las dos. Por el contrario, Rita era la más sensata y la más práctica. Una Marianne y una Elinor Dashwood...Pero murcianas...
              Sara se había casado con un próspero empresario.
              El matrimonio duró diez años. No tuvieron hijos. Sara ocasionó un gran escándalo cuando decidió divorciarse de su marido. Hacía poco que se había aprobado la Ley del Divorcio. Sara había pillado a su marido en la cama con otra. No era la primera vez que ocurría esto. Lo había dejado pasar porque no podía divorciarse. Su madre intentó convencerla de que no lo hiciera.
               En su opinión, una mujer debía de aguantar a su marido.
               Sara no lo vio así.
              Se divorció. Nunca se arrepintió de la decisión que había tomado. Empezó a salir más y a divertirse.
              Pero un cáncer de mama acabó con su vida hacía ya cuatro años.
-Se está haciendo tarde-dijo Ana-Te llevo al cole-Se dirigió a Bárbara.
-Puedo ir sola-afirmó la chiquilla.
-No quiero que te pase nada malo.
                Ana sentía auténtico terror cada vez que su padre ponía el Telediario.
               Hablaba de niñas que habían desaparecido. Y, luego, aparecían muertas y violadas en contenedores de basura. Bárbara podía ser muy espabilada para su edad. Pero seguía siendo una niña.
               Se pusieron de pie. Bárbara cogió su mochila. Ella y Ana se despidieron de sus padres, como siempre hacían.
-Conduce con cuidado-le pidió Adolfo a su hija mayor.
-Tendré cuidado-le prometió Ana.
                   Ella y Bárbara salieron por la puerta.




              Las dos se subieron al coche de Ana, un Opel Kadett de color blanco. Ana arrancó el coche. No había conseguido conciliar el sueño la noche anterior. Recordaba unos ojos preciosos. Como las grosellas hervidas...¡Basta ya!, se regañó así misma. No lo vas a volver a ver nunca más. Además, seguro que te lo imaginaste. Era de noche.
-¿Te pasa algo?-quiso saber Bárbara.
-El chico que casi atropellamos la otra noche-empezó a hablar Ana-Te va a a parecer una tontería. Pero...No sé. Tengo una extraña sensación. Desde que lo vi. Y...
-Tú me cuentas lo que pasa. Yo, después, decido si es una chorrada. Venga, Ani. ¡Dispara!
-Tenía los ojos del color de las grosellas hervidas. ¡Igual que los tiene Freddie! Es el pretendiente de la protagonista de la novela que estoy leyendo. Olivia y Jai...¡Oh, Bárbara! Es una novela que...¡Es tan completa! No puedo describirla con palabras.
-Mejor no la describas. Podría quedarme dormida antes de llegar a clase.
-Me quejo de la falta de romanticismo de Nando. Pero, lo mire por donde lo mire, no hay romanticismo en ninguna parte. ¡Está muerto, mierda! Nadie piensa en el amor como algo bonito. Nuestro hermano se casa sólo por casarse. ¡Menudo gilipollas!
                  Bárbara se echó a reír. En el fondo, pensó, su hermana tenía razón. La gente ya no se preocupaba tanto por el romanticismo. Lo achacaba a que el mundo se estaba corrompiendo a pasos agigantados. El amor había quedado como algo obsoleto. Ana debía de ser una de las pocas románticas que quedaban en el planeta Tierra. Bárbara frunció el ceño. Si ella era una cínica con sólo trece años. ¿Cómo sería dentro de diez años? Prefería no saberlo.
-¿Y te gusta esa novela tal y como es?-indagó-¿O le cambiarías algo?
                 Ana se encogió de hombros.
-Bueno, mentiría si te dijera que es una novela perfecta-se sinceró-Hay cosas que cambiaría.
-¿Cómo cuáles?-se interesó Bárbara.
-Jai debió de haber luchado más por Olivia. En lugar de haberse ido, haberse quedado. Sir Joshua pudo haberse casado con Chandramani, la madre de Jai, antes de haberse casado con lady Bridget. Chandramani pudo haber muerto cuando Jai era pequeño. Entonces, él no sería bastardo. Crecería al lado de sir Joshua y no habría tanto odio y tanto resentimiento entre ellos. Sir Joshua se suicida y no llega a tener una conversación seria con Jai. Eso nunca me gustó. Debieron de haber hablado. Sir Joshua debió de haberle pedido perdón. ¡Es su hijo! Pero no quiere reconocerlo. ¿Qué padre se avergüenza de su propio hijo? ¿Qué padre odia a tal punto a la sangre de su sangre? ¡No me lo explico!
-Lo que dices suena muy coherente.
-Y, luego, está lo cerrado que es con respecto a sus sentimientos. La gente habla de lo que él siente, pero no siento que sea la autora la que haga que piense y siente. Y Estelle, la prima de Olivia, es un personaje que podría dar mucho de sí. Pero la autora no deja que veamos cómo crece como persona. Cómo pasa de ser una niñata malcriada a ser una mujer madura.
-Siempre puedes reescribir la historia-sugirió Bárbara-O escribirla a tu gusto. Hay un chaval en mi clase que escribe historias sacadas de La guerra de las galaxias. Leí una de las historias que ha escrito. Están muy bien.
                     Ana se preguntó de qué estaba hablando su hermana. ¿Escribir una historia partiendo de la historia original de Olivia y Jai?
                    ¡Ni hablar!
-¡Eso no se puede hacer!-afirmó-Sería copiar.
                  Además, Ana pensaba que sería algo parecido a cometer un sacrilegio. Estaría manchando la historia de amor más hermosa que jamás se había escrito. ¿De verdad había gente que se dedicaba a hacer eso?
-No se trata de copiar-le explicó Bárbara-Te inventas una historia a partir de la novela que estás leyendo. Y la escribes. No tienes que publicarla en ningún sitio. La guardas para ti. Como un recuerdo...
                 Ana seguía sin verlo claro. Primero, estaba su encuentro la noche anterior con el chico que tenía los ojos que le recordaban a dos grosellas hervidas. Y, ahora, Bárbara le salía con esto.
-Olivia y Jai no se puede reescribir-aseguró.
-Cambia lo que te no te gusta-le aconsejó Bárbara.
               Ana se preguntó si su hermana también se dedicaba a hacer eso.
                A escribir historias partiendo de una novela que estaba leyendo.
              Parecía saber bastante del tema.
              Se dio cuenta de que ella y Bárbara apenas se relacionaban entre sí. Siete años de diferencia eran demasiados años. No tenían nada en común. Sólo vivían juntas bajo el mismo techo. Aquel pensamiento le golpeó con fuerza.
-No me gusta el capitán Sturges para Estelle-le confesó a su hermana menor-Le veo como una especie de pelele. Estelle tiene mucho genio. Se merece otra clase de hombre. Y Jai debió de haber sido más valiente. Debió de haberse quedado. Debió de haber peleado por Olivia.
                 El Opel Kadett se detuvo delante del colegio en el que estudiaba Bárbara. La chiquilla palmoteó entusiasmada. Quería quedarse un rato más dentro del coche y hablar con Ana.
-¡Ésa es la idea!-aplaudió-Tienes mucha imaginación. Aunque digas lo contrario, Ani.
-Supongo que podré hacerlo-meditó Ana-Pero lo tengo que pensar muy bien. Es mi novela favorita. No quiero estropearla contando chorradas. Si quiero escribirla de nuevo, tendré que hacerlo bien. ¡Pero lo haré!
-Es como un pasatiempo. Igual que los que hacen crucigramas.
-Me lo imagino.
                 Bárbara se quitó el cinturón de seguridad, abrió la puerta del asiento del copiloto, se despidió de Ana, cogió su mochila y se dirigió a la entrada del colegio. Ana vio cómo su hermana entraba en el edificio. Se despidieron agitando las manos. Arrancó de nuevo el Opel Kadett. Por su cabeza pasaron mil imágenes. Imágenes del muchacho con los mismos ojos que Freddie Birkhust...Escribir como ella quería la historia de Olivia y Jai.
                Puso la radio. Estaba sonando el último éxito de Rem. Losing my religion...Ana empezó a tararearla. Pero no seguía bien la letra de la canción. Estaba segura de que Freddie Birkhust había pasado de ser un personaje de ficción a ser un personaje real. Y le asustaba la idea de poder reescribir el romance entre Olivia O' Rourke y Jai Raventhorne. Es como tener un gran poder y no saber cómo usarlo, pensó Ana.
                Da miedo.
                Mucho miedo...
                 Aún así...Quería hacerlo. Quería escribir a su manera aquel romance que la había cautivado. Obligaría a Jai a actuar como un hombre.

domingo, 30 de marzo de 2014

UN SUEÑO HECHO REALIDAD

Hola a todos.
Hoy, vamos a ver cómo la realidad y el mundo de los sueños empiezan a confundirse dentro de la mente de Daniel. ¿Es real? ¿Es producto de su imaginación?
¡Vamos a descubrirlo!

                          Daniel caminaba por una biblioteca. Tenía la sensación de que había salido de una fiesta de disfraces, por el modo en que iba vestido. Aquellos pantalones y aquella camisa no se parecían en nada a sus vaqueros y a sus camisetas. Recuerda que estás soñando, pensó. Por eso, veía a las pocas personas que había en la biblioteca vestidas como si vinieran de los Carnavales.
                       Por lo visto, estaba en la Biblioteca Nacional de La India. Dado que estaba soñando, Daniel no se preguntó qué estaba haciendo allí. Todos los libros que veía estaban escritos o en hindú o en inglés.
                       Sabía hablar inglés. Pero no sabía nada de hindú.
                        De pronto, se topó con dos jóvenes. A Daniel le dio un vuelco el corazón. La joven de cabello de color rubio claro era la misma que aparecía en sus sueños.
                       No iba sola. A su lado, iba otra chica que parecía mirarle con cara de perro. Esa fue la impresión que sacó Daniel. Sujetaban un libro entre sus manos. Daniel le echó un vistazo a su portada. Era una portada en inglés. Trató de recordar el inglés que aprendió cuando fue al colegio y al instituto.
-Buenas tardes, señor Birkhust-le saludó Cara de Perro.
-Buenas tardes...-le devolvió Daniel el saludó.
                      Ella le había hablado en inglés. Y él apenas podía recordar cómo se decía buenas tardes en aquel idioma.
-Buenas tardes...-le saludó la chica del sueño.
                              Era rubia, como la soñaba y la estaba soñando en aquellos momentos. Trató de no mirarla porque sentía que se iba a marear. Por respeto, acabó besándole la mano. Pero aquel sueño tenía algo de real.
-¿Viene a devolver algún libro?-le preguntó ella.
                          Hizo la pregunta en inglés.
                          Cara de Perro le fulminó con sus ojos de color azul cielo, tan parecidos como a los ojos de la chica que la acompañaba.
-Estelle...-balbuceó Daniel-Sí...
-¿Desde cuándo me llama por mi nombre de pila?-le interrogó la chica rubia-Siempre he sido para usted la señorita Templewood. 
-Sí...Yo...
-Déjalo, prima-intervino Cara de Perro-Debe de estar borracho.
-A Olivia le gusta mucho leer-la ignoró Estelle-Por eso, venimos a la biblioteca.
-Ah...-dijo Daniel-Ya...
                         Cara de Perro, en realidad, se llamaba Olivia. Llevaba su cabello de un extraño color caoba recogido en un moño. No era fea, pero su gesto se había tornado serio y arisco en cuanto le vio. Los ojos de Estelle, aún siendo idénticos a los de la joven que la acompañaba, eran más bonitos. Su mirada era suave. Y brillante...Su rostro era redondo y tenía unas facciones adorables y perfectas.
                       Casi aniñadas...
                       Estelle trató de disimular la turbación que le había provocado el ver a Freddie Birkhust. Recordaba los sueños que había tenido con él en los que se besaban. No pasaban de besarse. ¡Gracias a Dios!
                       De pronto, Daniel recordó la conversación que escuchó mantener a Ana y a Tania en el coche. Las dos estaban hablando de una tal Estelle Templewood. ¿Acaso la chica que aparecía en su sueño se llamaba Estelle Templewood? Era un personaje de la novela favorita de Ana, Olivia y Jai. ¿Acaso estaba delante de la Olivia protagonista de aquella novela?
-¿Olivia Siobhan O' Rourke?-inquirió Daniel, atónito.
                       Un momento, ¿cómo le había llamado antes? Señor Birkhust...
-¿Acaso ha bebido tanto que se ha olvidado de mi nombre?-le espetó la tal Olivia.
-¡Oh, vamos, Livvy, no seas borde con él!-la regañó suavemente Estelle-No creo que haya bebido. ¿Verdad que no ha bebido, señor Birkhust?
-Mi nombre es Frederick Alistair Birkhust-dijo Daniel muy lentamente-Sí...

                         Cuando se quiso dar cuenta, Daniel estaba sentado en el comedor de una casa en extremo grande y elegante. Una criada hindú les sirvió a Estelle, a Olivia y a él algo para merendar. Tarta de nata y chocolate...
-¡Oh, me encanta!-exclamó en español.
-¿Qué ha dicho?-inquirió Olivia.
-Por la expresión que ha puesto, diría que le gusta la tarta-contestó Estelle con una sonrisa.
                       Daniel miró a las dos jóvenes.



                  Estelle fue la que llevó el peso de la conversación. Le estuvo hablando a Daniel acerca de las numerosas virtudes de Olivia.
                   El joven tuvo la desagradable sensación de que Estelle pretendía emparejarle con aquella chica tan antipática. Apenas abrió la boca durante el tiempo que estuvo él allí, merendando con ellas. Casi no le miraba. Daniel no había leído Olivia y Jai. Pero sospechaba que el tal Freddie Birkhust debía de ser uno de los pretendientes de Olivia. Deseaba tener esa novela entre sus manos para saber lo que iba a pasar entre aquellos dos. Estelle parecía cada vez más animada a medida que iba hablando de las numerosas virtudes de Olivia.
-¿Y qué me dice de usted?-inquirió Daniel, hablando en inglés-No habla de sus virtudes.
-A mí lo que más me gusta en el mundo es comer-contestó Estelle con gesto desenfadado.
-Comer es bueno para la salud.
                      Olivia le lanzó una mirada cargada de significado a su prima. Estelle intentó disimular su turbación como pudo. Tuvo la sensación de que Freddie Birkhust, en lugar de estar interesado en Olivia, estaba interesado en ella.
                      Acabó su porción de tarta como pudo.
                      Olivia percibía que había algo raro en Freddie aquella tarde. En lugar de estar mirándola con adoración, parecía estar interesado en su prima.
                       Cuando llegó la hora de irse, Daniel besó con reverencia la mano de Estelle. También besó, pero más por compromiso, la mano de Olivia.
-Muchas gracias por la merienda...-dijo a modo de despedida.

sábado, 29 de marzo de 2014

UN SUEÑO HECHO REALIDAD

                     Pasó una semana. Ana continuó con su ritmo de vida.
                     Pero no podía olvidar a aquel chico madrileño que tenía los ojos como las grosellas hervidas. Daniel...
-Pensé que no volvería a verte-dijo una voz a espaldas de Ana.
                      La joven regresaba de una cita desastrosa con Nando. Era una voz que ella conocía. Se giró y le vio. El joven con los ojos iguales a los de Freddie Birkhust...
-¿Qué estás haciendo aquí?-le preguntó Ana-Pensé que te habrías ido.
-No sé adónde ir-respondió el chico-Por eso, me he quedado aquí.
                      Ana se acercó a él. Le dio dos besos en cada mejilla a modo de saludo. Le apretó suavemente la mano durante un rato.
-Es un poco tarde para estar por la calle-observó Ana.
-No tengo sueño-admitió Daniel.
                    Empezaron a caminar. Lo último que Ana quería hacer era recordar su cita con Nando. Había ido a su piso.
                     Había empezado a sobarla. Y, entonces, apareció uno de sus compañeros de piso. Empezó a hacer comentarios soeces.
                     Ana se arregló la ropa. Se fue del piso.
-¿Vives cerca de aquí?-le preguntó Daniel.
-En realidad, sí-respondió Ana.
-Te acompaño a casa. No es bueno andar solo por la noche.
-Y lo dices tú precisamente.
                     Ana sonrió.
                    Daniel se sorprendió así mismo devolviéndole la sonrisa.
-¿De qué parte de Madrid eres exactamente?-inquirió Ana.
-De Somosaguas...-contestó Daniel-Sí...Vengo de donde los pijos.
-¿Qué estás haciendo en Murcia? Y no creo que seas un pijo.
-Intento olvidar.
-Entiendo.



                  Ana se dio cuenta de que Daniel no quería hablar del tema. Había algo que le dolía.
-¿Tú vives aquí?-quiso saber el chico.
-Así es-contestó Ana-Te puedo decir una cosa. Espero que no te ofendas. ¿Has leído Olivia y Jai? Nos oíste a Tania y a mí hablar de él. Tania es mi mejor amiga. Iba conmigo en el coche cuando nos conocimos la otra noche.
-Me acuerdo de ella.
                   El libro no le sonaba de nada a Daniel.
                   Parecía el nombre de alguna novela romántica. Pero a él no le interesaban aquellas cosas que consideraba estupideces.
-Es la primera vez que oigo hablar de ese libro-contestó.
-Es mi novela favorita y tú te pareces a uno de sus personajes-afirmó Ana.
                  Pensó que Estelle estaba equivocada. Los ojos de grosella hervida eran muy bonitos.
                 ¿Y qué estaba haciendo ella pensando que un desconocido tenía los ojos bonitos?, se recriminó así misma. Lo cierto era que su relación con Nando hacía mucho que estaba clínicamente muerta. Se estaba limitando a prolongar aquella situación de manera indefinida. Al escuchar el comentario que le acababa de hacer Ana, Daniel sonrió con escepticismo. Era la primera vez que alguien le decía que se parecía a un personaje de una novela romántica.
-¿Y a quién me parezco?-le preguntó.
-Te pareces al honorable Frederick Alistair Birkhust-respondió Ana-He leído esa novela mil veces en poco tiempo. Es mi novela favorita. Puedo recitar su primer capítulo de memoria.
                 Sintió que podía contarle cualquier cosa a Daniel. Era una sensación extraña, pues casi no conocía a aquel chico. Pero se sentía más a gusto con él que con Nando.
-Hemos llegado-dijo Ana cuando se detuvieron ante la fachada de su casa.
                 Vivía en un dúplex junto con sus padres y su hermana menor.
-¿Ésta es tu casa?-le preguntó Daniel.
-Sí...-respondió Ana-No creo que me vaya a independizar todavía. Tania, mi mejor amiga, me habla de irnos a vivir juntas a un piso de alquiler. Compartiríamos gastos. Pero no creo que esté preparada para dar ese paso.
-Me alegro de haberte visto.
-¡Espera! Te doy mi número de teléfono. ¿Vives aún en el albergue?
-Sí...He empezado a buscar curro. Supongo que me quedaré en Murcia una temporada y no quiero vivir eternamente en el albergue.
-Haces bien.
               Ana abrió su bolso. Sacó de él un pequeño bloc de notas que abrió y un boli de tinta verde. Apuntó su número de teléfono. Se asombró de la audacia que estaba haciendo de darle su teléfono a un chico al que casi no conocía y que no era su novio. Arrancó la hoja escrita del bloc. Se la tendió a Daniel, que la cogió.
-Si quieres llamarme algún día, puedes hacerlo-le invitó.
-¡Eres cojonuda, tía!-exclamó Daniel.
                   Se inclinó sobre ella y le dio un beso en la mejilla. Ana se ruborizó. Sacó la llave y la metió dentro de la cerradura. Abrió la puerta y pasó. Cerró suavemente la puerta.
                     Daniel se quedó un buen rato mirando el dúplex donde vivía Ana.
                     Analizó lo ocurrido. Ana se había portado muy bien con él llevándole a aquel albergue. Mostrándose amable. Pero no había nada más entre ellos. La muerte de Alejandra era una herida que seguía abierta y que todavía le sangraba. Y, además, estaba aquella extraña chica rubia. Su colega El Largo le diría que ya era hora de dejar descansar a los muertos. Daniel añadiría que debía de olvidarse de las chicas rubias que habitaban en el mundo de los sueños.
                    Se alejó de allí. Pensó en lo raro que era saber que se parecía a un personaje de novela romántica. El honorable Frederick Alistair Birkhust...

viernes, 28 de marzo de 2014

UN SUEÑO HECHO REALIDAD

Hola a todos.
Hoy, toca un nuevo fragmento de Un sueño hecho realidad. 
En esta ocasión, veremos cómo Daniel y Ana se conocen por casualidad.
Un detalle: en la novela Olivia y Jai, Estelle decía de Freddie que tenía los ojos como las grosellas hervidas. Daniel tiene unos ojos parecidos a los de Freddie.

                       Ana se miró en el espejo por última vez antes de salir de su cuarto.
                       No le apetecía nada salir de su casa aquella noche. Pero había quedado con toda la pandilla en una discoteca del centro de la ciudad. Vería a Nando, aunque, al menos, no estaría a solas con él.
                       Estaba bajando por la escalera cuando escuchó a Tania tocar el claxon de su coche. Las dos irían juntas a la discoteca.
-¡Ya voy!-gritó Ana.
                        Se apartó cuando Bárbara subió a su cuarto.
-Buenas noches, enana-se despidió de ella.
-¡No es justo!-protestó la chiquilla-Tú vas a salir y yo me tengo que acostar.
-¡Así es la vida!
                         Ana se despidió de sus padres. Eran las diez de la noche de aquel sábado. La hora de llegada de Ana era a las doce. La joven solía llegar a su casa un poco antes, excepto, cuando se quedaba en casa de Nando. Aquella noche, por suerte, su novio no intentaría quedarse a solas con ella porque pasaba más tiempo hablando y riendo con los colegas.
-No bebas-le exhortó su padre.
-Y tampoco te drogues-intervino su madre.
                            Ana tomó nota mental de todas aquellas órdenes. Salió a la calle, donde estaba Tania, esperándola con impaciencia.
-¡Tía, creía que no ibas a salir nunca!-se quejó.
                          Ana le dio un beso en la mejilla.
-Pero ya estoy aquí-le recordó.
                           Se subieron al coche. Se abrocharon los cinturones y Ana buscó el dial de los 40 Principales en la radio del coche. Lo encontró y fue entonces cuando arrancó.
-¿Cómo te van las cosas con Nando?-le preguntó Tania.
-Van-respondió Ana.
-Sois novios desde hace la tira de tiempo. ¿Nunca habéis pensado en iros a vivir juntos?
-¡Ni hablar! A mis viejos les daría un síncope. Ellos dicen que de casa he de salir para ir directa al Altar.
-Desde luego, tus viejos son un poco carcamales, eh.
                      Ana se echó a reír y, de pronto, sintió cómo el coche golpeaba contra algo.
-¡Joder!-exclamó la joven.
                      El porrazo había sido bastante fuerte. Ana se desabrochó el cinturón de seguridad y bajó del coche.
-¡Has atropellado a alguien!-se quejó Tania.
                    Ana se acercó al joven que se estaba poniendo de pie.
-¡Qué porrazo, mierda!-exclamó.
-¿Estás bien?-le preguntó Ana.
                    El joven se palpó por todas partes, buscando saber si tenía un hueso roto.
-Creo que sí-respondió.
-Lo siento mucho-se excusó Ana-Iba con prisa porque se me estaba haciendo tarde. Y, además, iba distraída al volante.
-Sé lo que es eso.
-Me llamo Ana. ¿Cómo te llamas?
                      El joven la miró. No sabía si debía de responderle o si debía de largarse. En lugar de hacer eso, contestó:
-Me llamo Daniel.
-¿De dónde eres?-quiso saber Ana.
-De Madrid...-contestó Daniel.
-¿Quieres que te lleve a la Reixaca? Te vería un médico. Y yo me quedaría más tranquila.
-No, gracias. Estoy bien.
-Pero puedo llevarte a otra parte.
                         Ana no podía apartar los ojos de Daniel.
                        Tenía unos ojos realmente extraños. Le recordaban mucho a las grosellas hervidas. ¿Dónde había leído eso?
                        Era la definición que Estelle Templewood hacía de Freddie Birkhust. El joven tenía los ojos como las grosellas hervidas. Nunca entendió el porqué decía eso de él. ¿Acaso era porque Freddie era alcohólico?
                       Aquel chico no parecía estar borracho, pero sí parecía estar triste.
                       Tania vio cómo su amiga regresaba al coche llevando consigo a un perfecto desconocido. Tuvo que abrir uno de los asientos de atrás para que él pudiera meterse.
                        Ana se sentó en el asiento del conductor. Se abrochó el cinturón. Tania la fulminó con la mirada.
-¿Quién es ése?-le preguntó.
-Se llama Daniel-respondió Ana-Voy a llevarle a un albergue.
-¿Te has vuelto loca? Podría ser un violador. O un psicópata...
-Yo creo que es inofensivo. Además, se parece mucho a Freddie.
-¿Qué Freddie? ¿Freddie Mercury?
-¡No, tonta! Freddie Birkhust...¡Es calcado a él! Tiene sus mismos ojos de color grosella hervida.
-¡Te juro que voy a quemar ese novela! ¡Te tiene sorbido el seso! ¡Ves a personajes de ese libro por todas partes! Un día, me juraste que habías visto a una chica que era calcada a una tal Charlotte.
-Charlotte Smithers...Es junto con Polly, una de las mejores amigas de Estelle.
-¡Me da igual!
                       Ana arrancó. Daniel la oyó discutir con la chica que estaba sentada en el asiento del copiloto. Salía de la radio una canción que Daniel nunca antes había oído. The one and only...
                     Contra su voluntad, empezó a tararearla. No conocía a ninguna de las personas que estaban mencionando. Pero le llamó mucho el nombre de Estelle.

 

-Estelle...-susurró Daniel.
                     La chica rubia que aparecía en sus sueños. Así era como se llamaba. Estelle...Es una casualidad, pensó.
-No hagas caso a mi amiga-le dijo la chica del asiento del copiloto, girando para mirarle-Está como una cabra.
-¿Has leído Olivia y Jai?-le preguntó la chica llamada Ana.
-No...-respondió Daniel-No me suena.
-¡Es una novela preciosa! He perdido la cuenta de las veces que la he leído.
-Yo creo que tú te drogas, aunque no lo quieras admitir.
                      Ana dejó a Daniel en un albergue.
-Muchas gracias por todo...-dijo el joven-¡Eres cojonuda, tía!
                       Le estampó un beso en la mejilla.
                       Bajó del coche.
                       Ana le vio tocar al portero automático del albergue. Le abrieron. Entró.
-Se ha ido-susurró.
-¡Venga ya, tía!-la instó Tania-¡Que llegamos tarde!
-Lo siento.
-Nos van a echar la bronca cuando nos vean llegar.
                      Ana volvió a arrancar. Llegaba con media hora de retraso a la discoteca.
-Nando se habrá ido-le auguró Tania-¡Ya lo verás!
                      Ana no estaba pensando en Nando en aquellos momentos. Estaba pensando en el chico que había conocido de manera tan casual. Daniel...Se parecía demasiado a Freddie Birkhust. Su físico...¡Y aquellos ojos! Era como estar viendo a Freddie salido de la novela. Tania le decía que estaba loca. Pero Ana sabía que no era así. Freddie existe, pensó.
                       De algún modo, aquel chico llamado Daniel convertía a los personajes de Olivia y Jai en seres reales. De carne y hueso...
                     Olivia Siobhan O' Rourke existe, pensó Ana. ¡Y podría estar viviendo aquí, en Murcia!

miércoles, 12 de marzo de 2014

"UN SUEÑO HECHO REALIDAD" (ENTRADA PROGRAMADA)

                     El primer aniversario de la muerte de Alejandra llegó. Daniel pasó gran parte del día bebiendo encerrado en su coche.
                      Su vida era una completa mierda.
                       Se le estaba agotando el dinero. Hacía ya varias semanas que no se ponía en contacto con sus colegas para decirles cómo estaba. Y, en el fondo, ¿qué les iba a decir? Seguía igual de jodido que cuando se fue. El recuerdo de Alejandra permanecía grabado a fuego en su mente. Aquel maldito accidente no tendría que haber ocurrido.
                       Se quedó profundamente dormido en el asiento trasero del coche.
                       Lo despertaron los rayos del Sol que se colaron por las ventanas.
                       Abrió los ojos. Le dolía mucho la cabeza, producto de la gran ingesta de alcohol consumido. Salió del coche como pudo. Vomitó sobre el descamapado al que había arrastrado el coche. Se había quedado sin gasolina.
                          Daniel pensó que había tocado fondo. ¿Adónde iba a ir ahora? No tenía dinero ni para llenar el depósito.
                           Cayó de rodillas al suelo al acabar de vomitar. Lo único que sabía era que estaba solo.
                           Alejandra había muerto. No tenía a nadie. No tenía trabajo. Lo único que hacía era lamentarse. ¿Acaso podía hacer algo más que eso?
                           Intentó recuperar el aliento. Notó cómo las lágrimas rodaban por sus mejillas.
                          Sintió un doloroso pinchazo en su corazón. Alejandra lo seguía siendo todo para él.
                          Había sido su novia desde el instituto. Había sido su amiga desde que ambos iban a la guardería.
                          Habían pasado cada segundo de sus vidas juntos. Porque, a pesar de todo, se amaban.
   


                           No sabía qué hacer. De modo que empezó a caminar. No sabía hacia dónde se dirigía. Tampoco le importaba demasiado. Echó una última mirada al coche. No le daba pena alguna abandonarlo. Caminó con paso cansado y tambaleante.
                        Pensó que iba a desmayarse.
                        Estaba mareado.
                         Estaba alejado de la ciudad más cercana. Caminó lo más lejos posible de la carretera.
                       No había ninguna calzada. No sabía dónde estaba. Tampoco le importaba.
                        Sus tripas sonaron. No había comido nada desde hacía casi dos días.
                        Llevaba sus cosas metidas dentro de su mochila. Llevaba puesto un pantalón vaquero que llevaba roto a la altura de las rodillas. Sus tenis estaban sucios. Igual que la camiseta que llevaba puesta. Se puso una chaqueta por encima que era vaquera. Tenía frío. Sus ojos estaban hinchados por el llanto.
                         Pensó en Alejandra. Siempre la amaría. Pero es que también estaba ella.
                         La chica rubia que se colaba en sus sueños.
                         Que le besaba.

viernes, 7 de marzo de 2014

UN SUEÑO HECHO REALIDAD (ENTRADA PROGRAMADA)

-¿Conoces a alguno de ésos?-le preguntó Olivia a Estelle-No los he visto en mi vida. Están todos muy serios. ¿Por qué posan para los retratos? ¡Nunca se ríen! Y deben de pasar horas y horas en la misma posición. Es muy cansado. 
-Nunca he posado para ningún retrato-respondió Estelle-Y no creo que lo haga nunca. 
                    Era la primera vez que Olivia visitaba la Galería Real. La mejor amiga de Estelle, Charlotte Smithers, iba con ellas. Al oírlas cuchichear, les lanzó una mirada fulminante. 
-Dile a tu prima que se comporte-le siseó a Estelle. 
-Discúlpala-se excusó la chica-Es la primera vez que viene aquí. 
                     Olivia conocía a todas las amigas de Estelle. 
                     La muchacha había pensado que sus amigas aceptarían a su prima de buen grado. Sin embargo, eso no había pasado. Hablaban de ella cuando estaba presente. Pero Estelle sospechaba que la criticaban a sus espaldas. Lo cual le desagradaba mucho. Olivia escuchó el siseo de Charlotte y se envaró. 
                     No abandonó la Galería por respeto a Estelle. La chica miró los cuadros que colgaban de las paredes. Pertenecían a la familia de la Reina Victoria. Empezando por su tío, el Rey Jorge IV. Aquellos rostros serios miraban a las personas que estaban en la Galería. 
                     Estelle se sintió incómoda. Recordaba el sueño que había tenido dos noches antes. Tuvo la impresión de ver a lo lejos al capitán Sturgis. 
-Creo que el capitán está enamorado de ti-le cuchicheó Charlotte-¡Te está mirando! 
-Viene con su madre-le recordó Estelle. 
                   En el pasado, las atenciones del capitán Sturgis habrían alimentado el ego de Estelle. Pero no podía apartar de su cabeza el sueño que había tenido con Freddie Birkhust. No era sólo un sueño. Se trataban de sueños. 
-¡Ya se ha ido!-se lamentó Charlotte. 
-A lo mejor, no era él-opinó Olivia-De haber sido él, se habría acercado a saludar a Estelle. ¿No creéis? 
                   La aludida guardó silencio. No le había contado a nadie los sueños que tenía con Freddie Birkhust. Cierto era que no eran sueños del tipo del que una dama debía de avergonzarse. Pero aquellos sueños revelaban algo íntimo que podía empezar a sentir por él. O por el joven que tanto se parecía a Freddie Birkhust. 


                       Clive, el hermano de Charlotte, fue a buscarla a la Galería al cabo de tres cuartos de hora. Estelle se sintió intimidada por la mirada lasciva que le dedicó. La besó en la mano a modo de saludo. Apenas le hizo una distraída reverencia a Olivia. 
                       Las dos primas regresaron a la casa de los Templewood dando un paseo. Aún era de día. 
-Cuéntame lo que te pasa-instó Olivia a Estelle-Casi no has abierto la boca en el rato que hemos estado en la Galería. Perdóname que te lo diga, prima. Pero eres la chica más habladora que jamás he conocido. Algo te pasa. Tu hermano me lo ha contado. 
-¿Has hablado con Jai?-inquirió Estelle. 
-Tuviste una pesadilla la otra noche. Él piensa que los sueños que tenemos tienen su origen en algo que nos afecta. Hablar hace bien. Mi vecina Sally lo dice. 
-Será que voy a cumplir dieciocho años. Será que no me gusta cómo Clive me mira. Será que el capitán Sturgis está interesado en mí. Serán muchas cosas. No sabía por dónde empezar. ¡Puede que sean sólo tonterías! 
-O puede que sea algo más importante. 
-No lo creo. He tenido una vida demasiado corta y sobreprotegida. No creo que sea nada importante.