Hola a todos.
Hoy, veremos la historia desde dos puntos de vista.
Conoceremos mejor a Ana. Pero también intentaremos conocer mejor a Estelle.
Ana se sentía culpable desde que decidió retomar su relación con Nando. Sabía que había cometido un terrible error. Incluso, creía que Nando tampoco estaba enamorado de ella. Sólo les unía la costumbre. Nada más...
En la tele, no hacían otra cosa más que hablar de los Juegos Olímpicos. Aún faltaba un año. Pero todo el mundo hablaba de lo mismo. No había más tema de conversación. Cuando Ana entró en la cafetería aquella tarde, la tele estaba encendida. Estuvo a punto de dar media vuelta y salir corriendo para no tener que ver al cansino de Cobi. Estaba ilusionada con los Juegos. Pero estaba harta de tanto oír hablar de ellos. Y de la Expo de Sevilla...Tenía pesadillas con Cobi y con Curro.
Había quedado con verse en aquella cafetería con Tania. Ya había pasado un par de meses desde que decidió darle una oportunidad a Nando.
Ana llevaba en la mano el libro que había comprado hacía poco en el Pryca.
Desde entonces, no lo había soltado ni un momento. Tenía ochocientas páginas.
Pero a Ana se le estaba haciendo infernalmente corto. Tenía la sensación de que había muchas cosas que contar en aquella historia.
Lo había leído en poco tiempo. No era capaz de soltarlo.
Bárbara le había dicho que se estaba obsesionando con él. A lo mejor, su hermana pequeña tenía razón. La mente de Ana no paraba de dar vueltas. Todos sus pensamientos conducían a un mismo lugar. A la Calcuta colonial que tan bien reflejaba Rebecca Ryman en su novela. Su mente se hacía muchas preguntas. Los personajes de la novela eran reales. Ana tenía la sensación de que estaban vivos. Que vivían en otra dimensión. En otro tiempo...Alguien le habría dicho que se había vuelto loca. Sin embargo, Ana no paraba de hacerse preguntas.
Quería saber más cosas.
¿Por qué lady Bridget no terminaba de hacer las paces con su hija Estelle? ¿Por qué Olivia no se sinceraba con su padre? ¿Qué había sido de Freddie Birkhust?
Tania aún no había entrado en la cafetería. Ana tomó asiento en la mesa del fondo, como hacía siempre. Tania llegaría y diría que aquella novela se estaba convirtiendo en su principal obsesión. Quizás, así era. Leer la ayudaba a viajar a otro tiempo. A otro lugar...Le permitía olvidarse de que estaba atrapada en una relación que no tenía salida. Abrió el libro casi desde el principio.
En aquel momento, entró Tania en la cafetería.
-¡Joder, Ana!-exclamó nada más verla-¿Otra vez?
La joven se puso de pie para saludarla y le dio dos besos en la mejilla.
-¡Tienes que leerlo, tía!-exclamó, entusiasmada-¡Es precioso!
Tania torció el gesto.
-Con éste, te ha dado bien fuerte-observó-¡No lo sueltas ni a tiros!
-Olivia es mi heroína-afirmó Ana. Se sentaron-Es muy fuerte. Sufre mucho. Pero siempre logra rehacerse y seguir adelante.
-Es una gilipollas-observó Tania-Yo de ella, le habría cortados los huevos a Jai. ¡Y, encima, va y lo perdona! Nunca tienen una conversación así. Seria...Ni él se sincera nunca con ella. ¿Qué tía se larga con un tío que nunca le cuenta la verdad?
-Jai ha sufrido mucho. Piensa en todo lo mal que lo pasó de pequeño.
-Sir Joshua es un cabrón. Sólo se salva la prima de Olivia. Por lo menos, es la única que va con la verdad por delante. Los demás mienten para salvar el culo.
-Tania, no seas así de mal hablada. Te voy a lavar la boca con jabón, eh.
Un camarero acudió a atenderlas. Pidieron un Nescafé Capuccino. Estaba convirtiéndose en la bebida de moda.
El camarero regresó al cabo de unos minutos con la bandeja en la mano. Depositó dos tazas de Nescafé Capuccino delante de Ana y de Tania. Luego, se retiró. Ana tenía el libro abierto. Su amiga la miró con el ceño fruncido.
-A ti te pasa algo-observó Tania-Y tiene que ver con el bueno de Nando. ¿No es así? ¡Desembucha!
-¿Acaso piensas que leo para evadirme de la realidad?-se rió Ana.
-Don Quijote tenía ese defecto. Estaba obsesionado con las novelas de caballerías. Siempre he pensado que, en realidad, buscaba una forma de evadirse de sus problemas. Era un hidalgo que estaba en la ruina.
-En mi caso, no soy un hidalgo que esté en la ruina. Se trata de una relación que está en la ruina. Eso es todo.
-Las novelas románticas no te van a solucionar la vida. Al contrario...Te refugias en ellas. Te estás negando a crecer, Ani.
-De no ser por estas novelas, mi vida sería todavía más aburrida. ¿Te imaginas lo que sería vivir en La India hace cien años o más? A mí me gustaría ser como Olivia. Es muy decidida. La vuelven dura a base de golpes. Cae al suelo. Pero siempre se pone de pie.
-Y Nando es para ti tu Freddie Birkhust.
-Nando no sería como Freddie. Yo creo que sería como el novio que tiene Olivia en Sacramento al empezar la novela, el tal Greg. Nando es abstemio. Además, si te soy sincera, me cae bien Freddie. Me da mucha pena.
-Olivia se debate entre el amor de un cabrón y de un gilipollas. ¡Menudo novelón!
-Insisto. Te has vuelto una cínica. Eso no es bueno para la salud del corazón. Te impide abrirte al amor.
Tania bebió un sorbo de su taza de Nescafé Capuccino. Ana se echó a reír. A Tania le había quedado una especie de bigote encima del labio superior.
-Deberías de empezar a afeitarte-se burlo-¡Menudo mostacho te acaba de salir!
-¡Oh, cállate!-le espetó Tania.
Se limpió el falso bigotito con una servilleta de papel.
Ana se preguntó si su amiga tenía razón cuando le decía que se evadía de sus problemas a través de la lectura. Siempre había sido una lectora empedernida de novela romántica. Sin embargo, desde que se reconcilió con Nando, su afición había ido a más. Buscaba en las novelas románticas toda la pasión que no existía en su relación. ¡Y, encima, Nando estaba hablando de casarse!
¡Ni de coña!, pensó Ana.
Acabaría divorciándose de él a la semana justa de casarse.
-Por lo menos, tú no tienes problemas-suspiró Ana-No tienes novio.
El amor no debía de ser lo que había entre ella y Nando, pensó. Debía de haber pasión. Debía de ser eterno. Parecido a lo que había entre Olivia y Jai. Ana cerró el libro. Había pesar en sus ojos. Tocó la tapa del libro con delicadeza. Tiene que haber un Jai Raventhorne para mí en algún sitio. O un chico parecido a Freddie Birkhust. Los dos amaban a Olivia.
Bebió un sorbo de su taza de Nescafé Capuccino. No sentía nada cuando Nando la besaba. ¿Cómo podía seguir con él? Faltaba romanticismo en su relación. Faltaba pasión.
Estelle estaba sentada a la sombra de uno de los banianos que crecían en el jardín. Contemplaba cómo Clementine y King Charles jugaban a perseguirse. Sin embargo, sentía una desazón dentro de ella. Debía de estar contenta. Su cumpleaños se celebraría en pocas semanas. Cumplía dieciocho años. Pero no estaba ilusionada con aquella fiesta.
Para ella, debía de ser un cumpleaños muy especial. Por primera vez, su prima Olivia celebraría con ella un cumpleaños. Debo de estar haciéndome vieja, pensó Estelle. Una vez, un yogui le dijo que veía en ella un alma vieja. Estelle no entendió lo que había querido decirle aquel anciano. De pronto, vio cómo Olivia cruzaba el jardín como alma perseguida por el Diablo. Iba montada a lomos de una de las yeguas de las cuadras de sir Joshua, Jasmine. Estelle se puso de pie. Vio cómo Jasmine se ponía de pie sobre sus dos patas traseras al estar cerca de ella.
Después, Olivia desmontó de un ágil salto.
-¿Te has vuelto loca?-la regañó Estelle yendo hacia ella.
-¡Lo he conseguido!-trinó Olivia.
-¿El qué has conseguido? ¿Perder la cabeza?
-¡No, tonta! ¡He conseguido que Jasmine saltara la acequia!
Estelle miró a su prima con incredulidad.
-No me lo creo-afirmó-Nadie ha conseguido saltar nunca la acequia.
El rostro de Olivia reflejaba su satisfacción por haber conseguido su objetivo. Sin embargo, Estelle no terminaba de creérselo.
Nadie había conseguido nunca saltar la acequia. Ni siquiera Jai, que era un experto jinete.
Olivia estaba orgullosa de su logro. Con su caballo Dominó, había logrado saltar numerosas vallas.
Así se lo dijo a Estelle. La muchacha no sabía montar a caballo. Lo había intentado, pero tenía la sensación de que se iba a caer. Le gustaba ir a los establos. Le gustaba cepillarles el pelo. Le gustaba darles azucarillos.
Pero jamás había querido montar a lomos de un caballo.
-Ha sido sólo casualidad-afirmó Estelle-Has tenido buena suerte.
Olivia no lo veía del mismo modo que su prima. Era una amazona bastante experimentada. Estaba muy orgullosa de su éxito de aquella mañana. Estelle pensó que Olivia había nacido para dominar el mundo. La veía como una joven fuerte y segura de sí misma. Todo lo que yo no soy, pensó con tristeza. Le habría gustado parecerse más a ella. A sus ojos, Olivia era perfecta en todo.
-Tengo que escribirle a mi padre-decidió la joven.
-¿Le vas a escribir al tío Sean contándole que has saltado la acequia?-se asombró Estelle-¡Va a pensar que estás loca!
-¡Va a pensar que tiene la hija más valiente del mundo!
Riendo de alegría, Olivia echó a correr. Su padre siempre se había sentido orgulloso de sus logros. Estelle la vio meterse dentro de casa. ¡Ojala sea capaz algún día de montar a caballo!, pensó la chica. Por lo menos, tendré algo de lo que sentirme orgullosa.
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